domingo, 11 de agosto de 2013

cultura

**El Dolor De La Indiferencia** Está agazapado, en un rincón de nuestro cuerpo o en un rincón de nuestra mente. Ahí, o en cualquiera otro lugar, escondido en el bosque o en el agua, pero está escondido, vigilando, no nos quita sus ojos, profundos y hábiles, de cada uno de nuestros movimientos, como una fiera, como un felino, listo a atacar. Sus manos abiertas, mostrando sus garras afiladas y peligrosas. Es maestro en el ataque, en el sufrir y hasta llega a agonizar. No pide perdón ni permiso, es implacable y muchas veces, insoportable. Día y noche, para el no hay descanso, no hay feriado, no hay amigos ni parientes, llega donde se propone, es despiadado, no tiene alma, no tiene corazón y nunca, nunca se arrepiente. ¿Quien no lo teme? ¿Quien no lo rechaza? ¿Quien no lo ha tenido, o tal vez lo tiene? Algunos, según él, lo ha merecido, otros, en cambio, el lo ha decidido. Es independiente y utiliza su poder, a su capricho y entender. Tiene vida propia y es difícil ignorar su ataque. No respeta edad, capa social, lugar, hora o tiempo. Hace temblar al más valiente y con el tiempo lo transforma en cobarde, lo persigue, hasta tenerlo, a su merced. ¡ Pero tiene su utilidad ! Su voz nos alerta, nos avisa, de día o de noche, su voz es la alarma que nuestro cuerpo necesita para llamar la atención. La atención de un dolor, o la atención de una pena, que es el dolor que no mata, pero hiere a nuestro corazón, a nuestra alma, a nuestro ser. ¡ El dolor ! ¡ Hay tantos dolores ! ¿Cual de ellos será el más doloroso? El dolor de la ausencia, el dolor de la partida, el dolor del amor que se ha ido. En mi vida he aprendido, que el dolor que más duele: ¡ El dolor de la indiferencia ! Mario Beer-Sheva