domingo, 12 de enero de 2014

Descarriló la “Primavera Árabe”

La Primavera Árabe una falsa ilusión en un mundo de fanáticos En Egipto huele a enfrentamiento civil, Libia se ha desintegrado, Túnez no levanta cabeza y Siria corre el riesgo de convertirse en un nuevo Afganistán Cuando Obama dirigió en El Cairo su famoso mensaje al mundo árabe, en junio de 2009, en Egipto aún gobernaba Mubarak y los Hermanos Musulmanes pugnaban por abandonar la clandestinidad. Cuatro años y medio después el “bendito” (es lo que significa Mubarak) solo es un mal recuerdo, pero los militares que gobernaban con él continúan en el poder y la hermandad musulmana ha sido declarada “grupo terrorista”. Es como si nada hubiera ocurrido en todo este tiempo, pero las hemerotecas de todo el mundo están ahí para desmentirlo y documentar lo contrario. En el entreacto fuimos testigos de un espectacular levantamiento popular que en solo unos meses, a comienzos de 2011, disolvió cuatro décadas de dictadura. Comenzó un peculiar camino hacia la democracia que se ajustaba muy bien al predicamento que Obama había lanzado precisamente en Egipto, el país más poblado y emblemático del mundo árabe. Por primera vez desde la caída del Muro de Berlín, la comunidad internacional degustó el dulce saborcillo de la victoria de la democracia. El pueblo había derribado una fea dictadura e iniciaba una nueva era de paz y prosperidad. Puro vértigo que no tardó en transformarse en humo. Efecto dominó en el norte de África Todo había empezado en Túnez como por casualidad. El hartazgo ciudadano por los desmanes de Ben Alí y su familia lo simbolizó con crudeza un joven comerciante que se inmoló rociándose con gasolina tras quitarle la policía su humilde mercancía. La mecha no tardó en hacer explosión y un mes después el dictador abandonaba el país a la fuerza. Ocurrió en diciembre de hace tres años y la vida real no ha cambiado demasiado. Los tunecinos han celebrado la efeméride con una protesta sindical contra la carestía de la vida y la elevada tasa de desempleo. Amnistía Internacional ha denunciado abusos como la condena a siete años de cárcel a una mujer por enviar a través de Facebook mensajes considerados contrarios al Islám. Gadafi y el suceso de la alcantarilla Las primeras elecciones libres en Túnez, que ganaron los islamistas moderados en octubre de 2011, tuvieron lugar casi al mismo tiempo que la muerte del libio Muamar el Gadafi a manos de un grupo de rebeldes. Se lo encontraron escondido en una alcantarilla en medio de ningún sitio. Un suceso que cabría calificar de “accidental” dio lugar a un auténtico desastre que un juicio político del dictador, en paralelo a una reorganización institucional, quizá habría podido evitar. La Libia actual es una auténtica debacle. Es un país fragmentado en tribus en el que operan 400 grupos armados, que en algunos casos controlan los pozos de petróleo que garantizarían la prosperidad del país. El gran Muftí acaba de hacer un llamamiento a la unidad y el primer ministro, Alí Zeidan, ha advertido de una posible intervención extranjera. Siria en el ojo del huracán Al otro lado del mar Rojo Siria se desangra, el vecino Líbano actúa como una caja de resonancia en la que repercuten bombas que llevan la marca de algún grupo o nación con intereses en Siria. Los refugiados sirios amenazan con desestabilizar el país y algo similar ocurre en Jordania. Son naciones pequeñas que no pueden hacer frente a los millones de personas que llegan huyendo de la guerra. La vieja y ya no tan rica Europa se blinda ante la catástrofe humanitaria y Estados Unidos ha perdido la batalla diplomática contra Rusia y China. La consecuencia es un estancamiento que solo conduce a más desastre. Durante los primeros años de conflicto el éxito de la Primavera Árabe levantaba la moral de los rebeldes sirios. Todo funcionaba según lo previsto y Occidente decidió que debían ganar su batalla ellos solos, pero entre medias llegaron yihadistas de todo el mundo y el resultado ha sido un maremágnum del que ya no se fía nadie. La peor parte se la llevan los ciudadanos sirios, que van a tardar décadas en recuperar la normalidad si es que alguna vez llega ese momento. Tanto si continúa en el poder Bashar al Assad como si no, Siria corre el serio peligro de convertirse en un campo de batalla permanente entre chiíes y suníes. Una nueva frontera dentro del mundo árabe que acabará echando por tierra la esperanza de que el islamismo moderado sea capaz de encauzar la vida política y social de millones de personas. 2013 ha sido, en definitiva, el año del diluvio que ha puesto punto final a la Primavera Árabe. Leer más: Descarriló la “Primavera Árabe” http://www.teinteresa.es/mundo/Descarrilo-Primavera-Arabe_0_1056494789.html#WaQ13kKeBuQ0GP74