Siria, la Rusia de Putin y los EEUU de Obama
Por Michael Young
"Rusia está ahora más cerca que nunca de desempeñar una función axial en una región de la que Barak Obama ha dicho que Estados Unidos debe ir alejándose. El sucesor de Obama podría no coincidir, pero Putin se está asegurando ahora de que cualquier retroceso estadounidense en Oriente Medio se vuelva mucho más difícil"
El anuncio, este mes, de que el presidente Vladímir Putin ha sometido a la Duma un acuerdo para desplegar las fuerzas aéreas rusas durante un periodo indefinido en la base aérea siria de Hmeimim no ha despertado muchas reacciones en el extranjero. Y, sin embargo, nos dice mucho sobre los objetivos de Moscú.
Según se afirma, el vicepresidente del Comité de Defensa de la Cámara Alta rusa, el Consejo de la Federación, ha dicho:
Después de que se haya alcanzado un acuerdo sobre el estatus legal, Hmeimim será una base de las fuerzas aéreas rusas, se construirán las infraestructuras correspondientes y nuestros soldados vivirán en condiciones adecuadas.
Hmeimim, ubicada al sudeste de la ciudad de Latakia, ya está siendo utilizada por Rusia en operaciones de bombardeo. Lo que el anuncio ruso ponía de manifiesto, sin embargo, era que iba a desempeñar una función de mayor alcance en la estrategia rusa en Siria, que no sólo guarda relación con la campaña militar en curso. En otras palabras: el objeto de Hmeimim está estrechamente unido al destino del presidente Bashar al Asad.
Se debería tener esto en cuenta cuando se especula sobre las intenciones de Rusia respecto al presidente sirio. Las viejas hipótesis de que Moscú no depende de que Asad se mantenga en el poder podrían resultar ciertas. Pero, en realidad, eso no significa nada. Conforme Rusia vaya sumando las ventajas estratégicas de mantener una presencia militar permanente en Siria, su perspectiva sobre Asad se verá moldeada en gran parte por aquéllas, y no por alguna necesidad de llegar a una solución política que satisfaga a todas las partes.
En este contexto, las relaciones de Rusia con Irán resultan también de primordial importancia. El anuncio, hace tres semanas, de que los aviones rusos estaban utilizando una base iraní para lanzar bombardeos sobre Siria demostró que la relación ruso-iraní es considerablemente más compleja de lo que muchos suponían. Donde algunos han visto una pugna entre ambos por el poder de influencia en Damasco, la realidad tiene muchos más matices.
Los rusos parecen haber entendido que no es posible acabar con el dominio de Irán en Siria, y menos cuando un inseguro Asad puede hacer oscilar sus relaciones de un lado a otro, de manera que rusos e iraníes acaben enfrentados. En su lugar, tanto Moscú como Teherán reconocen las ventajas de colaborar, aunque estén en desacuerdo en otros aspectos de sus intereses en Siria. Pero, como ha demostrado la batalla de Alepo, el acuerdo es mucho más relevante que las diferencias.
Una presencia militar rusa reforzada ofrece a Irán ventajas precisas. Ayuda a asegurar un régimen sirio amigo, con o sin Asad. De ese modo, preserva la penetración estratégica de la que goza Hezbolá en Siria. Y, aunque Teherán no lo admitirá, Rusia ofrece una útil línea de comunicación con Israel en caso de confrontación entre los secuaces de Irán y los israelíes, línea que no pasa por Washington.
El reciente anuncio del ministro de Exterior iraní, Mohamed Javad Zarif, de que Irán y Turquía habían llegado a un acuerdo sobre la necesidad de mantener “la integridad territorial” de Siriaacabó con las especulaciones de que Teherán esté dispuesto a aceptar la fragmentación de Siria si eso significa la protección de sus intereses en el país, sobre todo el mantenimiento de las líneas de suministro con Hezbolá. Al insinuar que Irán estaba a favor de la reconstitución del Estado sirio, Zarif no sólo se hacía eco de anteriores declaraciones de Asad sobre el asunto, sino que afirmaba que Rusia e Irán comparten esta postura.
Las declaraciones de Zarif fueron interpretadas como la manera de Irán de tranquilizar a Turquía respecto a su objetivo compartido de evitar el afloramiento de una entidad kurda. Los rusos habían dicho inicialmente, a través de su viceministro de Exteriores, Serguéi Riabkov, que era posible una estructura federal en Siria, pero es posible que Moscú tuviera que cambiar su discurso al mejorar sus relaciones con Turquía. Además, Asad también es hostil a las aspiraciones kurdas. En consecuencia, es difícil imaginar que los rusos se resistan a Asad, Turquía y los iraníes respecto a los kurdos, cuando su objetivo es preservar el Estado sirio.
Lo que nos lleva de nuevo a Hmeimim. Puesto que Vladimir Putin está asumiendo una perspectiva de largo plazo sobre la presencia rusa en Siria, será esto lo que determine sus movimientos en el país. En última instancia, su deseo es reconstruir un Estado sirio en el que Rusia tenga una fuerte influencia, aunque sea mediante una asociación con Irán. Al mismo tiempo, Putin ha mantenido abiertos los canales con Israel, mientras se reconcilia con Turquía y preserva sus relaciones con los Estados del Golfo.
En otras palabras, Rusia está ahora más cerca que nunca de desempeñar una función axial en una región de la que Barak Obama ha dicho que Estados Unidos debe ir alejándose. El sucesor de Obama podría no coincidir, pero Putin se está asegurando ahora de que cualquier retroceso estadounidense en Oriente Medio se vuelva mucho más difícil. Había mucho más simbolismo que sustancia en el anuncio sobre Hmeimim. Pero era suficiente. Era la forma de Putin de decir queRusia está llenando el vacío dejado por los estadounidenses.
© Versión original (en inglés): NOW
© Versión en español: Revista El Medio
© Versión en español: Revista El Medio
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