![](https://www.facebook.com/images/emoji.php/v9/f9e/1/16/27a1.png)
![](https://www.facebook.com/images/emoji.php/v9/f1e/1/16/2b05.png)
Con el reconocimiento del gobierno norteamericano del Presidente Trump de Jerusalén como capital del Estado de Israel se repara una anomalía histórica: la ficción de que la capital de un país esté en un sitio diferente a donde opera formal y prácticamente desde hace cuarenta años, y la soberbia de querer discutir a un estado soberano dónde puede o no tener la sede de su gobierno y sus instituciones.
El Presidente de Estados Unidos no sólo ha identificado la necesidad de corregir ese esperpento; también desenmascara el rotundo fracaso del eterno apaciguamiento a los palestinos que no quieren negociar y a los árabes que amenazan con la destrucción del estado judío.
Nuestro gobierno debería tomar nota de las fuerzas de futuro que vienen, no sólo de Estados Unidos, sino también del mundo árabe moderado, abandonar el miedo paralizante a las amenazas yihadistas, como si contentar a los terroristas hubiese servido alguna vez para evitar sus miserables acciones, y abandonar la rancia retórica de fracasadas estrategias y lugares comunes.
El Presidente de Estados Unidos no sólo ha identificado la necesidad de corregir ese esperpento; también desenmascara el rotundo fracaso del eterno apaciguamiento a los palestinos que no quieren negociar y a los árabes que amenazan con la destrucción del estado judío.
Nuestro gobierno debería tomar nota de las fuerzas de futuro que vienen, no sólo de Estados Unidos, sino también del mundo árabe moderado, abandonar el miedo paralizante a las amenazas yihadistas, como si contentar a los terroristas hubiese servido alguna vez para evitar sus miserables acciones, y abandonar la rancia retórica de fracasadas estrategias y lugares comunes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.