"El fin de semana pasado, en Gaza, una muchedumbre de decenas de miles de devotos de Hamas fue lanzada por sus oráculos al asalto del muro fronterizo que defiende a los ciudadanos israelíes de ser exterminados por sus vecinos. Parapetadas tras la caótica multitud de exaltados, las milicias terroristas de Hamas aprestaban sus armas. Era un casus belli de manual. El modelo resultaba idéntico al del 75 saharaui. Salvo por un detalle. Todos y cada uno de los españoles que iban a ser expulsados del Sahara, tenían una patria a la cual retornar y en cuyo suelo rehacer razonablemente sus vidas. Todos y cada uno de los ciudadanos de Israel saben, desde su fundación, que aceptar pasivamente la invasión del enemigo no les deja más salida que el mar. Y que una guerra –sólo una– perdida supondrá su exterminio: tan prometido e infalible como el que Centroeuropa infligió a sus abuelos en los años del nazismo. Y nadie en Israel parece estar dispuesto a aceptar alegremente esa perspectiva. El ejército israelí defendió su frontera.
Gaza –como Cisjordania– fue entregada, sin contrapartida alguna, por Israel a sus enemigos en el año 2005. Un cálculo ingenuo llevó a pensar que esa muestra de buena voluntad sería el punto de partida para un acuerdo de paz. Fue un error. Sucedió lo contrario. Hoy, Gaza es el mayor vivero terrorista del mundo. Y la más inmediata de las amenazas fronterizas para Israel. Si nadie quiere entenderlo en Europa es por dos duras razones: la primera, que no hay país del continente cuyas fronteras estén así de amenazadas; la segunda, que Europa renunció a luchar por su supervivencia, hace ahora exactamente un siglo. Y no soporta el reproche mudo de que haya aún quienes combatan por su libertad y por su patria. Europa odia a quienes se defienden."
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.