lunes, 4 de noviembre de 2019

Gantz debe decantarse por Netanyahu antes que por Odeh

 

Por Ben-Dror Yemini 

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"La coalición con presencia de facciones árabes puede esperar; cerrar la brecha que se está abriendo en la sociedad israelí es mucho más urgente e importante"
La pregunta de si Israel debería tener una coalición de Gobierno apoyada por la Lista Conjunta árabe, aunque no entre a formar parte del propio Gobierno, ha traído de cabeza al partido Azul y Blanco en las últimas semanas. Pero la cuestión ha pasado de lo teórico a lo práctico ahora que el líder blanquiazul, Benny Gantz, ha recibido el mandato oficial de formar Gobierno.
Dos encuestas realizadas este año muestran que una clara mayoría de la opinión pública árabe es partidaria de sumarse de alguna forma a un Gobierno de coalición. El problema sigue siendo la colosal brecha entre lo que desea la opinión pública árabe y lo que desean sus líderes políticos. 
Los dirigentes del partido Blanco y Azul no son los únicos que están siendo puestos a prueba: el líder de la Lista Conjunta, Aymán Odeh, y sus colegas también están en el foco, y en la última década han emitido declaraciones que los descalifican como socios de gobierno.
Cuando el Yesh Atid de Yair Lapid obtuvo unos sorprendentes 19 escaños en las elecciones de 2013, pudo haber liderado un bloque de 59 escaños; un bloque que no alcanzaba la mayoría absoluta (61) pero casi. Pues bien, Lapid anunció que no iba a conformar un bloque con “los Zoabis”, en referencia a la entonces diputada Hanín Zoabi, del partido árabe antisionista Balad, acusada de actuar contra el Estado de Israel y apoyar el terrorismo. En su lugar, prefirió una coalición con el primer ministro Benjamín Netanyahu y su partido Likud, y se convirtió en ministro de Economía. 
Lapid dejó claro que no estaba contra todos los árabes, sino contra los que, como Zoabi, actuaban contra la existencia del Estado. Y aunque Zoabi ya no es miembro de la Knéset, su partido Balad no ha cambiado.
Los analistas dicen –con razón– que la probabilidad de que se forme un Gobierno son escasas. Pero uno de esos escenarios debe salir adelante, por poco alentadoras que sean las probabilidades. De todas las opciones, la de un Gobierno minoritario apoyado desde fuera por la Lista Conjunta, o siquiera por alguno de sus diputados, no es el escenario menos probable. Pero si todos los partidos se atienen a sus promesas electorales, el peor escenario se hará realidad e Israel se someterá a unas terceras elecciones legislativas en menos de un año.
Así las cosas, el partido Blanco y Azul debe sacrificar uno de sus dos principios fundamentales para formar una coalición: o bien forma equipo con Netanyahu –pese a su “Netanyahu no”–, o bien se asocia con la Lista Conjunta, pese a que prometió que no lo haría. 
El partido Blanco y Azul actúa bajo la premisa de devolver la sensatez a la política y reducir la polarización en la sociedad, pero formar un Gobierno con el apoyo de legisladores provocadores como Ofer Casif, de la Lista Conjunta, sólo empeoraría las cosas e Israel se polarizaría todavía más. Una asociación con Netanyahu, acompaña de las líneas de actuación propuestas por el presidente Rivlin y el líder de Israel Beitenu, Avigdor Lieberman, sería ciertamente un incumplimiento de una promesa explícita; pero entre una promesa electoral y el interés público, lo que debe imperar es la conformación de un Gobierno de unidad.
Netanyahu seguirá unos meses más como primer ministro, pero eso es menos malo que un Gobierno en minoría, que a su vez es menos terrible que otra convocatoria electoral.
La coalición con presencia de facciones árabes puede esperar; cerrar la brecha que se está abriendo en la sociedad israelí es mucho más urgente e importante.

© Versión en español: Revista El Medio

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