“Mi padre fue un oficial del Ejército Rojo que luchó valientemente contra los nazis.
Después de la guerra, permaneció en el ejército, y con eso llegó el miedo.
Tenía demasiado temor de ser visto celebrando Pesaj, la Pascua.
¿Pero mi madre?
Ella se negó a dejar pasar la festividad.
Nunca olvidaré la alegría en su rostro, lo orgullosa que estaba de compartir el espíritu de la Pascua conmigo, incluso en silencio, incluso en la clandestinidad.
Después de que falleció, yo dejé de celebrar.
No tenía hijos propios, ni a quién transmitirle eso que recibí de ella.
Años más tarde, me llamaron de nuestra sinagoga invitándome a un Séder comunitario.
Y ese día volví a ser aquella niña, sentada al lado de mi madre, ahora saboreando la libertad.
Poco después, comencé a ayudar a entregar matzá a los miembros mayores de nuestra comunidad de Rostov.
Y fue entonces cuando me di cuenta que yo también podía transmitirle, no a mis hijos, pero si a otros que esperan redescubrir la calidez y la alegría de nuestras tradiciones, de la misma forma que mi madre lo hizo conmigo.
- Irina Birbrayer
Fuente: Chaim Danzinger
Humans of Judaism
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