por Majid Rafizadeh • 26 de Septiembre de 2017
Durante su reciente visita a Irán, la Alta Representante de la UE para la Política Exterior y de Seguridad, Federica Mogherini (izquierda) se codeó con hombres que han ordenado la muerte de miles de mujeres (y de hombres). ¿Acaso pensó siquiera en los cientos de personas que han sido ejecutadas, a menudo luego de mascaradas judiciales, de acuerdo con la legislación islamista de ese país? (Foto: Comisión Europea)
Los socialdemócratas y las llamadas feministas han alzado sus voces para que todo el mundo las oiga. Se jactan de abogar por la igualdad de género y los derechos individuales y de promover los derechos de las mujeres. Sostienen que estos valores son universales; que a cada persona, especialmente cada mujer, en todos los lugares del mundo, le pertenecen estos derechos "inalienables". Se dan discursos, se celebran actos de recaudación de fondos y un ejército de paladines marcha al frente en pro de la causa.
Todos somos iguales, y todos merecemos esos derechos. Consignas, lecturas inspiradoras, una determinación que se repite a través de las entrevistas televisivas y recorre las páginas de las revistas, todo lleno de seguidores entusiastas. Pero ¿cuál es la realidad?
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