domingo, 30 de junio de 2024

DE THE DISPATCH

 Restar importancia al grupo terrorista libanés pone en peligro a Israel.


Por Jonathan Schanzer y David Daoud
Junio 20, 2024
TRADUCIDO POR Marcela Lubczanski
No andemos con rodeos: El Medio Oriente está sobre el precipicio de la guerra más destructiva de la historia moderna de la región.

Esta guerra no empezó el 7 de octubre. De hecho, empezó un día después, cuando Hezbollah, el satélite más poderoso de la República Islámica de Irán, comenzó a atacar a Israel. Los israelíes, ya a la defensiva por el ataque de Hamas en el sur de su país, lucharon para ganar equilibrio.

Las Fuerzas de Defensa de Israel empezaron con respuestas proporcionales a los ataques no provocados de Hezbollah. Pero cuando eso no logró disuadir al grupo terrorista libanés, las FDI aumentaron firmemente sus ataques en represalia. Esto también ha hecho poco. Hezbollah ha perdido a más de 300 de sus veteranas Fuerzas Radwan junto a la frontera. Un estimado de 91,000 ciudadanos libaneses han sido obligados a evacuar el sur de Líbano. Sin embargo, Hezbollah continúa disparando a Israel.

Los israelíes, por su parte, han sido forzados a evacuar a aproximadamente el mismo número de ciudadanos de sus comunidades norteñas. Esta es una situación inaceptable para los israelíes a lo largo del espectro político, y el público está demandando acciones decisivas del gobierno para resolver esta amenaza. Con las resoluciones pacíficas pareciendo cada vez más elusivas, Israel y Hezbollah están avanzando lentamente hacia lo que se espera sea su enfrentamiento más sangriento.

Una ráfaga de esfuerzos internacionales ha sido acumulada para prevenir el combate. Esto incluye propuestas estadounidenses y francesas basadas en una implementación gradual—o al menos parcial—de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU. La resolución pide que Hezbollah se retire al norte del Río Litani, el cual corre lateralmente a lo largo de Líbano, aproximadamente 10 millas al norte de la frontera. En teoría, esto resolvería la amenaza presentada por las fuerzas terrestres de Hezbollah, las que son una preocupación legítima después de los ataques de Hamas del 7 de octubre, un satélite iraní menos potente. La resolución también pide el despliegue de tropas de las Fuerzas Armadas Libanesas y de la ONU en el sur de Líbano para ayudar a restaurar el orden, y que todos los grupos armados, incluido Hezbollah, se desarmen.

Pero el hecho es que esta resolución nunca fue implementada después de la última gran pelea entre Israel y Hezbollah en el 2006. Esto refleja una falta de voluntad internacional, tanto como cero interés de parte de Hezbollah, por no mencionar a Irán, por un cese del fuego permanente con Israel. ¿Por qué? Porque Hezbollah—como su patrón en Teherán—busca nada menos que la destrucción total de Israel. Esto es confirmado por la hostilidad inmutable del grupo hacia el Judaísmo y la aversión resultante hacia Israel, un estado judío, construido sobre lo que cree que es tierra islámica y árabe sagrada. El grupo por lo tanto ha declarado la guerra eterna sobre Israel, a ser luchada a perpetuidad pero gradualmente—”victoria en incrementos,” en las palabras de su secretario general Hassan Nasrallah. Con el tiempo, el "Eje de la Resistencia" liderado por Irán busca acumular suficiente fuerza para asestar un "golpe fatal" al estado judío. 

Prevenir el conflicto entre Israel y Hezbollah se ha vuelto aun más complicado en los últimos años. Líbano es un estado fallido. Se siguen celebrando elecciones, pero el gobierno en Beirut es un irresponsable marcador de posición. El país tiene una deuda que excede los u$s200,000 millones, mientras su moneda ha perdido casi el 100% de su valor. Ninguna reforma económica o política está en el horizonte de Líbano.

Hezbollah ha contribuido significativamente a este colapso político y económico. Pero es también una parte integral del tejido social y político de Líbano, apoyado por un bloque considerable de chiíes libaneses—quizás la secta más grande del país. El grupo ganó la mayoría de los votos parlamentarios de cualquier partido en el 2022, y sigue yéndole bien en las urnas. Como toda la toma de decisiones libanesa es hecha por medio del consenso sectario, y Hezbollah comanda este gran apoyo chií, Hezbollah es un objeto inamovible. 

Complicando más las cosas está la fuerza total que Hezbollah ha acumulado. El grupo tiene un arsenal de 200,000 cohetes y misiles, una flota de drones letales, aproximadamente 1,500 municiones guiadas con precisión, y combatientes bien entrenados. Algunos estimados sugieren que el poder de Hezbollah es equivalente a un ejército europeo de tamaño mediano. Las Fuerzas Armadas Libanesas pueden por lo tanto nunca desarmar a la fuerza, relocalizar, o restringir a Hezbollah. Eso ciertamente provocaría una guerra civil, la que el grupo terrorista probablemente ganaría.

Mientras tanto, la fijación de la comunidad internacional respecto a acuerdos inútiles sólo ha alimentado el apetito de Hezbollah por la violencia. El grupo ve la desesperación por prevenir una guerra más amplia. Sus líderes notan con alegría cómo Israel ha sido restringida por la administración Biden. Su creencia—errada y peligrosa—es que las manos de Israel están atadas por la Casa Blanca. Nasrallah cree que “Estados Unidos controla a Israel,” que el país es meramente una "base militar de avanzada" de EE.UU.. De hecho, el líder de Hezbollah dijo en marzo, “Cuando los estadounidenses ponen sus pies en el suelo, amenazando con detener los fondos, Israel tiembla de miedo. Cuando los estadounidenses detienen los envíos de armas, el Jefe del Estado Mayor israelí hace un balance de sus municiones restantes."

Las señales infundadas de disgusto público de la administración Biden con Jerusalén son vistas innegablemente por Hezbollah como una restricción a la libertad de acción israelí. Ellas también son tratadas como una luz verde para las provocaciones de Hezbollah. La decisión de Washington de pausar los envíos de armas a Israel seguramente alentó la última y más peligrosa escalada de Hezbollah. Los ataques del grupo repentinamente se volvieron más destructivos, llegando más profundo dentro de Israel.

Por ahora, los israelíes están sopesando dos opciones terribles. Pueden sucumbir ante la creciente presión internacional para aceptar un mal acuerdo de cese del fuego. Eso restauraría una calma engañosa en su frontera norte, pero también dejaría a Hezbollah intacto y capaz de dañar a Israel en formas que el país ha prometido prevenir después del ataque del 7 de octubre.

Alternativamente, Israel podría contraatacar, iniciando ellos mismos un conflicto para eliminar a Hezbollah. La llamada “Doctrina Dahiyeh” adoptada por el ejército israelí promete eviscerar las bases de operaciones del grupo a lo largo de Líbano.

Sin embargo, los israelíes están muy conscientes del precio de tal guerra. Las fuerzas destructivas de Hezbollah—con quizás ayuda de Irán y otros satélites circundantes—podría obligar a Israel a pelear una guerra que devengue decenas de miles de muertes israelíes, y miles de millones de dólares en destrucción.

Las rampas de salida para este conflicto son cada vez más difíciles de localizar. La administración Biden, si busca prevenir esta guerra, debe revertir rápidamente su rumbo actual. Los esfuerzos diplomáticos deben evolucionar en campañas de presión contra el régimen iraní y sus satélites. Y los intentos públicos por restringir a Israel en Gaza y Líbano deben cesar inmediatamente. Tales mensajes están sólo empujando a la región a un conflicto de proporciones históricas. 

David Daoud es un miembro principal en la Fundación para la Defensa de las Democracias, donde Jonathan Schanzer es vicepresidente para investigación.

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