martes, 9 de agosto de 2011

Percas gigantes en el desierto

Desde hace 14 años, y bajo la orientación de Apelbaum, el productor acuícola Amit Ziv cosecha percas gigantes, especie carnívora que se “cultiva” en los estanques del kibutz Mashabei Sadeh. Cada ejemplar pesa alrededor de medio kilogramo. Dos veces por semana, su equipo de pescadores del desierto, vistiendo trajes de buzos, capturan en sus redes una tonelada y media de percas gigantes. Todo el procedimiento les insume unos 20 minutos. Luego el pescado se lava con agua helada ( 3° bajo cero). "Las percas gigantes mueren de ataque cardiaco por debajo de los 15 grados", explicó el gerente de la granja piscícola Deli-Dag. Luego se los clasifica según su tamaño y se los envía a todo el país.

El desierto del Négev es una fuente de dinero. Científicos y productores israelíes como Apelbaum y Ziv desarrollaron una manera innovadora de criar peces tropicales que requieren agua cálida y levemente salada. Las percas gigantes del desierto se venden a 18 dólares el kilo en las tiendas más selectas del mercado interno. Según Zvi, no hay nada mejor que pescado del desierto en el plato. "Nuestros peces se reproducen en un entorno carente de contaminación. El agua se purifica mediante luz solar y aire deshidratado. Tampoco existen otras especies que las puedan contagiar de alguna enfermedad. Como en los países industrializados hay una gran demanda de pescado orgánico, planeamos exportar", dijo.

Este emprendimiento es fruto de décadas de investigaciones. Hace unos 60 años quedó claro que a 700 metros de profundidad de esa tierra yerma había un vasto acuífero termal, cuyos orígenes se pueden remontar a la prehistoria. Durante cientos de años fue improbable acceder a ese océano de cálidas aguas saladas.

En los ´ 60 se introdujeron tecnologías más baratas. Las aguas geotermales se volvieron viables. En la actualidad, Mekorot (la empresa de agua de Israel) le cuesta alrededor de un millón de dólares perforar un pozo de un kilómetro de profundidad. Al surgir, sin esfuerzos a nivel del mar, el agua del pozo artesiano, originalmente a 40 grados, es bombeada hacia la superficie de la cuenca a 200 metros de altura, enfriada y almacenada en estanques piscícolas a una temperatura constante de 28 grados.

"Hay miles de millones de metros cúbicos de agua libre de todo contaminante, un tesoro ecológico escondido que será sustentable por lo menos por los próximos 100 años", enfatizó Apelbaum. Este experto del Bengis Centre for Desert Aquaculture tuvo que convencerse a sí mismo que, el agua, era suficientemente buena para cultivar peces y no solo árboles y verduras. Finalmente concluyó que el agua es "fisiológicamente maravillosa". "Los peces necesitan agua, pero sin la salinidad del mar. El agua salobre de aquí es 20 veces menos salada que la de mar, pero cinco veces más que el agua dulce", explicó. "Casi no tenemos lluvias. Para los seres humanos, el desierto significa carencia de agua. A los peces no les importa, siempre y cuando haya una carga de agua de alta calidad con nitratos y amoníaco. Las del Negev contienen 1.500 miligramos de cloruro por litro y buenos alimentos. En condiciones secas, el oxígeno se disuelve mejor en el agua".

El kibutz produce 200 toneladas de anuales de percas gigantes frescas. Según Ziv, se crían peces todo el año, y el calor ayuda a una intensa reproducción. Los estanques se cubren, como invernaderos, para evitar la evaporación. El agua salada se recicla, hasta seis veces, antes de hacerla circular para irrigar los cultivos de jojoba y los bosques de olivos que prosperan gracias a las sustancias químicas que contienen los excrementos de los peces. "Los metabolitos que excretan los peces son una dieta excelente para las plantas", observó Ziv. Además, el calor geotérmico se usa en el kibutz y en spas turísticos de la zona. "Toma un problema y conviértelo en ventaja", señala el lema nacional. El Négev constituye 60 por ciento del territorio nacional. La escasez crónica de agua obligó a los israelíes a buscar soluciones creativas. "Si uno vive en un área donde abundan los recursos naturales, se preocupa menos", admitió Apelbaum.

Los fundadores del Estado de Israel quisieron cumplir la profecía bíblica de Isaías, según la cual "el desierto y el yermo" florecerían "como el azafrán". Apelbaum no comparte esta visión. "No quiero conquistar y cambiar el desierto. Me gustaría mantenerlo intocado, una belleza pura. Simplemente quiero amarlo, vivir en él, con él y de él". "Cuarenta por ciento del planeta está integrado por tierras áridas que se consideran pobres, inútiles, malditas. Eso es un error. Pensemos fructíferamente", urgió Apelbaum. Las tierras yermas con poca densidad de población son una importante fuente de recursos sin explotar. "La tecnología es simple y puede aplicarse donde sea que haya un acuífero. A los peces les gusta el agua limpia y la luz del sol. Los desiertos pueden volverse océanos para los peces y fuentes de alimento para todas las naciones

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