martes, 12 de abril de 2016

Innovación contra un futuro más seco
Israel busca convertirse en el principal exportador mundial de tecnologías del agua
En al menos cinco ocasiones, el Antiguo Testamento relata historias de agua obtenida o recuperada milagrosamente. "Por desgracia, a nosotros nadie nos ha dado esa receta", bromea Shlomi Kostelitz, miembro del Grupo de Tecnologías del Agua de la Universidad Ben Gurion. Y haría falta. La región es una de las más deficientes en agua del mundo: en Israel, casi el 80% de los recursos renovables de agua dulce se aprovechan cada año, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO). En países vecinos, como Jordania o Egipto, esa cifra supera el 95%.
A esta situación, ya problemática en tiempos bíblicos, se le suman los efectos del cambio climático. La propia FAO alerta que el aumento de la población hará crecer en todo el planeta la demanda de agua, no solo para dar de beber a todo el mundo, sino también por la creciente necesidad de alimentos. Al tiempo, el calentamiento global y la reducción de los suelos cultivables harán de satisfacer esa demanda un desafío mucho mayor.
Es un mercado en auge en el que Israel quiere ser líder, sostenido por el poderío de su industria tecnológica y la experiencia de su sector agrícola en hacer más con menos. En palabras de Avi Perel, científico jefe del Ministerio de Agricultura, "los desafíos de la falta de agua, poco suelo y escasez de mano de obra ya los teníamos hace 65 años".
Según el Ministerio de Exteriores, Israel vende en el fuera de sus fronteras tecnologías relacionadas con el agua por valor de 2.000 millones de dólares (1.800 millones de euros) al año, el equivalente a más de un 4% del total de las exportaciones. Las técnicas que el país quiere exportar se orientan tanto a la producción de agua desde fuentes alternativas como a mecanismos para un uso más responsable del líquido elemento.
Un ejemplo del primer tipo de tecnología es la planta desaladora de Sorek, situada a 21 kilómetros al sur de Tel Aviv y a la que visitamos como parte de un viaje organizado por la Asociación de Prensa Europa Israel (EIPA, en sus siglas en inglés). Esta planta de ósmosis inversa de agua de mar es, según IDE Technologies, la principal empresa del consorcio internacional que la gestiona, "la mayor y la más avanzada del mundo".
Con un coste de 250 millones de dólares, procesa 624.000 metros cúbicos de agua al día, lo suficiente para abastecer el equivalente a la demanda de 400.000 personas. Un tubo de 3.600 metros entra en el Mediterráneo y otro, de 2.100 metros, devuelve la salmuera al mar.
Según Jacky Ben-Jaish, director de la división de procesos de IDE, el tamaño de Sorek es su principal activo. "Utilizamos membranas de 16 pulgadas de ancho, el doble de las normales", explica. "Y aunque los materiales que utilizamos sean de primerísima calidad, con el fin de resistir durante toda la vida útil de la planta (25 años), podemos ofrecer el precio más bajo, de 50 centavos de dólar por metro cúbico".
Ben-Jaish hace hincapié en que, a excepción de las membranas (fabricadas en EE UU), toda la tecnología de la planta es israelí. IDE Technologies, que cerró 2014 con beneficios de 55 millones de siclos (13 millones de euros), tiene presencia en países como China, Estados Unidos, Chile (donde tiene tres desaladoras), España, Venezuela y México.
Pero no solo se trata de obtener agua: el objetivo es utilizarla de forma más eficiente.
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ECONOMIA.ELPAIS.COM|DE THIAGO FERRER MORINI

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