CUANDO LOS MARTIRES NO ALCANZAN: LA CRISIS INTERNA DE HEZBOLA
Por Makram Rabah
Septiembre 22, 2025
El aniversario del ataque israelí de septiembre del 2024 contra el mando de la brigada Ridwan en los suburbios sureños de Beirut, que eliminó a docenas de comandantes y civiles de Hezbola, estaba destinado a ser un momento de conmemoración solemne para un partido que vive en el martirio. Para el secretario-general del partido, Naim Qassem, fue también una oportunidad de convocar a su movimiento, reafirmar la lógica de la "resistencia" y proyectar desafío frente a los retos crecientes. Pero aun con toda su extensión y fervor, el discurso de Qassem reveló algo más: Hezbola ya no está más combatiendo sólo a sus enemigos externos. Ahora está lidiando con una crisis interna que se está volviendo más difícil de ocultar.
Qassem inició con una letanía de mártires, recordando en detalle las vidas de comandantes caídos tales como Abdel Qader Ibrahim Aqil y Ahmad Mahmoud Wahbi. Este ritual no es nuevo en el discurso de Hezbola, pero su intensidad sobresalió. Durante más de media hora, el discurso se convirtió en una elegía de los líderes, agentes y civiles – una cascada de nombres y sacrificios dirigidos a recordar al público que el movimiento sigue empapado en sangre y santificado por la pérdida. La repetición, sin embargo, reveló más de lo que ocultó. Tras la solemnidad se agazapaba la realidad que Hezbola ha sufrido agotamiento sostenido a nivel de liderazgo. Reemplazar a tales cuadros no es tan simple como sugiere el discurso del "martirio." La necesidad de glorificarlos extensamente no refleja sólo reverencia, sino también ansiedad: el partido está sangrando peligrosamente, y sus partidarios lo saben.
Pero la parte más reveladora del discurso de Qassem no fue acerca de Israel o Estados Unidos. Fue acerca de la propia base de Hezbola. En un punto, él afirmó que "la gente no necesita movilización; más bien, nosotros, la dirigencia, sacamos la movilización de nuestro público." Tal elección de palabras puede haber sido ideada para halagar, pero revela incomodidad. Hezbola siempre se ha enorgullecido de su capacidad para movilizar a sus seguidores a través del carisma de su dirigencia y del atractivo moral de su causa. Insistir en que el liderazgo ahora "se alimenta" de la movilización popular es una inversión de la ecuación de siempre – y una admisión sutil que el liderazgo se está esforzando para seguir el ritmo a un electorado cansado y escéptico.
De hecho, la presión dentro del entorno de Hezbola es real. Tras dos décadas de conflicto intermitente, una guerra siria brutal que agotó hombres y recursos, y la devastadora guerra israelí de septiembre del 2024, la comunidad chií de Líbano está soportando una carga insostenible. El colapso económico, la dislocación social y un flujo constante de funerales han erosionado el aura de invencibilidad. La insistencia de Qassem en que la comunidad está más comprometida que nunca es menos una declaración de hechos que una súplica contra la fatiga.
El discurso también contenía una asombrosa apertura política. Qassem llamó explícitamente a Arabia Saudita a “abrir una nueva página” con Hezbola, sobre la base de reconocer a Israel como el enemigo en común. Durante décadas, Hezbola ha proyectado a Riad como un pilar del imperialismo estadounidense y un patrón de sus enemigos libaneses. Que una figura influyente invite al diálogo tan abiertamente no sugiere confianza sino restricción. Hezbola está aislado, regionalmente e internamente. Necesita romper ese aislamiento, o al menos parecer dispuesto a hacerlo, si va a preservar su espacio de maniobra.
El llamado de Qassem a Riad no fue un gesto de magnanimidad sino un acto de desesperación, y sus mismas frases exponen su falsedad. Durante décadas Hezbola no ha perdido oportunidad de demonizar a Arabia Saudita como la fuente de la hegemonía estadounidense y veneno sectario, el financista de grupos yihadistas, y el patrón de facciones libanesas nombradas como traidores. Pedir repentinamente una "nueva página" – mientras insiste en el mismo hilo en que las armas de Hezbola están destinadas exclusivamente a Israel – es menos una estrategia que una súplica de indulto. Es también hipócrita. El arsenal de Hezbola nunca ha estado confinado a Israel; ha sido desplegado en Siria para apuntalar a una dictadura, se volvió hacia adentro en Beirut el 7 de mayo del 2008, y fue utilizado para intimidar a todo opositor interno. Sugerir lo contrario insulta la inteligencia tanto de Arabia Saudita como del público libanés.
La apertura por lo tanto no revela confianza sino restricción: un movimiento golpeado por el agotamiento, arrinconado diplomáticamente, y temeroso de perder incluso su propia base. Si Hezbola fuera verdaderamente fuerte, no estaría peticionando al mismo reino al que ha vituperado durante mucho tiempo. El hecho que lo haga ahora, abiertamente y de forma poco convincente, es la señal más clara que a la "resistencia" se le está agotando el espacio.
La misma lógica se aplicó a su llamado a las facciones libanesas. El instó a todos los partidos, incluso a los más cercanos a la enemistad con Hezbola, a no " servir a Israel, a sabiendas o no." Nuevamente, el discurso enmascara la inseguridad. Hezbola ha perdido mucho del consenso que otrora le permitiera presentarse como un escudo nacional. Hoy, sus armas son un tema de amarga división, sus intervenciones en Siria y más allá han alejado a grandes franjas de la población, y su afirmación de actuar únicamente contra Israel es menos persuasiva que nunca. Acusar a los opositores de servir a Israel es una forma de silenciar la crítica, pero también pone de relieve cuán frágil se ha vuelto la posición interna de Hezbola.
Qassem dedicó largos párrafos a justificar la necesidad de las armas de Hezbola citando masacres históricas y guerras en curso en Gaza. Aquí, también, la insistencia fue reveladora. Cuando un actor político repite su caso eternamente, es generalmente porque siente que el caso se está deslizando. Para Hezbola, la doctrina de la "resistencia" ha sido el pilar central de la legitimidad. Pero cuando el estado libanés colapsa y los costos del enfrentamiento interminable se acumulan, incluso dentro de su electorado han surgido dudas. El retorno implacable de Qassem al tema revela una postura defensiva.
La narrativa más grande del discurso fue grandiosa: Israel, respaldada por Estados Unidos de América, está buscando la "Gran Israel," inclinada a borrar a Palestina y someter a la región entera. Este encuadre es familiar, pero lo que fue nuevo fue el intento de reencuadrar el "ataque en Catar" como un punto de inflexión que debería cambiar los cálculos estratégicos de los estados y movimientos árabes por igual. Aquí nuevamente, el esfuerzo fue tanto hacia adentro como hacia el exterior: Hezbola necesita que su propia base crea que cada revés es parte de una trayectoria más grande de victoria final. Sin tal creencia, el edificio entero de la "resistencia" corre el riesgo de colapsar.
Sin embargo, despojado de sus florituras discursivas, el discurso es menos una declaración de fuerza que una confesión de tensión. Hezbola está golpeado militarmente, apretado económicamente, aislado diplomáticamente, y cada vez más cuestionado socialmente. El llamado de Qassem al diálogo con Riad, sus llamados a los rivales locales, su insistencia en la indispensabilidad de las armas – todos estos apuntan a un partido que siente que su posición es más precaria que en cualquier momento desde el año 2006.
Hezbola sigue siendo formidable. Su arsenal está intacto, sus redes afianzadas, o así lo afirma, y su capacidad de perturbar a Líbano y a la región todavía es inigualable. Pero las grietas estructurales son visibles. Cuando un líder pasa más tiempo tranquilizando a su propia base que amenazando a sus enemigos, es una señal que la verdadera batalla ya no es más sólo con Israel, sino interna.
De hecho, la presión dentro del entorno de Hezbola es real. Tras dos décadas de conflicto intermitente, una guerra siria brutal que agotó hombres y recursos, y la devastadora guerra israelí de septiembre del 2024, la comunidad chií de Líbano está soportando una carga insostenible. El colapso económico, la dislocación social y un flujo constante de funerales han erosionado el aura de invencibilidad. La insistencia de Qassem en que la comunidad está más comprometida que nunca es menos una declaración de hechos que una súplica contra la fatiga.
El discurso también contenía una asombrosa apertura política. Qassem llamó explícitamente a Arabia Saudita a “abrir una nueva página” con Hezbola, sobre la base de reconocer a Israel como el enemigo en común. Durante décadas, Hezbola ha proyectado a Riad como un pilar del imperialismo estadounidense y un patrón de sus enemigos libaneses. Que una figura influyente invite al diálogo tan abiertamente no sugiere confianza sino restricción. Hezbola está aislado, regionalmente e internamente. Necesita romper ese aislamiento, o al menos parecer dispuesto a hacerlo, si va a preservar su espacio de maniobra.
El llamado de Qassem a Riad no fue un gesto de magnanimidad sino un acto de desesperación, y sus mismas frases exponen su falsedad. Durante décadas Hezbola no ha perdido oportunidad de demonizar a Arabia Saudita como la fuente de la hegemonía estadounidense y veneno sectario, el financista de grupos yihadistas, y el patrón de facciones libanesas nombradas como traidores. Pedir repentinamente una "nueva página" – mientras insiste en el mismo hilo en que las armas de Hezbola están destinadas exclusivamente a Israel – es menos una estrategia que una súplica de indulto. Es también hipócrita. El arsenal de Hezbola nunca ha estado confinado a Israel; ha sido desplegado en Siria para apuntalar a una dictadura, se volvió hacia adentro en Beirut el 7 de mayo del 2008, y fue utilizado para intimidar a todo opositor interno. Sugerir lo contrario insulta la inteligencia tanto de Arabia Saudita como del público libanés.
La apertura por lo tanto no revela confianza sino restricción: un movimiento golpeado por el agotamiento, arrinconado diplomáticamente, y temeroso de perder incluso su propia base. Si Hezbola fuera verdaderamente fuerte, no estaría peticionando al mismo reino al que ha vituperado durante mucho tiempo. El hecho que lo haga ahora, abiertamente y de forma poco convincente, es la señal más clara que a la "resistencia" se le está agotando el espacio.
La misma lógica se aplicó a su llamado a las facciones libanesas. El instó a todos los partidos, incluso a los más cercanos a la enemistad con Hezbola, a no " servir a Israel, a sabiendas o no." Nuevamente, el discurso enmascara la inseguridad. Hezbola ha perdido mucho del consenso que otrora le permitiera presentarse como un escudo nacional. Hoy, sus armas son un tema de amarga división, sus intervenciones en Siria y más allá han alejado a grandes franjas de la población, y su afirmación de actuar únicamente contra Israel es menos persuasiva que nunca. Acusar a los opositores de servir a Israel es una forma de silenciar la crítica, pero también pone de relieve cuán frágil se ha vuelto la posición interna de Hezbola.
Qassem dedicó largos párrafos a justificar la necesidad de las armas de Hezbola citando masacres históricas y guerras en curso en Gaza. Aquí, también, la insistencia fue reveladora. Cuando un actor político repite su caso eternamente, es generalmente porque siente que el caso se está deslizando. Para Hezbola, la doctrina de la "resistencia" ha sido el pilar central de la legitimidad. Pero cuando el estado libanés colapsa y los costos del enfrentamiento interminable se acumulan, incluso dentro de su electorado han surgido dudas. El retorno implacable de Qassem al tema revela una postura defensiva.
La narrativa más grande del discurso fue grandiosa: Israel, respaldada por Estados Unidos de América, está buscando la "Gran Israel," inclinada a borrar a Palestina y someter a la región entera. Este encuadre es familiar, pero lo que fue nuevo fue el intento de reencuadrar el "ataque en Catar" como un punto de inflexión que debería cambiar los cálculos estratégicos de los estados y movimientos árabes por igual. Aquí nuevamente, el esfuerzo fue tanto hacia adentro como hacia el exterior: Hezbola necesita que su propia base crea que cada revés es parte de una trayectoria más grande de victoria final. Sin tal creencia, el edificio entero de la "resistencia" corre el riesgo de colapsar.
Sin embargo, despojado de sus florituras discursivas, el discurso es menos una declaración de fuerza que una confesión de tensión. Hezbola está golpeado militarmente, apretado económicamente, aislado diplomáticamente, y cada vez más cuestionado socialmente. El llamado de Qassem al diálogo con Riad, sus llamados a los rivales locales, su insistencia en la indispensabilidad de las armas – todos estos apuntan a un partido que siente que su posición es más precaria que en cualquier momento desde el año 2006.
Hezbola sigue siendo formidable. Su arsenal está intacto, sus redes afianzadas, o así lo afirma, y su capacidad de perturbar a Líbano y a la región todavía es inigualable. Pero las grietas estructurales son visibles. Cuando un líder pasa más tiempo tranquilizando a su propia base que amenazando a sus enemigos, es una señal que la verdadera batalla ya no es más sólo con Israel, sino interna.
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