Roee Nahmias
“La victoria divina”. Así define el Secretario General de Hezbollah, Hassan Nasrallah, a la Segunda Guerra de Líbano. Cinco años después, mientras en Israel aún curan las heridas, en la otra parte de la frontera siguen intentando dibujar la guerra, en especial, hacia el interior, como “la derrota del enemigo sionista”. Victorioso o no, ahora no importa. Cinco años después, Hezbollah se encuentra en otro lugar completamente distinto del punto en que se encontraba en vísperas de la guerra. Con su estallido muchos, en Israel, esperaban que, al finalizar, se generaría un quiebre entre los ciudadanos del país del cedro. La estrategia elegida (enfocarse en atacar los objetivos de Hezbollah) estuvo destinada a trasmitir un mensaje a los libaneses: Hezbollah es el malo. Sin embargo, cinco años después de la guerra que propició una gran destrucción a una de las fortalezas de Hezbollah - el barrio de Dahya, al sur de la capital (Beirut) como también a otros pueblos chiitas del sur de Líbano - la situación es completamente diferente. No hace mucho, Hezbollah registró a su favor un logro histórico. La organización, creada como milicia en 1982, se transformó en un reinando de reyes mientras, detrás de bambalinas políticas, conformó junto a su aliado el General maronita en retiro, Michel Aoun, el nuevo gobierno a cargo del empresario, Najib Mikati. Y, con esa opinión, no se mantienen solo al margen a los observadores, sobre los acontecimientos en Líbano sino, también, a los propios jugadores principales. “La decisión de hacer caer a Saad Al Hariri de la jefatura del gobierno fue una disposición personal del Sr. Hassan Nasrallah, del Presidente Bashar Asad y de todos sus otros servidores”, dijo esta semana el depuesto Primer Ministro libanés, en entrevista a la televisión local. Al Hariri, quien solo hacía dos años obtuvo, por segunda vez la mayoría parlamentaria, fue depuesto con una medida política contundente, a manos de Hezbollah y Aoun, tras aliarse con el líder de los drusos y junto a Junblatt. Ese nuevo gobierno fue, de hecho, la cima del proceso que acumuló fuerza desde el fin de la guerra.
Mirando hacia atrás ciertas señales dan cuenta que, el proceso de cambio del dueño de Líbano, ya brotaban en mayo 2008. El gobierno de Al Hariri y Fouad Siniora decidieron estrechar la inspección sobre el aeropuerto de Beirut a través del cual, Hezbollah, logra traficar armas e inspecciona los medios de comunicación independientes que quería crearse en el país. A partir de ello, Nasrallah envió militares a fortalecer el edificio del gobierno y expandirse por el Monte de los Drusos. No pasó mucho tiempo y Nasrallah logró la rendición absoluta, resultando abolidas todas las resoluciones.
Se trata de acontecimientos dramáticos y de largo alcance pero, desde el punto de vista de Nasrallah, quien casi ni salió de su bunker, no todo es rosa y, en éste momento, se encuentra ante un período crítico que influirá en el futuro de la organización. En primer lugar, oficialmente, Hezbollah fue acusada de organizar la eliminación del ex primer Ministro. Después de más de seis años, el Tribunal Internacional, creado para investigar el asesinato del Primer Ministro Rafic Al- Hariri, presentó cuatro sentencias y órdenes de captura contra cuatro de los militantes de la organización, entre ellos Mustafa Badr Aldin, cuñado del comandante en jefe de Hezbollah, Imad Mugniyah, responsable del mecanismo operativo. No es que la eliminación de personalidades políticas sea algo nuevo en Líbano pero, por primera vez, llegó un factor externo, investigó en profundidad y señaló el objetivo: Hezbollah y quizás, Siria.
1.
Ahora, una nube de sospechas envuelven a Nasrallah y su gente. ¿Cómo podría maquillarse con la legitimidad y el apoyo que obtiene cuando, en el contexto, es acusado del asesinato del Primer Ministro? “Incluso si Nasrallah apareciera 300 veces, no cambiaría el contenido de las acusaciones contra sus hombres. Deben ser sometidos a juicio”, dijo con firmeza.
Parece que Hariri no se conforma solo con el asesinato de su padre para dañar la legitimidad de Hezbollah. En la misma entrevista dijo una expresión rara, seguramente a la sombra de los sucesos de mayo 2008, tan recordados por los libaneses: “Las armas, en manos de Hezbollah, son la causa del problema de Líbano. Hezbollah no sabe qué hacer con sus armas y ese es nuestro problema con Hezbollah y también el propio problema de Hezbollah ¿Qué hará con el armamento? ¿Lo trasladará al lado libanés? No se trata del único problema al que se enfrenta Hezbollah en éstos días. Los incidentes, que tienen lugar en Siria desde hace cuatro meses y la posición del régimen de Asad, que se deteriora cada vez más, pesan sobre la organización. Después que el gobierno en Washington declarara que Asad ya no es relevante y levanta un dedo acusador hacia Hezbollah y a su patrón, Irán, como quien colabora con ella en mantenerse en la silla, muchos ciudadanos sirios salieron contra Nasrallah y su gente. Nasrallah sigue tras las voces contrarias a Asad; no solo en Siria sino, también, en Turquía y sabe que debe evaluar cada suceso. El Secretario de Hezbollah teme que, si el Presidente sirio pierde su silla, la organización pagará algún precio, como quien apoyara el dictador en Damasco en el marco de la “Primavera de los pueblos árabes”. En ese contexto, se informó, en varios periódicos árabes, que Hezbollah apuró el desmantelamiento de sus armas de Siria y Líbano. Si eso no fuese suficiente, pareciera que, en los últimos años, Hezbollah sufre de problemas económicos graves. Hace dos años, fue publicado que, Hezbollah, perdió cientos de millones y, quizás, miles de millones, a partir de una complicación de inversiones con un empresario chiita. Además, la revista alemana Der Spigel informó que, la organización, sufre de un problema de efectivo desde Irán, que cayó en sus propias dificultades económicas a partir de las sanciones internacionales que le fueron impuestas.
Cinco años después de la guerra no cabe duda que, Hezbollah, ocupa otro lugar, pero ¿será mejor? Eso no queda claro. Mientras tanto, los desafíos a los que se enfrenta solo crecen y aumentan. A pesar del sostén del sistema político libanés, en una próxima guerra, en especial en el marco de la decisión del Tribunal por el asesinato de Hariri y los incidentes en Siria, Nasrallah sabe que no podrá huir de la responsabilidad pública, como hace cinco años.
CIDIPAL
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