lunes, 18 de febrero de 2013
Un acuerdo imposible
Comité Central Israelita del Uruguay Editorial CCIU -
Vivimos momentos de cambios sustantivos, con culturas diferentes expresando a viva voz sus particularidades y deseos de predominio, de búsquedas de caminos entre escollos de sistemas contradictorios, algunos decadentes, otros emergentes; un “todo” espinoso, difícil de decodificar. Como hace siglos no sucedía, la humanidad navega entre una simultaneidad de recuerdos pasados y futuros idealizados, inmersa en un presente esquivo, no resuelto ni comprendido.
Argentina es un país enorme que cuenta en su inventario con un valiosísimo bagaje de cultura y prosperidad. Sin embargo, tampoco puede sustraerse a las dificultades políticas y geopolíticas de un mundo tan variable y complejo; a esta mutación universal sin tregua, cuyos centros de poder se desplazan, sus valores se transforman y otros emergen con velocidad de vértigo, donde falta la perspectiva del análisis histórico y se carece de tiempo de reflexión para no olvidar lo más elemental: distinguir lo que está bien y lo que está mal.
Que un país como Argentina no tenga ni la capacidad ni la voluntad durante penosos veinte años de resolver dos atentados criminales, primero contra la representación diplomática de un país en su territorio y después contra una de sus mayores comunidades, parte decisiva de su matriz ciudadana, junto a las demás comunidades de inmigrantes y criollos, está mal.
Que la administración política y la Justicia no hayan actuado con diligencia y como custodios del conjunto de la sociedad, sacrificando “el pacto social”, sin enjuiciar y castigar a los culpables, está mal.
Aliarse, como alternativa, en un “acuerdo” con un régimen teocrático, terrorista y brutal como Irán, negacionista de la Shoah y judeofóbico, homofóbico, que reprime la disidencia, donde la intolerancia -no solo de género- es extrema, está mal. Podría incluso ser peligroso, por el precedente que sienta.
El negacionismo iraní y su judeofobia fueron precisamente los motivos conceptuales de ambos atentados y ello no varió. Está comprendido en su “Yihad: guerra santa”. La visión y acción del régimen de los Ayatolas, plantea una lucha desde la religión, contra su concepción de la “decadencia moral, occidental, infiel”. La Sha’aría: única ley del Islam -rigurosa “al pie de la letra” del Corán- que rige en Irán, no tiene puntos de encuentro con ningún Código Jurídico Occidental, tampoco el argentino.
No hay chances, ni siquiera teóricas, de ningún acuerdo en estos marcos establecidos.
Por ello, no “lloro por ti Argentina”, país hermano en la búsqueda de tu camino. Lloramos por los cientos de víctimas de “tu AMIA”, Argentina, que son “tus ciudadanos”. Los asesinados, los mutilados, los familiares, la gente de buena voluntad, los que creyeron en tu institucionalidad y justicia para resolver los atentados iraníes en tu propio territorio argentino. Por quienes han luchado, cientos de legisladores latinoamericanos, todas las comunidades judías del continente y todas las personas que no aceptan tales abusos y violencia.
No escuchar esas voces, no atender sus clamores sería un gran error.
Si eso ocurre, las víctimas de la AMIA serían defraudadas y quienes por ellas padecen no podrían superar su aflicción ni recuperar el sentido de justicia, así como la digna restitución –al menos- de la memoria de sus seres queridos.
Una injusticia más que la historia probablemente no olvidará.