jueves, 14 de abril de 2016

Contextos

Enseñar árabe en las escuelas israelíes

Por Mohamed Ahmed Abdelaziz 

Escuela palestina
"Un proyecto de ley presentado por el parlamentario de derechas Oren Hazan, miembro del Likud, y aprobado por la 'Knéset' pretende modificar el impacto de la lengua en un Levante asolado por los conflictos. La nueva ley exigiría que, desde los seis años, se enseñe árabe a los estudiantes israelíes no árabes, y hebreo a los árabe-israelíes""Algunos de quienes se oponen al proyecto de ley están de acuerdo en que favorecer el aprendizaje del árabe es algo bueno, pero consideran un error hacer que esas clases sean obligatorias""Puede que la actual oleada de violencia entre israelíes y palestinos obligue a ambas partes a buscar juntas una base común sobre la que asentar los principios necesarios para una coexistencia pacífica. No hay mejor modo de conseguirlo que comprendiendo la lengua y la cultura del otro"
La lengua desempeña un papel fundamental en la vida (y la muerte) de los seres humanos. Grandes discursos han empujado a muchas naciones y a varias religiones a guerras terribles. Por otra parte, también ha hecho posibles conversaciones de paz y concentraciones contra la violencia. En otras palabras: ha sido una fuerza constantemente mutable.
Recientemente, un proyecto de ley presentado por el parlamentario de derechas Oren Hazan, miembro del Likud, y aprobado por la Knéset, pretende modificar el impacto de la lengua en un Levante asolado por los conflictos. La nueva ley exigiría que, desde los seis años, se enseñeárabe a los estudiantes israelíes no árabes, y hebreo a los árabe-israelíes.
Que un miembro del Likud presente semejante propuesta resulta algo inesperado, dado que el partido siempre se ha opuesto enérgicamente a la enseñanza del árabe en las escuelas, con el argumento de que con ello se pone en peligro la integridad del Estado judío. En 2014 varios parlamentarios del Likud elaboraron un proyecto legislativo denominado Ley sobre la Naturaleza Judía del Estado, o ”Israel como Estado-nación del pueblo judío”, cuyo objetivo era abolir el estatus del árabe como lengua cooficial del Estado. Lo que impulsó a Hazan a presentar el nuevo proyecto de ley fue el aumento de la violencia israelo-palestina, que ha suscitado un persistente temor entre los israelíes, que se sienten incómodos cuando oyen a otras personas hablando árabe en lugares públicos.
Este proyecto de ley ha provocado reacciones encontradas. Quienes lo han propuesto sostienen que la norma facilitaría el entendimiento y la coexistencia pacífica entre israelíes y árabes. Por ejemplo, el fundador del movimiento Wasatia en pro de una interpretación moderada del islam, el doctor Mohamed Dayani, cree que es “un valiente paso con el que la Knéset enviará un mensaje positivo al mundo” y añade:
El árabe es la lengua del islam; los judíos necesitan hablarlo para construir puentes de entendimiento con los musulmanes. También es el idioma de los árabes, con los que Israel debería esforzarse por hacer la paz.
Otros defensores del proyecto creen que integrar a profesores árabes en escuelas judías e instruirlos para que aborden cuestiones sensibles impedirá que los niños adopten estereotipos negativos. Además, varios destacados líderes israelíes, como el primer ministro fundador, David ben Gurión, aprendieron árabe y dejaron huella al servicio de su país. El Dr. Mohamed Emara, profesor de Literatura y director del Departamento de Inglés en el Colegio Universitario Beit Berl, considera que adoptar diversos enfoques, incluido el de la lengua árabe en Israel, es algo fundamental y necesario para disminuir la división interna y la polarización que sufre el país.
Algunos de quienes se oponen al proyecto están de acuerdo en que favorecer el aprendizaje del árabe es algo bueno, pero consideran que hacer que esas clases sean obligatorias es un error. Ehud Yaari, veterano corresponsal sobre asuntos árabes, comentaba que Israel creó previamente un comité de seis personas para estudiar la cuestión del aprendizaje obligatorio del árabe, que llegó a la conclusión de que las clases de árabe serían una pérdida de tiempo para los estudiantes israelíes: aprenderían árabe y luego lo olvidarían rápidamente, ya que no emplearían esa lengua en su vida cotidiana. Yaari añadió que la decisión de impartir árabe exigiría que el sistema educativo israelí preparara a al menos 5.000 profesores de árabe del más alto nivel, pero señaló que eso no es posible de momento porque hay un número limitado de profesores de árabe.
Otros se oponen desde un punto de vista ideológico; alegan que no hay necesidad de aprender el idioma mientras los árabes usen un lenguaje agresivo y cargado de odio. Sostienen que no hay espacio para el intercambio cultural o humanitario con los árabes en general y los palestinos en particular hasta que no cambien ese discurso. Quienes se muestran contrarios al proyecto de forma más radical sostienen que no hay una cultura común para árabes e israelíes, y que la cultura árabe promueve la violencia y considera que matar es el camino que conduce a Alá. Estos radicales citan la opinión de Malcolm X para defender su postura: “Sólo un loco dejaría que su enemigo enseñara a sus hijos”. Para quienes tienen este punto de vista tan extremo, los niños palestinos aprenden a apuñalar a otros mientras a los israelíes les hacen aprender árabe. Algunos padres israelíes también temen que las ideas potencialmente retorcidas de los profesores árabes que trabajen en escuelas israelíes puedan pervertir a sus hijos.
Los argumentos más extremos con los que se trata de defender la completa falta de sintonía cultural son fáciles de desarmar. Las oleadas de inmigrantes judíos iraquíes, yemeníes, egipcios, marroquíes y de otros países árabes implican que muchos israelíes tienen ancestros de lengua árabe. También es importante señalar el solapamiento literario de escritores árabes y judíos en el pasado. Escritores árabe-judíos como Sami Michael, Simón Ballas e Isaac bar Moshé escribieron sus obras en árabe. Autores árabes como Antón Shamas, Naim Araidi, Siham Daud, Frauq Mawasi y Salman Masalha también han escrito obras en hebreo.
Este solapamiento apunta a cómo aceptar diversas lenguas puede desempeñar un papel destacado a la hora de unir a la gente y de hacer posible el entendimiento y la apreciación cultural mutuos. Hay iniciativas de paz únicas y destacadas basadas en este principio, entre ellasYa Salam y Let’s Talk, que unieron a estudiantes israelíes y árabes en una misma aula para estudiar árabe a través de la cultura árabe, por ejemplo con obras de teatro y música. Estas experiencias lograron sacudir la inercia cultural y borrar estereotipos negativos que los estudiantes israelíes albergaban sobre los árabes. La mayoría de los estudiantes que participaron en esos programas consideró que habían contribuido de manera significativa a la reconciliación cultural entre ambas partes y que habían suscitado más opiniones positivas.
Puede que la actual oleada de violencia entre israelíes y palestinos obligue a ambas partes a buscar juntas una base común sobre la que asentar los principios necesarios para una coexistencia pacífica. No hay mejor modo de conseguirlo que comprendiendo la lengua y la cultura del otro. Y es claramente ilógico despreciar el idioma que habla el millón y medio de árabes que constituyen el 18% de la población de Israel.
No hay duda de que la lengua es algo fundamental en la acción humana, y de que supone la puerta para entender las actividades socioeconómicas de pueblos diferentes, así como sus concepciones conflicto y paz. Es algo que deben reconocer las instituciones educativas de Israel:aprender árabe no es sólo un fin en sí mismo. Su principal objetivo debería ser más bien promover la coexistencia pacífica, la igualdad, el respeto a los derechos ajenos, el perdón y la igualdad de oportunidades. Sin invocar esos objetivos, el proceso de aprendizaje del árabe se apartará de su mayor objetivo: apoyar la reconciliación entre israelíes y palestinos, tanto en Israel como en la Margen Occidental y en Gaza.
Si los motivos de Israel para enseñar árabe se derivan de consideraciones relativas a la seguridad y de un deseo de conocer al enemigo, el presente y el futuro exigen que esos objetivos se amplíen e incluyan el intercambio cultural e intelectual. Eso no sólo tendrá consecuencias positivas en las relaciones israelo-palestinas, sino que supondrá un paso para transformar toda la región e incluir a las naciones árabes que rodean a Israel, sobre todo a aquéllas que se han unido mediante vínculos diplomáticos y económicos. Dominar la lengua árabe contribuirá de manera muy significativa a la consolidación de las relaciones e impulsará la normalización de las mismas con los países vecinos. Incluso aunque enseñar árabe no ayude a conseguir ahora mismo la paz entre árabes e israelíes, al menos ayudará a establecer un entendimiento que represente la base del proceso de paz en el futuro.
© Versión original (en inglés): Fikra Forum
© Versión en español: Revista El Medio

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