El Estado Islámico de los ingenieros y los médicos
Los escuadrones de Estado Islámico se parecen a los que iniciaron Al Qaeda, y sorprende que en Occidente se imagine a marginales desesperados degollando a enemigos como única opción de vida. Ese enfoque no lleva a ninguna parte. El asunto es más complejo.
Occidente se pregunta qué pasó que, de pronto, le apareció un enemigo llamado Estado Islámico.
“El 20 de noviembre de 1979 fue testigo de un acontecimiento que trocó la historia del reino y por extensión las corrientes políticas y de pensamiento que se desplazaban por la región. Aquel día, un grupo de “puristas” (Ijwan), al mando de Juhayman al Otaybi -ex miembro de la Guardia Nacional saudí-, tomó por la fuerza de las armas la Gran Mezquita de La Meca, corazón del islam. Al grito de “muerte a los corruptos”, los sublevados se atrincheraron tras sus muros y exigieron la caída de la casa de Al Saud, a la que acusaban de haber pervertido la verdadera fe. El pulso acabó al mes con un baño de sangre y una decisión política crucial. Escasas semanas después, Estados Unidos, Pakistán y Arabia Saudí rubricaron un pacto secreto para formar una columna de mercenarios muyahidín -combatientes islámicos- con el objeto de luchar contra las tropas soviéticas en Afganistán. Todos ganaban. Riad abría un puente para deshacerse de los elementos críticos más radicales de la sociedad -vía que también aprovecharían otros dictadores como Ben Alí en Túnez o Mubarak en Egipto, además de las monarquías vasallas del Pérsico; Islamabad lograba nuevas fuentes de financiación para su oscuro régimen castrense; y Washington sumaba una fuerza adicional -y externa- en su cruzada contra el comunismo. Desde que en la década de los 40 las teorías de Hasan al Banna -fundador de los Hermanos Musulmanes- ganaran prestigio en el espectro ideológico del islam, Estados Unidos había percibido ya el islamismo radical armado (yihadismo) como un aliado natural en el equilibrio de fuerzas de la guerra fría.
El llamado “puente de los muyahidín“, que facilitó el reclutamiento y la fanatización de miles de familias, se vio acompañado por un robustecimiento de la campaña internacional de proselitismo wahabí, iniciada durante el mandato del rey Faisal (1964-1975) y que aún hoy es uno de los pilares de la política del reino. Junto a los combatientes y sus familias, partieron también profesores, imanes y ulemas. Según datos de los servicios secretos de USA, Riad gastó desde entonces más de US$ 4.000 millones anuales en la construcción de escuelas coránicas (madrasas), mezquitas, centro culturales y medios de comunicación afines en todo el mundo. En los palés de armas, cargados de fusiles, lanzagranadas y otro tipo de armas ligeras salidas de la industria estadounidense- viajaban también ejemplares del Corán, libros de texto wahabíes y sermones grabados. (…)”,
Khalid Sheikh Mohammed, el “principal arquitecto de los ataques del 11/09/2001”, según la Comisión del 9-11, creció en el seno de una familia religiosa en Kuwait y se unió a la Hermandad Musulmana a los 16 años. En 1986, Mohammed se recibió de ingeniero mecánico por laUniversidad A&T del estado de Carolina del norte, antes de irse a Afganistán a participar de la resistencia contra la Unión Soviética, en donde entró en contacto con Osama bin Laden. Mohammed es uno de los 8 ingenieros, entre las 25 personas que estuvieron detrás del atentado a las Torres Gemelas en 2001.
Y es apenas un ejemplo paradigmático de una tendencia que han comprobado el politólogo Steffen Hertog y el sociólogo especializado en suicidio, Diego Gambetta, en un estudio que se ha convertido en libro en marzo de este año:
“(…) los terroristas islamistas que vienen de países musulmanes y forman parte de grupos como el Estado Islámico no son personas desesperadas y sin porvenir, como podría creerse. En cambio, se trata de gente con una educación por encima de la media en sus sociedades de origen. Y hay entre ellos una sobrerrepresentación extraordinaria de ingenieros.”
(Sus pares que provienen de países occidentales, suelen tener niveles mucho más bajos de educación pero dentro de los que sí han ido a la universidad, se comprueba la misma tendencia de una mayoría de ingenieros). ISIS, Al Qaeda y otros, cuentan, entre sus filas, con una gran mayoría de ingenieros y otras ciencias ‘duras’, en comparación de la casi ausencia de graduados en humanidades, leyes u otras ciencias ‘blandas’.
“Con bases de datos de creación propia, y una vez desterrado el tópico de que los terroristas son gente sin nada que perder, los dos investigadores han tratado de buscar el porqué de esta realidad –afirmó el portal madrileño Esglobal, del centro de estudios Fride. Lo han hecho cotejando bases de datos de comportamientos psicosociales con los perfiles de los radicales estudiados, para concluir que hay dos factores clave: primero, la falta de movilidad social para los ingenieros en el mundo musulmán, por una abundancia de licenciados; y segundo, el esquema mental particular asociado con el orden y la jerarquía que es más frecuente en este tipo de profesional.”
Casi un 50% de ingenieros
El libro “Ingenieros de la yihad: la curiosa conexión entre educación y extremismo violento” -la primera investigación sistemática sobre niveles y tipos de educación de radicales políticos operando a través del mundo musulmán y Occidente-, surgió del análisis que Hertog y Gambetta hicieron de los trasfondos educacionales de 4.000 activistas islamistas, tanto violentos como no-violentos.
¿Qué encontraron? Una fuerte sobre-representación de ingenieros.Según sus datos, hay una proporción 17 veces mayor de ingenieros que en las sociedades de origen. Este matiz es muy importante, explica el portal Esglobal: las sociedades musulmanas habitualmente suelen tener una predilección por las carreras de ingeniería para los varones, pero esa desviación ya ha sido tenida en cuenta en el estudio.
Los médicos también tienen una representatividad 10 veces mayor que la norma.
Pero de entre 207 islamistas radicales que provienen del mundo musulmán cuyas carreras de grado conocemos, escribieron Hertog y Gambetta en la revista Foreign Affairs, 93 (o sea el 45%) han estudiado ingeniería. El promedio, entre las poblaciones generales de los países estudiados, es solo de 11,6%.
Entre 71 islamistas que provienen de países occidentales cuya educación superior se conoce, 32 han estado en algún momento inscriptos en la carrera de ingeniería (o el 45%), comparado con el 16% para la población general de graduados occidentales.
“Hay poca duda ya sobre que los islamistas radicales y violentos, más allá de los que se encuentran sumidos en grupos insurgentes o en una guerra civil, están vastamente más educados que sus compatriotas”,explicó Hertog al portal Esglobal.
“A pesar de que en los últimos años los movimientos islamistas parecen estar llevando a cabo un proceso de proletarización, en las últimas tres décadas se observa una sobrerrepresentación de los más educados, se mire por donde se mire”, agregó.
Diferencias educativas entre yihadistas
Las 2 imágenes principales que aparecen de los yihadistas en los medios occidentales, explicaron los investigadores en la revista Foreign Affairs, son diametralmente opuestas.
> Una pinta al terrorista como un marginal social.
Por ejemplo, Chérif Kouachi, el más joven de los 2 hermanos cuyo ataque a las oficinas de Charlie Hebdo en París, dejó a 12 personas muertas, en enero de 2015, era un aspirante a rappero que hacíadelivery de pizza y tenía un récord de crímenes menores.
Amedy Coulibaly, un cómplice suyo que mató a 1 policía y 4 rehenes en un supermercado kosher de París durante la matanza de los Kouachis, había sido 5 veces condenado por robo a mano armada. Ninguno de ellos poseía educación superior.
> La otra imagen es la del terrorista como un experto altamente educado, tal como Khalid Sheikh Mohammed o como la cabeza de al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, un médico.
Seifeddine Rezgui, quien asesinó a 38 personas en una playa de Túnez en 2005, era un estudiante de ingeniería eléctrica en una universidad local.
Ambos estereotipos tienen un trasfondo de verdad. Es que, según los hallazgos del politólogo y el sociólogo, existen contrastes educativos muy marcados entre los yihadistas que vienen de los países musulmanes y los que vienen de países occidentales.
Las posibilidades de que un islamista radical del mundo musulmán haya ido a la universidad son 15 veces más altas de que lo haya uno de sus pares del mundo occidental, según datos que surgieron de su análisis.
“Encontramos que graduados de materias tales como ciencia, ingeniería y medicina están fuertemente sobre-representados en movimientos islamistas en el mundo musulmán, a pesar de que no lo están en los grupos extremistas islámicos que han emergido en países occidentales más recientemente. Encontramos también que los ingenieros están fuertemente sobre-representados en grupos violentos en ambos campos. Esto es más misterioso ya que los ingenieros están casi ausentes entre los extremistas violentos de izquierda y solamente presentes entre los extremistas de derecha. Consideramos cuatro hipótesis que podrían explicar este patrón”,fue una conclusión.
> ¿Es la preeminencia de ingenieros entre los violentos islamistas un accidente de la historia amplificado por los lazos en las redes, o sus habilidades técnicas los vuelven reclutas atractivos?
> ¿Tienen los ingenieros una ‘mentalidad’ que hace que hagan juego particularmente bien con el islamismo, o es su vigorosa radicalización explicada por las condiciones sociales que soportaron en los países islámicos?
Lo natural es pensar que hay tantos ingenieros entre los radicales porque los ingenieros son recluidos por sus habilidades técnicas. Pero no hay evidencia de eso. Si se divide a los yihadistas por sus funciones en los grupos, solo el 15% de los ingenieros trabajan haciendo bombas, y el 26% tienen roles en la comunicación, afirman Gambetta y Hertog.
Ellos consideran que la explicación más plausible de sus hallazgos es la interacción entre las 2 últimas causas mencionadas.
La pobreza no engendra terrorismo
La explicación que prefieren los autores, sobre el porqué de la sobre-representación de ingenieros y médicos en las filas de grupos como el Estado Islámico se basa en la combinación entre una mentalidad particular, propensa a la simplificación, una comprensión monista del mundo, el deseo de que los arreglos sociales existentes sean preservados, con factores sociales clave como la falta de oportunidades profesionales.
Gambetta y Hertog aseguran que la misma mentalidad que lleva a los ingenieros al Estado Islámico puede llevar a que los ingenieros estadounidenses adhieran a opiniones políticas fuertemente conservadoras.
Por otro lado, hay un fenómeno histórico socio-cultural que es clave, que los autores denominan la “privación relativa” que han sufrido los profesionales desde los años ’70 en el mundo árabe: la combinación de altas aspiraciones con ausencia de posibilidades.
Los ingenieros en los países musulmanes, al igual que los médicos, suelen tener un statu-quo social alto. La historia de Egipto y otros estados árabes ilustran cómo el radicalismo entre los graduados universitarios emergió por primera vez en la década del ’70, describieron los investigadores en la revista Foreign Affairs.
La dificultad o imposibilidad de insertarse laboralmente con que se encontraban estos graduados universitarios fueron una mina de oro para los grupos islamistas. Surgieron redes radicales que emergieron en las universidades y fueron construidas sobre el rechazo al sistema corrupto de patronazgo que funcionaba en los regímenes seculares, que impedía a los nuevos graduados acceder a las posiciones importantes.
Los movimientos islamistas predicaban un estilo de vida austero como signo de piedad y rectitud moral, y rechazaban el privilegio y la corrupción que emanaban de las “occidentalizadas” élites gobernantes. Los ingenieros, puntualmente, son la punta de lanza de ese grupo de las expectativas frustradas.
La ingeniería es universalmente una de las carreras más demandantes del mundo musulmán, es muy difícil entrar. Se necesita talento y ambición. La conclusión de los autores desafía a la muy difundida teoría de que “la pobreza engendra terrorismo”.
La radicalización no le es atribuida a niveles absolutos de subdesarrollo, sino a la “privación relativa”: las expectativas frustradas de élites que no han prosperado en encontrar su lugar en sistemas corruptos y estancados.
Otro dato que comprueba lo propuesto por los autores es el hecho de que los ingenieros en países musulmanes como Turquía e Irán tenían más posibilidades de volverse terroristas que aquellos en Arabia Saudita, porque es más probable encontrar un buen empleo para los ingenieros en Arabia Saudita, en cambio los prospectos laborales en el Medio Oriente y los países del norte de África son pobres.
Hay menos graduados universitarios entre los extremistas que crecieron en Occidente porque la movilidad social en esos países es mucho mayor. Eso hace que sean los marginales la más importante fuente de reclusión para los radicales en los países occidentales.
Fuente:Urgente 24.com
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