jueves, 14 de abril de 2016

SEMANARIO HEBREO, ANA JEROZOLIMSKI

Entre luces y sombras-COMITE CENTRAL ISRAELITA




En una tierra milenaria como la de Israel, uno podría preguntarse qué es lo que realmente resulta digno de llevarse el título de "histórico". Cuando se anda pisando por donde anduvieron los profetas ¿qué puede merecer esa calificación? Pues este miércoles, modestamente, creemos que se hizo algo de historia en Israel, cuando Jamal Hakrush se convirtió en el primer oficial árabe musulmán en la policía israelí, en ascender a rango de Inspector General. Dado que la terminología de grados en las distintas armas y en países diferentes, no siempre es fácilmente traducible, creemos que lo más sencillo es señalar que el rango que recibió Hakrush, que en hebreo se llama "nitzav", es el equivalente al General en el ejército. Por sobre él, hay sólo un rango más, que ostenta en servicio activo únicamente una persona, el jefe máximo de la policía.

Claro...antes de ello, Hakrush evidentemente no era plomero sino alto oficial en la Policía de Israel, con un rango menor. Pero ineludiblemente, el ascenso tiene su simbolismo.Y no es casualidad que a la ceremonia fue el hoy ya retirado Imad Fares, que había sido en su primer momento el primer oficial druso en la policía israelí, en recibir ese mismo rango, Inspector General.

La luz es que eso es posible, que mientras detractores de Israel presentan al Estado judío como nido de racismo y discriminación, la realidad muestra lo contrario, deja en claro que quien desea ser parte integral, ciudadano como todos, puede serlo. No es que los desafíos no existan. Los hay, y muchos, aún por resolver. Pero se puede y la vida diaria es la prueba de ello. La sombra es el hecho que Hakrush estará al frente de un nuevo cargo que deja en claro las carencias que aún existían: la Autoridad de la policía responsable de mejorar e intensificar el servicio a la ciudadanía árabe del país, un 20% de la población. Si se despliega un esfuerzo especial para mejorar esa atención, el servicio policial en la vida diaria a los árabes israelíes, es porque hasta ahora no era lo que debía ser. Claro que la situación es más compleja que decir "no reciben el mismo servicio". Hay un alto índice de delincuencia en la sociedad árabe, de violencia familiar, de protagonismo en accidentes de tráfico mortales. No tenemos en estos momentos las cifras a nuestra disposición, pero en general, superan la proporción de los árabes israelíes en la población. Y claro está que la culpa no es de la policía que no está, al menos no sólo de la policía si no va donde se la necesita, sino de aquellos que violan la ley. Es un círculo vicioso complejo.

El hoy Inspector General Jamal Hakrush creció dentro de la policía israelí, habiendo comenzando hace muchos años su servicio como policía común. Ayer, al recibir el nuevo grado, exhortaba a sus conciudadanos y correligionarios a seguir sus pasos. Habrá quienes se molesten y se pregunten para qué necesita la policía del único Estado judío del mundo, oficiales árabes y encima musulmanes. ¿Acaso no hay judíos? No que el argumento sea descabellado, dado el conflicto y la tensión reinante en la zona. Pero nosotros optamos por ver la luz que esto irradia, el significado positivo de que ciudadanos israelíes de distintas procedencias, credos y comunidades, puedan ser parte del crisol común y trabajar juntos por el bien general. Sin duda, es mejor tener muchos Jamal Hakrsuh en la policía israelí, cuya vida misma es una demostración de la posibilidad de la convivencia cuando se apuesta por la paz y el mutuo respeto, que dos comunidades enemistadas y enemigas, en el mismo trozo de tierra.

Luces y sombras nos aportó esta semana también Tzahal, las Fuerzas de Defensa de Israel. Según informó este miércoles la radio pública "Kol Israel", en una revisación de rutina en un puesto de control carretero en la zona de la aldea Hawarta cerca de Jenin, al norte de Cisjordania, soldados israelíes confiscaron de un automóvil una bandera palestina y la quemaron, tirándola luego entre los arbustos, ante la mirada de decenas de palestinos.

Afortunadamente, sus mandos superiores fueron rápidos en reaccionar y al enterarse de lo sucedido, impusieron castigos disciplinarios a ambos. Uno de ellos recibió 20 días de prisión y el otro, 28 días suspendido dentro de la base, sin poder salir a su casa, retenido. "Los soldados actuaron indebidamente, no se comportaron como se espera de ellos y violaron las normas y órdenes de Tzahal", dijo el portavoz militar.

Siempre pensamos que el soldado de turno en determinado puesto, más que nada en su servicio militar obligatorio, tiene de guía principal a sus propios comandantes y las órdenes que estos imparten, pero que indefectiblemente, llegan a sus cargos también con lo que mamaron en sus hogares, con la educación o falta de ella con la que crecieron. Las órdenes no bastan.

Lo que hicieron estos soldados en cuestión, no tenemos duda, no representa las normas de las Fuerzas de Defensa de Israel. La quema de la bandera-y su confiscación misma-no quita la vida a nadie, pero es una vergüenza. Bien hicieron sus superiores en castigar a estos efectivos por ello, por una actitud que no sólo irradia falta de respeto a la otra parte sino total falta de responsabilidad. ¿Qué ganaban estos jóvenes con esa actitud? ¿Aportaban en algo a la seguridad nacional? ¿Impedían algún atentado?

La respuesta es un "no" rotundo.

La misión es preservar la seguridad nacional. Lo sucedido, no aporta ni dignidad ni seguridad a nadie. La reacción de los superiores, sí.

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