Nos guste o no, ser judío es ser un imán para el odio, sin importar lo injustificado o irracional que sea.
por Rav Benjamín Blech
No puedo sacar la horrenda imagen de mi mente.
El asesino llegó en motocicleta y se desmontó, agarró a la niña de ocho años del pelo, le puso una pistola en la cabeza y apretó el gatillo. Cuando la pistola no disparó, cambió el arma, le disparó a la niña a quemarropa en la sien, volvió con calma a su motocicleta y se fue.
También hubo otras tres víctimas en la escuela religiosa judía en Toulouse, Francia. Un rabino y sus dos pequeños hijos.
"Él estaba tranquilo y determinado. Los asesinó a sangre fría como si hubiese estado matando animales", dijo Nicola Yardeni, el presidente regional de CRIF (la organización Judía de Francia) después de ver la grabación del atentado registrada por las cámaras de vigilancia de circuito cerrado.
"Ves a un hombre estacionar su motocicleta, comenzar a disparar, entrar al terreno de la escuela y perseguir a los niños para agarrar a uno y dispararle una bala en la cabeza. Es intolerable mirar la grabación, él estaba buscando matar".
La matanza ejemplifica el crimen del archienemigo del pueblo judío, Amalek, quien atacó a los débiles y a los desamparados.
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Nosotros nos esforzamos para entender, pero el nivel de maldad involucrado sobrepasa todo lo que podríamos llegar a comprender.
Imaginar cómo alguien puede elegir a niños inocentes para asesinarlos está más allá de lo imaginable. Nos esforzamos para entender, pero el nivel de maldad involucrado sobrepasa todo lo que podríamos llegar a comprender.
Sin embargo, no aprender nada de este horripilante evento es robarle su significado y transformarlo en intrascendente. Debemos entender su importancia y su mensaje.
El asesino no sólo odiaba a los judíos, sino a otras minoría étnicas y religiosas. El odio a menudo necesita más de una salida, pero la historia ha probado fehacientemente lo que toda sociedad civilizada necesita reconocer: los judíos siempre tienen en el mundo el rol que el canario tenía para los mineros de carbón.
En el pasado, los mineros llevaban canarios a las minas porque eran extremadamente sensibles a los gases peligrosos. Respondían al peligro antes que lo hicieran los humanos, por lo que si los mineros veían que los canarios enfermaban y morían, sabían que el aire era malo y que debían escapar lo antes posible.
Eso es lo que los judíos hacemos por el mundo: somos su sistema de advertencia. Donde sea que haya mal, donde sea que haya odio, a nosotros nos afecta primero. Nos guste o no, ser un judío es ser un imán para el odio, para la envidia, para el resentimiento más allá de lo injustificado o irracional que sea. Si hay odio en algún lugar del mundo, nos encontrará; si hay maldad en algún lugar del mundo, nos convertiremos en su objetivo. La gente que está llena de odio por alguna razón, incluyendo el odio a sí mismos, nos convierten en el objetivo de su odio.
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Hay una buena razón por la que los malhechores odian a los judíos. Maurice Samuels lo expresa excelentemente bien cuando dice: Ninguna persona ama a su reloj despertador". Incomodamos al mundo porque tratamos constantemente de que se escuche el llamado Divino al comportamiento moral y ético. Hitler lo dijo con más claridad; atacó a los judíos antes de atacar a la civilización occidental y explicó por qué los judíos eran su prioridad para la extinción: "La conciencia" declaró, "es una invención judía. Es un defecto al igual que la circuncisión".
La existencia misma de los judíos es una amenaza para aquellos cuyo objetivo es erradicar toda aspiración a la moral.
La existencia misma de los judíos es una amenaza para aquellos cuyo objetivo es erradicar toda aspiración a un comportamiento moral y civilizado. Los judíos son señalados para ser aniquilados debido a su misión de ser una "luz para las naciones" – y quienes adoran las fuerzas de la oscuridad y del mal no pueden tolerar su presencia continua en la Tierra.
Es por eso que el antisemitismo no sólo pone a los judíos en peligro; los judíos son meramente los primeros en soportar el embate de los ataques de los malvados. Una vez que la invención judía de la conciencia está enterrada y el mensaje judío de la ética bíblica sea olvidado, el antisemitismo dejará en claro su objetivo máximo: la victoria de la iniquidad y el fin de la civilización.
El verdadero desafío del tipo de terrorismo que atestiguamos en Toulouse está implícito en las famosas palabras del pastor Martin Niemoller en respuesta a los horrores del Holocausto:
Primero vinieron por los judíos, yo no dije nada porque no era judío.
Después vinieron por los comunistas, yo no dije nada porque no era comunista.
Después vinieron por los sindicalistas, yo no dije nada porque no era un sindicalista.
Después vinieron por mí, y no quedaba nadie que dijera algo.
¿Cuándo entenderá el mundo esta simple verdad?
Los judíos derraman amargas lágrimas por la muerte de los santos, los inocentes y los puros en la escuela Ozar Torá, pero nuestros llantos no son sólo por las víctimas judías.
Lloramos porque somos testigos de una amenaza al mundo civilizado que está siendo identificado erróneamente como un problema judío – y luego convenientemente dejado de lado por considerar que no merece la preocupación global.
Lloramos porque los "hombres sabios de Europa" aún no se dan cuenta que el sufrimiento de los canarios del mundo, los judíos, augura consecuencias mucho más serias para toda la humanidad si no es tratado con seria convicción.
Estamos devastados de dolor porque vemos lo que ocurrió en Francia como un desafío para la firme postura del mundo en contra del terrorismo, y vemos mucha aceptación, adaptación y pasividad.
Quizás nuestras plegarias y nuestras lágrimas ayuden al mundo a despertar ante el llamado de nuestro despertador, urgiéndonos a preservar el mandato de la moral y la decencia.
Y quizás el exceso mismo de este horrendo acto permita que una de nuestras más grandes contribuciones a la humanidad, la invención de la conciencia, se active y prevalezca definitivamente en la guerra en contra del mal.
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