LOS JUDIOS SON LOS NIÑOS ADOPTIVOS DEL MUNDO
La estrategia liberal ha sido una de pasividad cooperativa. Pero tal vez ha llegado el momento de madurar.
Por David Mamet
Diciembre 25, 2024
traducida por Marcela Lubczanski
El sistema de acogida es notoriamente insuficiente, ineficiente y a menudo corrupto. Muchos pueden acoger niños por benevolencia, muchos por el estipendio del gobierno, algunos por razones nefastas, ¿y quién vigilará a los custodios?
Nosotros los judíos hemos sido los niños adoptivos del mundo—sin hogar durante 2,000 años, y por lo tanto sin poder más que para aceptar cualquier medida de protección (real, imaginaria o condicional) que nos ofrezca el país de acogida. En algunos fuimos esclavos, en algunos fuimos tolerados como ciudadanos de segunda. En ningún país fuimos aceptados como ciudadanos plenos, sin ese guión que siempre es un asterisco.
Al niño en un hogar moderadamente feliz no se le requiere continuamente que reevalúe su seguridad. El es libre de utilizar sus energías en otro lado, incluso en la rebelión. Pero el hijastro o adoptado debe primero y siempre considerar su seguridad existencial en un hogar insalugre, cuyos habitantes plenos, en cualquier momento, pueden recordarle un estátus como víctima designada.
Todo miembro de la familia descubre y arma su identidad en el grupo: el payaso, el sufriente, el sabio, el pacifista, la bella, el problemático. El judío como hijastro se ha identificado, desde la caída del Templo, como el villano predeterminado.
El mimetismo batesiano en los animales es la adopción de coloración en el contorno y comportamiento imitando a criaturas más salvajes. El judío liberal emplea una táctica opuesta: El realiza pasividad cooperativa, demostrando su falta de demanda de la ciudadanía plena.
A los judíos de la diáspora se les recordó abiertamente, y ahora se les recuerda nuevamente, que existimos en el sufrimiento, el cual podría ser retirado si no lo admitimos y obedecemos al anfitrión—incluyendo, si se requiere, acusación y sacrificio de los nuestros. Este es el motor de la dedicación del Judaísmo liberal a un Partido Demócrata, cuyo único beneficio (para los judíos y los no judíos) es mantener a raya la amenaza de exclusión. Los judíos tienen una sensibilidad cultural desafortunada hacia la amenaza, lo que es el motivo por el cual somos uno de los últimos grupos identitarios en seguir siendo demócratas.
La Cristiandad es devoción a un Hombre que para los cristianos es Dios. El nació sin intercesión humana, como lo fue su madre, María. El es la figura aspiracional de un humano libre de pecado. Pero Cristo no era cristiano—él era un judío.
Isaac, el hijo del fundador del Judaísmo, fue concebido milagrosamente, en Sarah, nuestra primera matriarca. Abraham la prostituyó con el Faraón, a cambio de su seguridad. La madre de la nación judía fue una víctima de tráfico sexual.
Nosotros los judíos sostenemos que el Mesías no ha llegado y esperamos su llegada, como un descendiente del Rey David, el ancestro de David fue Ruth, una moabita. Ellos eran descendientes de Lot y de las hijas de Lot, concebidos a través del incesto con su padre. La línea de David continuó con Salomón, quien fue concebido a través de la relación adúltera de David con Batsheba. Esa es la línea del Mesías.
Algunos cristianos creen que aunque Jesús descendía de David, el linaje manchado fue quebrado a través de la inmaculada concepción. Los judíos observantes sostienen que la salvación humana final debe venir de un descendiente de pecadores—como ustedes y como yo y nuestros hijos.
El judío aculturado puede observar la pecaminosidad inherente de la humanidad. A diferencia de sus hermanos cristianos, él está inconsciente del analgésico. Para ellos es la sumisión a Cristo; para él, el arrepentimiento, caridad y oración ordenados bíblicamente. Las "buenas obras" no son parte de la receta, porque la mente humana defectuosa es imperfecta a la hora de determinar su identidad. El judío, sin embargo, es susceptible a la fascinación por parte de ese grupo prometiendo ahorrarle el problema.
Los rabinos sugieren que deberíamos actuar como si el mundo estuviera equilibrado de forma uniforme entre personas buenas y malas, con uno mismo siendo el factor divisorio. Uno debería entender que la propia vida está igualmente equilibrada, y la complexión del mundo dependerá del siguiente acto de uno.
El hijastro asustado y sin hogar podría fingir "bondad" hasta el fin de los tiempos, y aceptar cualquier indignidad en lugar de arriesgar una tenue aceptación momentánea. El no tiene voz en la mesa de la cocina. Como él, el judío liberal aculturado no puede criticar a la entidad protectora. Esa es la provincia reservada al ciudadano pleno.
No existe tal cosa como un "adulto adoptivo." El individuo maduro, judío o no judío, es uno que reconoce que la infancia terminó; que su vida y suerte ahora serán los resultados de sus acciones, y que su siguiente acto es todo lo que él puede controlar del mundo. Sus pensamientos, sentimientos, intenciones y explicaciones no cuentan para absolutamente nada—él no puede cambiar el pasado, y el futuro es incognoscible. El futuro, o sea, incluido tanto su siguiente acto como sus repercusiones.
Theodore Herzl era un judío asimilado. El vió la degradación de Alfred Dreyfus y razonó su camino hacia "El Estado Judío." el libro que inspiró la fundación de la Israel moderna.
Chuck Schumer, un senador judío de New York, bloqueó una resolución que habría impedido que la administración Biden bloqueara la ayuda militar a Israel, y otra para censurar a la Corte Penal Internacional por acusar al Primer Ministro Benjamin Netanyahu. Tal vez sea el destino del Sr. Schumer, como el de Herzl, hacer entrar en razón a los judíos.
El Sr. Mamet es un dramaturgo, director de cine y guionista.
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