ANTISEMITISMO EN ESTADOS UNIDOS DE AMERICA: MI RECORRIDO POR LOS CAMPUS
Cuando veo la determinación de estos corajudos estudiantes judíos erguidos, siento esperanza.
Por Bernard-Henri Lévy
Noviembre 14, 2024
traducida por Marcela Lubczanski
La Universidad del Sur de California y la Universidad de California, Los Angeles. Dos instituciones prestigiosas donde el espíritu del odio antisemita ha estado arreciando en Estados Unidos desde el 7 de octubre del 2023. Estos estudiantes afirman seguir la teoría francesa y a Michel Foucault. Bueno, estoy aquí para hablarles a ellos sobre el Foucault que yo conocí: el que acababa de regresar de California y quien en 1975, estuvo entre los primeros, junto con Jean-Paul Sartre, en protestar por la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas que igualaba el Sionismo con el racismo.
Los Angeles es la primera parada en mi recorrido de 10 días de campus en América del Norte, la que anuncié en estas páginas el mes pasado. La siguiente son los Colegios Claremont, donde un grupo de activistas progresistas están indignados porque el autor de "Israel Sola" esté invitado. Es una ocasión doble: Una profesora de estudios del Holocausto me ha invitado para que de una clase de invitado en su seminario, y hay una reunión donde yo insto a los estudiantes a no sucumbir ante la intimidación: "Israel, esta democracia multiétnica y multirreligiosa que ha soportado 75 años de guerra sin caer en el abismo del estado de emergencia, puede y debería ser defendida—no a pesar de, sino debido a sus creencias progresistas."
La noche de la elección en Stanford, donde una vez enseñaron los filósofos franceses Michel Serres y René Girard. Una pantalla gigante detrás de mí, apagada. Los ojos de los estudiantes que veo me dicen todo lo que necesito saber mientras el mapa se vuelve rojo. Para la medianoche, terminó: Estos jóvenes judíos liberales saben que ahora tendrán, como aliado, a un presidente con quien no comparten casi nada.
Una parada en Vancouver, luego Toronto, donde Francesca Albanese, la relatora especial de la ONU que acusa implacablemente a Israel de "genocidio," está programada para hablar. Yo no quiero que ella tenga la última palabra, pero sus partidarios parecen igualmente determinados a no permitirme tener una palabra en lo absoluto. Ese es el motivo por el cual mi discurso tiene lugar en un auditorio en el sótano fuertemente asegurado, vigilado por líderes estudiantiles preocupados por un incidente. Yo digo que se a partir de la experiencia lo que es un proyecto genocida—Bangladesh, Bosnia, Ruanda, Darfur, Ucrania. Un ejército que, justo esta mañana, coordinó la transferencia de 231 niños gazatíes con enfermedades poco comunes a hospitales emiratíes obviamente no tiene nada que ver con genocidio.
La Universidad de Michigan, en Ann Arbor, está entre aquellas donde el antisionismo que disgustaba a Sartre y a Foucault está más arraigado académicamente. Clases de derecho, películas, historia del arte, economía, geografía, disciplinas literarias—todas son terreno propicio para las diatribas contra Israel y el "genocidio," Israel y el "apartheid," Israel y el "colonialismo." Para los miembros de la Junta de Regentes visiblemente desbordados por la escala de la agitación: "¿Por qué no tomar en serio a esta gente, invitar a los mejores expertos en el mundo, y agendar cursos de estudios verdaderos e integrales sobre colonialismo, apartheid o genocidio?"
El filántropo Tom Kaplan se siente en casa en Harvard, y él me presenta en la cena anual organizada por la escuela de derecho y Chabad. Acaba de llegar la noticia del pogrom en Amsterdam. Como es costumbre, el estribillo del negacionismo está empezando a ahogar los gritos de las víctimas que fueron perseguidas, golpeadas, arrojadas dentro de los canales de la ciudad, y acusadas de "iniciarlo." Aun si ellos se comportaran como vándalos, preguntan los estudiantes, ¿por qué debería ser permisible lincharlos debido a que son judíos? ¡Bien dicho, muchachos!
Mi teoría del día, desarrollada en la Universidad de Columbia frente a unas cien personas jóvenes reunidas en la Casa Chabad del campus: Los judíos de Europa y Estados Unidos, hasta hoy, disfrutaron, con el triunfo del Iluminismo, de protección incondicional. ¿Qué sucede ahora cuando se les dice, "Ustedes tienen el derecho de ser protegidos, pero sólo si no son abiertamente o excesivamente "sionistas"? ¿O cuando, por el otro lado, Donald Trump advierte en su discurso de septiembre ante el Consejo Estadounidense Israelí que los votantes judíos tendrán la culpa, y el estado judío no podrá sobrevivir, si él pierde? En ambos casos, la protección otorgada a los judíos está sujeta a condiciones establecidas por el aspirante a protector. Allí radica, en la nueva Jerusalén imaginada por los Padres Fundadores, una aterradora regresión moral.
La Universidad de Pennsylvania es donde esta locura ha hecho el mayor daño—hasta la renuncia de la Presidenta Liz Magill, incapaz de responder a la pregunta planteada durante su audiencia en el Congreso: ¿Llamar al asesinato de estudiantes judíos es una violación a las normas de su institución? Yo presto atención a la asamblea de profesores que han venido a compartir su angustia como académicos eminentes humillados por "rufianes del público" (Nietzsche) interrumpiendo sus clases con cánticos de "Palestina Libre" y "¡Globalicemos la Intifada!" ¿No tuvo mi generación también su parte de aspirantes a Guardias Rojos? Ciertamente. Pero Benny Lévy, su líder, se detuvo en seco cuando el antisemitismo asomó su cabeza.
¿Cómo deberíamos responder, me pregunta un estudiante brillante y angustiado de la Universidad de Ohio, a los profesores que nos dicen que Israel es una "creación colonial"? Tienes que interrumpirlos. Tienes que destituirlos. Tienes que tratarlos en la forma en que los estudiantes de mayo de 1968 trataron a los docentes más reaccionarios. Explicar a estos ignorantes que la mitad de los fundadores de Israel eran indígenas y que, si los otros en verdad llegaron desde Europa, no era conquistadores sino refugiados—escapados a quienes Europa veía como basura.
Un comentario hecho en Princeton por parte de mi camarada el Prof. Michael Poliakoff del Consejo Estadounidense de Síndicos y Ex Alumnos: "¿Ves este escritorio? Era el escritorio de Einstein. No se si Einstein todavía sería estimado digno de enseñar en este sancta sanctorum de la Ivy League. No suficientemente progresista. ¡Y qué idea extraña tener un pie en la Universidad Hebrea de Jerusalén! Demasiado judío este Albert Einstein..."
La Universidad George Washington es la parada final en el recorrido. Michael Feuer, el decano, me presenta ante sus aproximadamente 100 estudiantes. Fatiga. Melancolía. Pero cuando veo la determinación de estos corajudos estudiantes judíos de pie, hay esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.