lunes, 23 de diciembre de 2024

de FOREIGN AFFAIRS

  

UN ORDEN ISRAELI EN EL MEDIO ORIENTE
Una oportunidad de derrotar la visión iraní para la región—y mejorar la visión estadounidense.

Por Amos Yadlin y Avner Golov
Diciembre 17, 2024
traducido por Marcela Lubczanski
Lo que está sucediendo hoy en el Medio Oriente es mejor entendido como una lucha por un nuevo orden regional. Desde el ataque de Hamas contra Israel el 7 de octubre del 2023, tres visiones rivales para ese orden han surgido y luego fallaron: la visión de Hamas, la visión de Hezbola e iraní, y la visión estadounidense. Hamas buscaba encender una guerra de múltiples frentes dirigida a destruir a Israel. Irán, junto con su satélite Hezbola, se propuso una guerra de desgaste que causaría que Israel colapse y empujar a Estados Unidos fuera de la región. Estados Unidos, el cual se paró firmemente detrás de Israel, esperaba construir nuevas posibilidades políticas para los israelíes y los palestinos, la normalización entre Israel y Arabia Saudita, y un pacto de defensa entre Washington y Riad.
Ninguna de estas visiones, sin embargo, resultó ser viable: Hamas, Hezbola, e Irán juzgaron mal la fuerza de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), la sociedad israelí y la alianza entre Estados Unidos e Israel. Estados Unidos sobreestimó su capacidad de influenciar el enfoque de Israel hacia la guerra en Gaza y no hizo frente de forma suficiente a la amenaza regional presentada por Irán.
El fracaso de estas tres visiones crea una apertura para una cuarta más realista: una visión israelí. Durante los últimos tres meses, Israel ha empezado a ejercer su poder para remodelar el Medio Oriente. Eliminó las capacidades militares de Hamas y—destrozando su propia estrategia de largo tiempo hacia la disuasión—decapitó al liderazgo de Hezbola y obligó al grupo con base en Líbano a aceptar términos para un cese del fuego que éste había resistido durante mucho tiempo, dejando a Hamas aislado y a Irán sin su satélite más capaz. Israel también ha llevado a cabo ataques sofisticados dentro de Irán. El derrocamiento oportunista del régimen de Assad en Siria en las manos de las fuerzas rebeldes puede ser entendido, en parte, como un intento de sacar ventaja del debilitamiento del poder regional iraní por parte de Israel. Como resultado, Irán ha perdido el corredor terrestre que se extiende desde sus fronteras hasta las de Israel, un corredor al que Irán había dedicado recursos significativos para establecerlo durante las últimas cuatro décadas.
Estos acontecimientos marcan un cambio drástico: durante cerca de un año después del ataque del 7 de octubre, la visión de Israel para el futuro de la región no estuvo clara. Se estaba defendiendo y, por extensión, luchando para preservar un status quo que nunca sería restablecido. Aunque sus operaciones fueron agresivas, Israel se abstuvo de interrumpir la dinámica de disuasión existente con Hezbola e Irán. Además, dudó en imponer un nuevo orden mientras era vista como una instigadora internacionalmente y mientras las divisiones debilitaban a la sociedad israelí internamente.
Israel ahora está remodelando el Medio Oriente a través de operaciones militares, pero se beneficiaría de afirmarse políticamente, también. Tiene tanto la oportunidad como la responsabilidad de guiar la trayectoria de la región hacia una realidad nueva, más pacífica y sustentable. Actualmente, la capacidad de Israel de forzar cambios regionales militarmente supera su preparación para articular y poner en práctica una visión estratégica cohesiva; sus éxitos operativos no tienen, hasta ahora, ideas estratégicas claras que los acompañen. Israel debería presionar por un marco político para emparejar sus éxitos en el campo de batalla. Una coalición árabe-israelí respaldada por Estados Unidos podría repeler las amenazas de los radicales chiíes y suníes, proporcionar a los palestinos un futuro político realista, salvaguardar los intereses de seguridad de Israel, garantizar el retorno de los rehenes israelíes que están todavía en Gaza, y prevenir otro ataque en suelo israelí.
Israel no debe buscar imponer su visión de un nuevo orden regional sola. Necesita la aceptación de Estados Unidos, Arabia Saudita, Jordania, Egipto, y los Emiratos Arabes Unidos, tanto como de Alemania y el Reino Unido, aun cuando la política exterior de EE.UU. sufre su propio realineamiento bajo el Presidente electo Donald Trump. La situación es delicada. Pero por primera vez desde el ataque del 7 de octubre, Israel tiene la oportunidad de aprovechar el momento.

LOS MEJORES PLANES
Cuando Yahya Sinwar, el fallecido líder de Hamas, ordenó una invasión de Israel el 7 de octubre del 2023, lo hizo con una visión calculada para el Medio Oriente: Inmediatamente después del ataque de Hamas, él anticipó un ataque coordinado de todos los grupos militantes respaldados por Irán en la región, lo cual a su vez inspiraría a los árabes israelíes y palestinos en la Margen Occidental a lanzar una nueva intifada. El plan de Sinwar se basaba en la participación de Hezbola y otros miembros del "eje de la resistencia" respaldado por Irán e incluso del propio Irán, llevando finalmente a la derrota militar completa de Israel.
Pero Sinwar calculó gravemente mal la dinámica regional. El 8 de octubre, a pesar que Hezbola declaró su apoyo a Hamas y comenzó a bombardear las ciudades israelíes, sus acciones fueron limitadas. Las milicias chiíes de Irak y Siria lanzaron cohetes y drones para arruinar los sistemas avanzados de defensa aérea de Israel, pero estos esfuerzos no presentaron ninguna amenaza significativa para ellas. Los hutíes en Yemen se unieron al ataque tomando como blanco buques en el Mar Rojo y lanzando misiles a ciudades israelíes. El dictador sirio Bashar al-Assad facilitó las transferencias de armas iraníes a Líbano, pero notablemente impidió que las milicias iraníes ataquen Israel desde territorio sirio y no involucró al ejército sirio en el conflicto, a pesar de enfrentar presión para hacerlo por parte de Irán. Hezbola no invadió territorio israelí, enfocándose en su lugar en distraer a las FDI en el norte para desviar su atención de Gaza. Además, el levantamiento palestino esperado por Sinwar no se materializó, en parte debido al despliegue rápido y efectivo de las FDI hacia áreas de la Margen Occidental con presencias de Hamas y la Yihad Islámica Palestina. Mientras tanto, Israel aplicó intensa fuerza en Gaza, eliminando a miles de combatientes de Hamas y, finalmente, al mismo Sinwar.
La decisión de Israel de involucrarse en una guerra prolongada inicialmente envalentonó a Irán y Hezbola. Ellos vieron el conflicto como una oportunidad de afirmar su hegemonía regional. A diferencia de Hamas, cuyo objetivo era la destrucción directa de Israel, Irán buscaba, más modestamente, mejorar su posición regional. Sosteniendo una guerra de desgaste desde múltiples frentes contra Israel, Teherán se proponía aumentar la presión sobre la sociedad israelí y amplificar los costos de la guerra. Con Estados Unidos enfocado en su competencia estratégica con China y la guerra en Ucrania, Irán anticipaba que Washington se retiraría más de la región. 
La respuesta inicial israelí a la estrategia de Hezbola e Irán pareció cautelosa. Israel evacuó las comunidades norteñas para crear una contención de seguridad en lugar de invadir Líbano para contrarrestar directamente los ataques con misiles de Hezbola, permitiendo efectivamente a Hezbola seguir con sus ataques. Además, aunque Estados Unidos respaldó públicamente a Israel, los gobiernos occidentales fallaron en gran medida en imponer costos significativos al eje de la resistencia apoyado por Irán. Su incapacidad para impedir que los terroristas hutíes en Yemen interfieran con el tráfico marítimo en el Mar Rojo envalentonó al grupo para escalar sus ataques contra Israel. La presión internacional restringió la capacidad de Israel de derrotar de forma decisiva a Hamas y alimentó la esperanza de Sinwar que Israel no podría soportar el combate durante mucho tiempo. Estos factores se combinaron para crear la percepción entre Irán y sus aliados que Israel podría finalmente encontrarse aislada, agotada económicamente, y exhausta. Esta idea fue reforzada cuando, en abril, Irán lanzó un ataque sin precedentes con misiles y drones directamente desde su propio territorio contra Israel. Los líderes iraníes celebraron la respuesta medida de Israel—y la agitación política en curso dentro de Israel. El gobierno del Primer Ministro Benjamin Netanyahu siguió políticas que prolongaron la guerra, tensaron la economía, e intensificaron la polarización, dando la mano alta a los enemigos de Israel.
Mientras tanto, Estados Unidos continuó su búsqueda de una estrategia meso-oriental construida sobre los Acuerdos de Abraham, los que normalizaron las relaciones entre Israel y Bahréin, Marruecos, y los Emiratos Arabes Unidos. Después del 7 de octubre, Washington presionó a Arabia Saudita para finalizar un pacto de defensa vinculado a la normalización con Israel y reafirmó su creencia en una solución de dos estados para el conflicto israelí-palestino. La administración Biden buscó aprovechar la guerra para crear una coalición pro-estadounidense más fuerte en el Medio Oriente, apuntalando la influencia de Washington y creando un centro económico regional más integrado vinculando a Europa y el Indo-Pacífico en su competencia con China.
Pero el plan de EE.UU. fracasó en abordar adecuadamente la amenaza de un Irán envalentonado o calmar las preocupaciones de los socios menores de Estados Unidos. Arabia Saudita se negó a normalizar los lazos con Israel mientras la guerra en Gaza persistía, particularmente mientras Israel se negaba a comprometerse con una solución de dos estados—un movimiento que sería interpretado por los enemigos de Israel en la región como una victoria para Hamas. Netanyahu, por su parte, eligió dilatar terminar la fase intensa de la guerra, esperando en su lugar el resultado de la elección presidencial de EE.UU. en la esperanza de una victoria republicana. La elección de Trump, creía él, reduciría la supervisión estadounidense sobre su campaña contra Hamas. Con la derrota de los demócratas en noviembre, la estrategia de Estados Unidos en el Medio Oriente ha sido puesta en duda. A pesar de todo el poder e influencia de Washington, la visión estadounidense para un nuevo orden regional, aunque razonable puede haber parecido y ha probado ser igualmente imposible para las de Hamas, Hezbola e Irán.

¿TRONO VACIO?
En septiembre, los vientos prevalecientes en el Medio Oriente comenzaron a cambiar. Después de 11 meses en los cuales el gobierno israelí no estableció ningún objetivo en el escenario norteño, el gabinete israelí agregó el retorno a salvo de los residentes del norte de Israel a sus casas como un objetivo formal de la guerra. La guerra ya había empezado a correrse hacia el norte, provocada por el ataque con cohetes de fines de julio de Hezbola contra una cancha de fútbol en los Altos del Golán, que mató a 12 niños e hirió a más de 40. En respuesta, Israel eliminó al líder de Hezbola, Fuad Shukr, segundo de Hassan Nasrallah, y atacó la estructura de mando con una operación humillante. Los explosivos plantados en los buscapersonas de la organización se encendieron simultáneamente, matando y mutilando a decenas de agentes. Luego Israel lanzó una serie de ataques aéreos que destruyeron aproximadamente 3,000 cohetes y misiles crucero, y mataron al liderazgo de Hezbola, incluido Nasrallah. Estos actos restauraron algo del prestigio perdido de las FDI.
Para responder, Irán lanzó un ataque directo contra Israel el 1º de octubre, disparando 181 misiles balísticos. Pero esta lluvia de municiones sólo causó daño limitado a tres sitios israelíes: el complejo del Mossad en Glilot y dos bases de la fuerza aérea israelí en el sur. Esta vez, Israel organizó una respuesta más grande que la de abril, desplegando 150 aviones para atacar 20 objetivos importantes en Irán. Los ataques exhibieron la asimetría en las capacidades militares de los dos países: Irán lanzó muchos misiles con resultados limitados, pero las FDI atacaron con precisión objetivos de alto valor, incluidos los sistemas antiaéreos S-300 y una planta de investigación de armas nucleares de Irán en Parchin. La campaña demostró la vulnerabilidad de los más valiosos sitios de energía y nucleares de Irán, si el régimen eligiera escalar más. Desde entonces, a pesar de las amenazas repetidas, Irán no ha lanzado otro ataque directo a Israel.
El 24 de noviembre, Israel y Líbano, con la aprobación de Irán y Hezbola, firmaron un acuerdo de alto el fuego, el cual se ha sostenido en gran medida. Ese mismo día, los rebeldes sirios respaldados por Turquía iniciaron una operación militar contra el régimen de Assad. En menos de dos semanas, los rebeldes llegaron a Damasco y declararon un nuevo gobierno, con resistencia mínima de las fuerzas sirias, rusas, o iraníes o de Hezbola. En lugar de consolidar la hegemonía de Irán, la guerra ha asestado un golpe significativo a su posición regional.
El cese del fuego en Líbano y la situación en Siria han creado un vacío de liderazgo en el Medio Oriente. Los logros militares de Israel presentan una oportunidad de formar una nueva coalición capaz de remodelar el futuro de la región y de ofrecer una realidad alternativa de paz, estabilidad, y prosperidad.
COALICION DE LOS DISPUESTOS
Israel debe aprovechar sus triunfos operativos clarificando y buscando una visión estratégica coherente de una alianza regional moderada entre Israel y los estados árabes suníes, liderados por Arabia Saudita. Debe abordar las amenazas de seguridad claves, la principal entre ellas Irán, y presentar un frente unificado contra los intentos de Turquía y Catar por reforzar la influencia de la Hermandad Musulmana en el mundo árabe, una tarea aun más urgente luego del colapso del régimen de Assad. Finalmente, la coalición debe ofrecer a los palestinos un futuro político mientras salvaguarda a Israel contra ataques terroristas futuros.
Israel ahora está en una posición fuerte para hacer progreso real en llevar este resultado al acto. Pero no puede hacerlo sola. Necesita que Estados Unidos lidere esta campaña compleja y una colaboración árabe para proporcionar legitimidad en el Medio Oriente y transformar su visión en una fuerza regional efectiva. El primer paso: Israel debería convocar a una cumbre con Estados Unidos, Arabia Saudita, Bahréin, Egipto, Jordania, los Emiratos Arabes Unidos, y cualquier actor aspirando a ayudar a remodelar el Medio Oriente, incluidos representantes palestinos, en una capital protagónica meso-oriental tal como Riad. Sus objetivos incluirían establecer una alianza de EE.UU., los árabes e Israel basada en una visión regional compartida; haciendo avanzar el proceso de normalización entre Israel y Arabia Saudita (e, idealmente, países adicionales tales como Omán e Indonesia); crear un nuevo marco de seguridad regional; y establecer un mapa de ruta para una Gaza libre de Hamas a través de una campaña de desrradicalización. El plan debería también proponerse incrementar la huella de los estados del Golfo en Siria para reducir la influencia de Irán y la Hermandad Musulmana en el país.
La visión regional debe incluir también un componente palestino, luego de un acuerdo sobre un cese del fuego en Gaza que facilite el retorno de todos los rehenes israelíes. La cumbre debe establecer un futuro político para los palestinos distinto de las estrategias pasadas asumidas por los estados árabes y Estados Unidos, que se enfocaron en una solución de dos estados. En su lugar, la alianza debería hacer hincapié en una transición flexible, de largo plazo en la cual los palestinos demuestren gobernancia efectiva y trabajen activamente para eliminar la influencia de las facciones más radicales de la sociedad palestina.
Además, los líderes árabes deben aceptar que la reconstrucción de Gaza por medio de la alianza procederá sólo después que el territorio sea desmilitarizado totalmente, en cuyo momento Israel debe comprometerse a retirar a las FDI. Antes entonces, las FDI deben retener la capacidad de establecer una zona de contención de seguridad dentro de Gaza junto a la frontera con Israel para prevenir cualquier potencial acumulación militar de Hamas.
Estados Unidos debería supervisar una transición bien monitoreada para la gobernancia efectiva en Gaza por medio de un comité palestino liderado por los árabes que reconozca a Israel como un estado judío, elimine el terrorismo, cese los pagos a los terroristas, y promueva la desrradicalización dentro de la sociedad palestina tanto como en los foros internacionales. Debería también trabajar con Egipto para idear una estrategia para asegurar la frontera entre Egipto y Gaza para impedir el rearme de Hamas.
Estas condiciones israelíes se alinearían con los intereses de EE.UU. y árabes, particularmente los de los estados del Golfo, los que buscan un fin a la guerra en Gaza y entienden que un estado palestino viable es actualmente poco realista, pero reconocen la importancia de proporcionar a los palestinos un horizonte político para promover los objetivos regionales, tales como contrarrestar a Irán, combatir a la Hermandad Musulmana y realzar la cooperación económica y tecnológica con Israel. 
La cumbre debería proponerse acelerar el desarrollo de una arquitectura de defensa regional permanente. Las fuerzas de seguridad dedicadas lideradas por el Comando Central de EE.UU., las FDI, y los ejércitos de Bahréin, Egipto, Jordania, Arabia Saudita, los Emiratos Arabes Unidos abordarían la defensa aérea y misilística, asegurarían la navegación marítima, contrarrestarían el terrorismo de los extremistas chiíes y suníes, y realzarían la colaboración en inteligencia. Israel y Estados Unidos deben trabajar especialmente duro para alinear sus estrategias para prevenir que Irán adquiera armas nucleares. Es cada vez más crucial que sea establecida la disuasión creíble, porque el debilitamiento de la red de satélites de Irán hace de la nuclearización una opción más atractiva.
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Es del interés tanto de Israel como de sus socios regionales que la administración Trump entrante siga comprometida con el Medio Oriente y dispuesta a utilizar la fuerza para garantizar la seguridad de sus aliados y disuadir a los adversarios compartidos. Este compromiso de defender la región puede enfrentar oposición de facciones dentro de la administración que han abogado por reducir el involucramiento internacional estadounidense. Trump ha señalado que Estados Unidos no intervendría en Siria y ha indicado un deseo de completar la retirada de las fuerzas estadounidenses de Siria en una época en que las posiciones de Rusia e Irán se han debilitado.
El ataque sorpresa de Hamas el 7 de octubre pareció probar que Israel tenía mucho menos control sobre la trayectoria de su región del que había imaginado. Y durante casi un año, la guerra consiguiente de Israel en Gaza sugirió lo mismo. Durante los últimos tres meses, Israel ha reafirmado su capacidad de formar la política y seguridad meso-oriental. Sin liderazgo valiente, sin embargo, la oportunidad de Israel podría escabullirse. Las aspiraciones de los miembros extremistas de la coalición de Netanyahu de anexar partes de Gaza y la Margen Occidental, imponer el gobierno militar en Gaza, o buscar una agenda interna polarizadora que debilite las instituciones democráticas obstaculizarán seriamente este progreso.
Un gobierno israelí que promueva la visión propuesta reunirá el apoyo de la mayoría de sus ciudadanos y es muy probable que fortalezca la posición regional de Israel. En cambio, un gobierno que no tuerza su propio discurso y acciones extremistas sólo allanará el camino para un conflicto regional expandido sin ningún fin de juego realista—y jugará en las manos del régimen iraní.  
Sinwar y los líderes de Irán reconocieron el potencial de la guerra para reordenar el Medio Oriente. Israel no debería conformarse con nada menos. Pero debe usar su poder rápidamente y sabiamente. Sólo una visión para la región que aborde las amenazas presentadas por Irán, promueva la integración regional, y establezca un horizonte político para los palestinos, apoyado por un plan coordinado respaldado por Estados Unidos, Arabia Saudita, y los Emiratos Arabes Unidos, puede aprovechar el éxito militar de Israel contra Irán para conseguir un Medio Oriente más estable, pacífico y próspero y capitalizar las oportunidades que surgirán a raíz de la guerra.

Amos Yadlin es fundador y presidente de MIND Israel. El es un general mayor retirado de la Fuerza Aérea Israelí y se desempeñó como director de la Inteligencia de Defensa de Israel desde el 2006 al 2010.
Avner Golov es vicepresidente de MIND Israel. Desde e 2018 al 2023, él fue un Director Principal en el Consejo de Seguridad Nacional de Israel.


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