Finalmente, luego de estar sitiado por espacio de treinta horas por el RAID ((Recherche Assistance Intervention Dissuasion), el cuerpo de élite de la policía gala -la que, por ineptitud, no pudo capturarlo con vida como había pedido el Presidente francés Nicolás Sarkozy- cayó muerto el terrorista islámico Mohamed Merah, un nativo francés de 23 años de origen argelino que asesinó el lunes 19 de marzo en un deleznable y cobarde ataque antisemita al rabino Jonathan Sandler, de 30 años, sus dos hijos, Gabriel y Arieh, de 3 y 6 años, y a la pequeña Myriam Monsonego, de 7 años, hija del director de la escuela judía Otzar Hatorah de Toulouse, (en el suroeste de Francia) quien murió en brazos de su padre mientras los médicos trataban de reanimarla. El criminal le había dicho a los negociadores que había sido entrenado por Al-Qaeda y que mató a siete personas para vengar las muertes de niños palestinos, por la prohibición del uso en lugares públicos en Francia de los velos islámicos integrales (burka y niqab) y debido a la participación del ejército francés en Afganistán. Al respecto, se pronunció la conocida pro islámica Catherine Margaret Ashton, la británica que ostenta el cargo de Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, -percibe un sueldo de 328.000 Libras esterlinas al año- que se refirió a la “tragedia de jóvenes que han sido asesinados en todo tipo de circunstancias terribles”. En una lamentable y odiosa comparación, la funcionaria mencionó el tiroteo en Toulouse, la violencia en Siria y “lo que está sucediendo en Gaza y en diferentes partes del mundo”. Lo expresado por la jefa de la diplomacia europea, donde parangona el asesinato de tres chicos judíos en Francia con las muertes de menores de edad en la Franja de Gaza, mereció la rápida crítica de Israel. El Primer Ministro israelí Byniamin Netanyahu replicó: “ Me indigna especialmente la comparación entre la masacre selectiva de niños y las actividades quirúrgicas de defensa de las fuerzas israelíes, que tienen la intención de golpear a terroristas que utilizan a los niños de escudos humanos”. Ante la airada protesta de Israel, Ashton posteriormente dijo que sus dichos fueron tergiversados y sacados de contexto. La realidad es que si no se disparasen hace años, diariamente, desde Gaza cohetes y misiles contra la población civil del sur de Israel, el ejército del Estado judío no necesitaría responder el fuego para defender a sus ciudadanos y no moriría ni un solo niño palestino, usado con protervia como escudo humano por los terroristas de Hamas. Las inocentes víctimas que fueron salvajemente masacradas en Toulouse, no eran integrantes del ejército israelí, ni agentes del sionismo internacional, los pretextos modernos del viejo antisemitismo, murieron simplemente por ser judías. Además de su impericia, hay que reprocharle a la inteligencia francesa la incuria de no haber seguido de cerca los movimientos de Mohamed Merah, de quien se supo que había recibido entrenamiento militar en Pakistán y Afganistán. El abominable atentado antisemita fue el peor en Francia desde agosto de 1982, cuando seis personas murieron en un ataque con granadas y posteriores disparos en el restaurante Goldemberg, en un barrio judío del centro de París. Apenas producido el sangriento atentado terrorista la mayoría de los medios “progresistas” europeos, en especial los parisinos, atribuían la responsabilidad del mismo a la xenofobia de los partidos de derecha europeos que se oponen al multiculturalismo y a una inmigración descontrolada o a un émulo francés del noruego Anders Behring Breivik, el oscuro ultraderechista integrante de la logia masónica John Lodge, autor en julio de 2011 de la masacre de Noruega. Solamente el diario digital español Alerta Digital, en el que tengo el privilegio de colaborar, acertó en la hipótesis inicial de pensar en los sospechosos de siempre: los terroristas islámicos. Con algunas excepciones, el resto de la prensa, ya conocida la identidad y religión del terrorista musulmán, eludía oprobiosamente la denominación taxativa de aquel como tal, llamándolo en el mejor de los casos, un francés de origen argelino.
Mohamed Merah- imputado también del crimen misterioso de tres paracaidistas franceses de origen magrebí -la semana pasada en la localidad de Montauban- antes de morir no expresó ningún remordimiento y sólo se lamentó de no poder seguir asesinando más gente como planeaba. Sin caminar orgulloso con su cabeza erguida, exhibir una sonrisa de satisfacción por haber cometido sus atroces crímenes ni entregarse como había anunciado, murió, según la versión oficial, cuando tratando de huir saltó al vacío desde una ventana del departamento que ocupaba, luego de herir en un intercambio de disparos a tres integrantes de las fuerzas de seguridad, a uno de ellos de gravedad. A última hora del jueves 22, rectificando lo que habían declarado otras autoridades, el fiscal jefe de París, François Molins, precisó que Merah, a quien le descubrieron vínculos con grupos salafistas de Cataluña, murió de un tiro a la cabeza, efectuado por un francotirador y añadió que el asesino grabó los tres ataques y los llegó a subir a Internet. También pudo conocerse el heroísmo de otra víctima del asesino de Toulouse, Bryan Bijaoui, un joven de 17 años estudiante de la escuela Otzar Hatora, herido gravemente, cuando intentó infructuosamente proteger con su cuerpo a la niña Myriam Monsonego. Otra sorpresa la constituyó la revelación publicada por el diario Le Monde, a quien un importante funcionario estadounidense en Kandahar, Afganistán, confirmó que los sellos hallados en el pasaporte de Mohamed Merah -definido como un miembro activo del movimiento jihadista internacional- indican que visitó Israel, Siria, Irak y Jordania.
Antes de que los cuerpos fueran trasladados a Israel, se realizó una ceremonia conmemorativa en la escuela Otzar Hatora. Durante el servicio, el gran rabino Avraham Toulouse Weill dijo con candor: “Los valores judíos son los mismos que los de la república francesa. La República que nos pertenece a todos”. Lo cierto es que el antisemitismo en Francia, al igual que en casi toda Europa, viene aumentando de manera exponencial junto con la inmigración islámica. El país galo tiene una población estimada en casi 65.500.000 habitantes y residen en su suelo más de tres millones de inmigrantes islamistas de origen magrebí; un millón y medio de argelinos, un millón de marroquíes y casi medio millón de tunecinos. Estas cifras se incrementan notablemente al sumar un número elevado de personas con nacionalidad francesa de difícil cuantificación, de origen magrebí (segunda y tercera generaciones), que, naturalmente, no constan en los registros de inmigración, al igual que un creciente número de inmigrantes ilegales.
Hace dos semanas el Ministro de Interior francés Claude Guéant dio a conocer un informe con estadísticas de atentados contra los judíos y sus instituciones. El reporte reveló que sólo durante el año 2011 se llevaron a cabo 389 ataques antisemitas, es decir, más de uno por día.
El funeral de los cuatro judíos que fueron asesinados en el ataque del lunes en una escuela en Toulouse se realizó el miércoles 21 de marzo en el cementerio de Givat Shaul de Jerusalem. Miles de personas, incluyendo el canciller francés, Alain Juppé, asistieron al entierro del rabino Jonathan Sandler, de, sus hijos Gabriel y Arieh, y Myriam Monsonego, hija del director de la escuela, el rabino Yaacov Monsonego.
El legislador de la Knesset (Parlamento), Reuven Rivlin, dijo en su elogio: “En Toulouse, Jerusalén, Nueva York y Buenos Aires, los judíos de todas las facciones se unen a nosotros con un profundo dolor y las lágrimas en los ojos”. “El pueblo judío frente a los animales salvajes e insaciables por su locura y por su odio, los asesinos, que no distinguen entre un colono y un izquierdista, un judío de Israel y un judío en la diáspora. Ellos son conscientes de la indisoluble unión entre todos los judíos. Ellos entienden que las divisiones entre nosotros son sólo una ilusión”. “Pero ellos también saben dónde nos duele. Reconocen nuestros valores más sagrados… pero no vamos a dejar que prevalezcan sobre nosotros. El Estado de Israel tiene el deber de garantizar que las vidas judías se puedan mantener en cualquier parte del mundo”, finalizó.
El ministro del Interior de Israel, Eli Yishai, también habló en el funeral: “Esperamos que el gobierno francés adopte las medidas más severas contra los culpables, para perseguir el antisemitismo y a sus partidarios”.
El canciller francés, Alain Juppé, quien también asistió al cementerio, dijo que el asesinato conmocionó a todo el pueblo de Francia. “Su dolor, es también el nuestro. Toda Francia está en estado de shock”. Juppé hizo hincapié en la determinación de Francia para luchar contra el antisemitismo y dijo que los 65 millones de ciudadanos franceses no tolerarán ningún ataque contra judíos. Anteriormente, expresó en una reunión con el presidente israelí Shimon Peres “la solidaridad del pueblo francés con la nación de Israel” en su momento de dolor. “La sangre de nuestros dos pueblos se derramó en este asesinato”, concluyó.
Las sentidas palabras del Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, no eximen a la dirigencia de su país de la responsabilidad política en los atentados antisemitas. El ominoso rol del gobierno colaboracionista de Vichy que presidía el Mariscal Philippe Pétain, fue reconocido recién en febrero de 2009, cuando la más alta jurisdicción administrativa del país galo admitió por primera vez la “responsabilidad” del Estado en la deportación durante la Segunda Guerra Mudial de 75.000 judíos franceses, mujeres, hombres y niños, que fueron asesinados en los campos de concentración y exterminio nazis.
En 2001 quien fuera embajador de Francia en el Reino Unido, en una conversación mantenida en una cena privada, le dijo a Conrad Negro del Daily Telegraph que “todos los problemas actuales en el mundo son a causa del pequeño país de mierda que es Israel”. “¿Por qué el mundo estaría en peligro de una Tercera Guerra Mundial, debido a esas personas?” Al igual que Ashton con la comparación de los niños judíos asesinados en Toulouse con los niños palestinos de Gaza, el diplomático antisemita dijo que sus dichos fueron distorsionados. Sin embargo, su secretario de prensa declaró que él no negaba los comentarios, pero se limitaba a decir que lo que expresó fue distorsionado. Agregó que estaba indignado porque una conversación privada fue reportada por los medios de comunicación y claramente dijo que no pediría perdón.
En forma concomitante a algunos políticos de Francia, son responsables de la masacre de Toulouse, muchos medios periodísticos progresistas franceses, que atacan furibundamente a Israel -ataque que, invariablemente, el antisemitismo deriva a todos los judíos- y se hacen los distraídos con los que sucede en Siria o los atentados terroristas palestinos como el que llevaron a cabo dos de ellos el sábado 12 de marzo de 2011 cuando asesinaron al matrimonio Fogel en Itamar, acuchillándolos con saña, al igual que a sus hijos de 11 y cuatro años a quienes también les asestaron sendas puñaladas en el corazón. A la beba de 4 meses la degollaron despiadadamente en su cuna.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, calificó como un “acto horrible e ignominioso” los asesinatos en la escuela judía de Francia. En declaraciones reportadas por la Radio Vaticana, indicó que el episodio suscita “profunda indignación y desconcierto” además de la “más resuelta condena”, especialmente por la edad y la inocencia de las pequeñas víctimas.
El vocero del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, Tommy Vietor, condenó en “los términos más firmes” el ataque “vergonzoso” y “gratuito”. “Nos entristecimos profundamente cuando nos enteramos del horrible ataque contra maestros y estudiantes de una escuela judía en la ciudad francesa de Toulouse”.
Con buenos reflejos, sabiendo el impacto que causa la muerte de niños en Occidente, aunque sean judíos, el Primer ministro de la Autoridad Palestina (AP), Salam Fallad, diferenciándose de Hamas, condenó el miércoles el asesinato de cuatro judíos en una escuela de Toulouse y reclamó que “los extremistas deben dejar de fingir que defienden los derechos de los niños palestinos” para justificar actos terroristas. En tanto, la OLP, la AP y las misiones palestinas en Francia y la UNESCO repudiaron el atentado en el colegio Otzar Hatorah, que les costó la vida al rabino Jonathan Sandler y a tres niños: sus hijos Gavriel y Aryeh y Miriam Monsonego. “Todos los crímenes racistas son ataques contra la humanidad, en general, y la república, en particular,” señaló el comunicado conjunto. Sería muy conveniente que estos mensajes en inglés se difundieran también en árabe por la televisión palestina, que incita permanentemente al odio y el crimen contra Israel y los judíos en cualquier parte del mundo.
Convocadas por asociaciones judías se realizaron marchas en Toulouse y otras ciudades de Francia, en repudio a la matanza en la escuela judía. No se pudo observar la presencia de islamistas moderados. En diferentes barrios árabes, por el contrario, se festejó. Eso no fue óbice para que dirigentes comunitarios judíos, como el presidente de la Federación de Comunidades Judías de España David Hatchwell, pidiera incomprensiblemente como si fuera lo mismo “tolerancia cero a la judeofobia como tolerancia cero a la islamafobia”.
El pavoroso aumento del antisemitismo en Europa, que no aprendió la lección del Holocausto, seguramente alentará la emigración de los judíos, como ya está ocurriendo en Francia, Suecia, Bélgica, Gran Bretaña y otros países. El castigo merecido para el Viejo Continente, será su inexorable islamización.
Rubén Kaplan
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