Ha transcurrido más de medio año desde setiembre de 2011.Pero durante largos meses la sola mención de ese vocablo estuvo cargada de significado y oscuros augurios.
Setiembre era el mes clave, el mes en el que los palestinos, habían anunciado presentarían en las Naciones Unidas su reclamo de ser reconocidos como Estado independiente.
Esta ofensiva diplomática tenía como objetivo saltearse las imprescindibles negociaciones con Israel para obtener beneficios sin ninguna contraprestación. Aspiraban a ser reconocidos como Estado sin tener que dar a cambio el reconocimiento y la paz a Israel.
A pesar de lo evidente de estas intenciones, no faltaron duras críticas al gobierno encabezado por Netanyahu. Innumerables periodistas e intelectuales, reprocharon y responsabilizaron al Primer Ministro de la inminente aplastante derrota diplomática que iba a sufrir Israel en ese foro internacional tradicionalmente hostil.
Para montar adecuadamente ese escenario, los palestinos se habían negado sistemáticamente a volver a la mesa de negociaciones.
La triquiñuela es sencilla. Esconden su falta de voluntad negociadora en la exigencia de requisitos previos, pretendiendo que los temas más álgidos y controvertidos se diriman con antelación a las negociaciones.
Se trata básicamente de dos condiciones: el congelamiento de la construcción de viviendas en Cisjordania y en Jerusalem este y la aceptación israelí de las llamadas “fronteras de 1967”.
Respecto del primer punto, el gobierno actual fue el único en la historia de Israel que accedió a implementar una moratoria en la construcción durante 10 meses. Ello no produjo avance alguno.
En lo que refiere a las fronteras, cabe recordar que las de 1967 jamás fueron tales, sino que se trata de una línea de cese de fuego que limitan territorios que fueron conquistados en una acción bélica defensiva (relámpago) a Jordania y Egipto.
Jamás los palestinos reivindicaron ningún derecho ni ningún Estado mientras estos territorios estaban bajo dominio árabe.
Lo que los palestinos pretenden con estos prerrequisitos es legitimar su propia narrativa e imponer su visión del conflicto. Si su verdadera intención fuera lograr la paz, el camino más adecuado sería justamente no imponer condición previa alguna.
Como expresó el Primer Ministro Netanyahu en la ONU, dirigiéndose a Abbas: “Dejemos de negociar acerca de negociar y solo comencemos a negociar ahora mismo.”
Pero evidentemente ésta no es ni por asomo la verdadera intención de Abbas. De hecho el presidente palestino desde hace meses intenta solucionar la pugna interna con el Hamás que gobierna Gaza y que se opone fervientemente a cualquier tipo de reconocimiento y acuerdo con Israel. Queda claro que si Abbas prioriza la reconciliación nacional palestina no puede avanzar en un proceso de paz que Hamás repudia.
Su propio grupo Al Fatah también se ha negado reiteradamente a aceptar el vínculo judío con la Tierra de Israel, no reconoce el derecho del pueblo judío a tener su propio Estado y por ende no reconoce el carácter judío de Israel.
Quizá algunos estarían dispuestos a recibir un Estado Palestino, pero no como un desafío para desarrollar la economía y la sociedad de una nueva entidad política, sino como plataforma para continuar la lucha contra Israel en mejores condiciones.
El embajador de la Autoridad Palestina en Líbano Abdullah Abdullah, en una entrevista al diario libanés Daily Star, afirmó claramente: “Cuando tengamos un Estado aceptado como miembro de las Naciones Unidas, este no es el fin del conflicto. Esto no es una solución al conflicto. Esto es sólo un nuevo marco que va a cambiar las reglas del juego”.
En todo el mundo, los analistas contabilizaban los países que votarían a favor del petitorio palestino. La gran mayoría de los países expresaron su apoyo. Muchos de ellos países de nuestra región y (lamentablemente) nuestro propio país. Muy pocos pensaron que Israel podía revertir una situación internacional tan desfavorable. Sin embargo, para que la aceptación tuviera efectos reales, se requería que fuera aprobada, no por la Asamblea General, sino por el Consejo de Seguridad, que tiene 15 miembros, 5 de ellos permanentes.
Estados Unidos ya había anunciado su veto. Sin embargo la propuesta palestina ni siquiera logró la mayoría simple dentro del seno del Consejo de Seguridad.
Europa propuso reflotar las negociaciones bilaterales a través de la mediación del Cuarteto y Colombia se manifestó en contra de un reconocimiento sin acuerdo con Israel.
Netanyahu sorteó con éxito esta verdadera “Intifada diplomática”. No solamente logró frenar el impulso palestino, sino que además viabilizó la liberación de Guilad Shalit (soldado secuestrado por 5 años) y logró instalar en la opinión pública mundial el tema nacional más acuciante: la amenaza iraní.
Si bien la ONU hubiera expulsado a cualquier país miembro que llamara abiertamente a destruir a otro (a no ser que el amenazado sea Israel), al menos el programa nuclear de Irán está definitivamente instalado en la agenda internacional.
Finalmente Estados Unidos y Europa entienden el peligro para la paz mundial que significa un Irán con capacidad nuclear, teniendo en cuenta su ideología, su manera de operar y sus estrechos vínculos con las organizaciones terroristas y fundamentalistas en todo el mundo.
Cada día se profundizan las sanciones económicas impuestas a Irán, con la expectativa de que no sea irremediable tomar acciones militares, ya que su economía depende en gran medida de la exportación de petróleo.
A pesar de los éxitos obtenidos, aún quedan muchas tareas pendientes para Israel en el campo diplomático.
Es necesario desenmascarar el ardid palestino que apela a la solidaridad internacional para luchar contra Israel. Se debe concientizar al mundo que es con Hamás que Abbas busca la unidad de acción y que Hamás es la filial de Irán en Gaza.
Como reconoció pocas semanas atrás Alí Jamenei, líder supremo de la revolución islámica: “Irán apoya a todos los países o grupos que ataquen al tumor canceroso que es Israel”. Y en su reciente visita a Teherán, Ismail Haniyeh, Primer Ministro de Hamás se dirigió a la multitud prometiendo que "jamás reconocerá a Israel" y que "la lucha (de los palestinos) se prolongará hasta la liberación de toda la tierra de Palestina y de Jerusalén.COSLA
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