¿POR QUE BIDEN ESTA SALVANDO A HAMAS?
Por Lee Smith
TRADUCIDO Marcela Lubczanski
DE TABLET MAGAZINE
Están circulando informes que los israelíes están planeando una operación en Rafah para eliminar el último bastión de Hamas en Rafah. Si es así, el gobierno de Netanyahu estará actuando contra los deseos muy públicos de la administración Biden, la que ha pasado el último medio año moviendo cielo y tierra para salvar de la destrucción a una organización terrorista. De forma bizarra, las declaraciones y acciones de la Casa Blanca muestran que la supervivencia de Hamas es más importante que la seguridad de un socio tradicional de EE.UU., Israel; más crucial para los intereses estadounidenses que la preservación del orden del Medio Oriente liderado por Estados Unidos; más precioso que las vidas de docenas de estadounidenses que Hamas terminó el 7 de octubre; más valioso que el número de estadounidenses e israelíes que están todavía vivos en los túneles del ejército terrorista.
¿Por qué? Como el dinero y prestigio que EE.UU. ha invertido mes tras mes en proteger a Hamas demuestran, la administración Biden ve al grupo terrorista como un activo valioso.
Un día después de la masacre, antes de la campaña de Israel contra Hamas comenzara siquiera, el Secretario de Estado Antony Blinken escribió que estaba alentando "la defensa de un cese del fuego" por parte del gobierno turco. No hace ninguna diferencia que el tweet haya sido borrado, ya que la Casa Blanca no ha producido ninguna escasez de evidencia que su principal prioridad es impedir que Israel derrote a Hamas, aumentando las vulnerabilidades de Israel en cada oportunidad, y condicionando la ayuda a Israel a una postura puramente defensiva.
La administración Biden ha impedido que Israel entre en Rafah demandando que produzca planes para proteger a la población civil, insistiendo piadosamente en que "incluso una muerte civil es demasiado." Esa sería una tarea difícil en cualquier escenario militar, pero dado que Hamas se oculta entre los no combatientes, la política de la Casa Blanca refuerza abiertamente la estrategia política y militar del grupo terrorista.
El presidente abdicó el rol histórico de Estados Unidos de vetar la actividad anti-Israel en la ONU. En cambio, la delegación estadounidense se abstuvo de una resolución crucial del Consejo General en marzo demandando un cese del fuego inmediato—poniendo por lo tanto el peso diplomático de Estados Unidos detrás de la demanda de Hamas que debería serle permitido mantener a sus rehenes y seguir gobernando Gaza. La Casa Blanca luego sancionó a civiles israelíes en la Margen Occidental por delitos ideados por organizaciones pro-palestinas de izquierda, mientras ignoraba una ola de terror palestina dirigida a asesinar civiles judíos que fueron culpables de pararse en una luz roja, comprar nafta, y pastorear ovejas. Mucha de la falsa información apoyando la ofensiva pro-Hamas es canalizada a través del general del ejército estadounidense Michael Fenzel. El Coordinador de Seguridad de EE.UU. para Israel y la Autoridad Palestina está gastando recursos de los contribuyentes de impuestos para levantar un ejército terrorista palestino en la Margen Occidental que puede pronto ser reutilizado para Gaza también.
Obligando a Jerusalén a "aumentar" la ayuda alimentaria y de energía a Gaza, la Casa Blanca rompió el asedio de Israel, y demandó que un aliado reabastezca a su adversario en tiempos de guerra. Siempre que Israel pasa a la ofensiva, Biden y sus asistentes amenazan públicamente con dejar de reabastecer armas. Después del ataque masivo de Irán con misiles y drones el mes pasado, funcionarios de la administración soltaron que si los ataques israelíes en represalia excedían los pobres límites estadounidenses, la Casa Blanca obstaculizaría los sistemas de defensa aérea de Israel. Así, los israelíes fueron forzados a adoptar la estrategia militar estadounidense probada en batalla de bombardear arena.
La Casa Blanca ha usado al director de la CIA, William Burns como uno de sus principales instrumentos de disuasión diplomática. El ha viajado a Egipto, Catar, y otras partes para negociaciones interminables por los rehenes con la organización terrorista palestina. Que ninguna de estas negociaciones haya llegado a ningún lado es el punto. La mandíbula de Burns está diseñada para estancar la guerra de Israel mientras legitima el acto de tomar rehenes, aun cuando se ha vuelto cada vez más claro que muchos de los rehenes por cuya liberación él está supuestamente negociando están muertos.
Para enfatizar su imparcialidad en el conflicto entre un aliado clave de EE.UU. y un grupo designado organización terrorista extranjera, la Casa Blanca ha amplificado la propaganda de Hamas que ha sido mostrado repetidamente que es falsa. El presidente mismo y el secretario de estado repitieron de forma entusiasta las acusaciones que Israel asesinó intencionalmente a los trabajadores humanitarios de World Central Kitchen. Sin pruebas para apoyar las afirmaciones de la directora de USAID, Samantha Powers, de hambruna rampante en Gaza, la administración y sus validadores comenzaron a llamarla una "hambruna informada."
Para combatir la hambruna mítica, Biden está enviando miles de tropas estadounidenses para construir un muelle de u$s320 millones para reabastecer a Hamas—un acuerdo que convertirá a las fuerzas estadounidenses en escudos humanos para disuadir las operaciones militares israelíes contra la organización terrorista. Filtrando noticias falsas, muy recientemente, un memorando interno del Departamento de Estado acusando los crímenes de guerra israelíes, que Israel estaba obstaculizando la ayuda para hambrear a los gazatíes, la administración preparó el terreno para las órdenes de arresto que es probable que sean emitidas por la Corte Penal Internacional. Si bien las órdenes toman como blanco según se informa a Netanyahu y a otros miembros del gabinete de guerra de Israel, la acción es probable que establezca un precedente lo suficientemente amplio como para justificar arrestar a cualquier israelí que sirvió en la campaña de Gaza.
Es útil recordar que lo que distingue a los palestinos de otros grupos étnico-nacionales nacidos de la ruptura de imperios multiétnicos de Europa y el Levante después de la Primera Guerra Mundial es que su reclamo sobre la atención del mundo proviene en gran medida de su voluntad de contratarse como mercenarios terroristas.
Durante la Guerra Fría, los palestinos fueron usados por los soviéticos contra EE.UU. y los intereses y aliados estadounidenses. Potencias regionales como el Egipto de Nasser, la Siria de Assad, el Irak de Saddam, y la Libia de Ghaddafi, usaron a los palestinos para promover sus propios intereses, contra las superpotencias y/o unos contra otros. No con poca frecuencia, las facciones palestinas lucharon entre sí en nombre de sus patrones árabes.
Fue a través de esta violencia sin fin que prosperó la causa palestina. Los palestinos ganaron un lugar en los foros regionales y luego internacionales no debido a una injusticia histórica mundial cometida a una confederación ad hoc de linaje levantino menor. Más bien, fue debido a que si no empleabas a una pandilla de mercenarios palestinos contra tus enemigos, serías expuesto a una campaña terrorista librada por una banda rival de palestinos patrocinada por tus rivales.
Lo que los observadores del Medio Oriente llaman el "veto palestino" se refiere a la capacidad de los terroristas palestinos de desestabilizar cualquier orden regional dado que no se ajuste a las ambiciones de quien resulte ser su patrón dominante. Por ejemplo, el tratado de paz entre Israel y Egipto de 1979 llegó sólo porque el presidente egipcio Anwar Sadat insistió en mantener fuera a los palestinos. A diferencia de Jimmy Carter, a Sadat no le importaba una paz integral en la Tierra Santa con los palestinos al frente y en el centro—él sabía que dando a los palestinos un asiento daría a los soviéticos y sus aliados árabes una oportunidad para hacer descarrilar un acuerdo que él necesitaba para promover los intereses egipcios.
¿En nombre de quién estaban actuando los palestinos cuando desestabilizaron la región con su espantoso ataque del 7 de octubre? Irán—pero también la administración Biden. Los dos comparten un interes en hacer colapsar el orden tradicional del Medio Oriente liderado por Estados Unidos que Donald Trump había restablecido, después que Barack Obama comenzó el proceso de desmantelarlo.
Hasta Obama, los pilares de la arquitectura de seguridad de Estados Unidos eran los estados árabes ricos en petróleo del Golfo Pérsico, liderados por Arabia Saudita y sobre el Mediterráneo oriental, Israel y Egipto. Temprano en su primer mandato, Obama señaló que tenía intención de deshacer ese orden cuando dio un discurso en Cairo e invitó a funcionarios de la Hermandad Musulmana, enemigos existenciales del régimen militar entonces liderado por Hosni Mubarak. Al cabo de dos años, la Casa Blanca retiró su apoyo a Mubarak durante las revoluciones de la Primavera Arabe y marcó el inicio de un gobierno de la Hermandad Musulmana. Egipto se volvió el primer pilar del antiguo orden de seguridad estadounidense en caer.
Los ayudantes de Obama dejaron claro que su segundo mandato estaría dedicado a asegurar un acuerdo nuclear con Irán. El propósito del acuerdo, conocido oficialmente como Plan Integral de Acción Conjunto (JCPOA), no era para impedir una bomba iraní-de hecho, el acuerdo legaliza el programa de armas nucleares del régimen clerical. Más bien fue para realinear a los intereses estadounidenses con Teherán mientras sofocaba a los aliados tradicionales de Estados Unidos, especialmente a Riad y Jerusalén, los otros pilares regionales del orden estadounidense. Para coronar sus ocho años de desmantelamiento de los instrumentos de la política estadounidense en el Medio Oriente, la iniciativa final de asuntos exteriores de Obama fue impulsar una resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptando la posición palestina que Israel estaba en violación del derecho internacional al ocupar, entre otros lugares, sitios santos judíos históricos.
Luego llegó Donald Trump, quien no sólo revirtió el realineamiento de Obama sino que reforzó la arquitectura de seguridad tradicional de Washington. El primer viaje oficial de Trump fue a Arabia Saudita. El explicó que la alianza estadounidense-saudí era buena para Estados Unidos debido a que significaba petróleo permisible, inversión en Estados Unidos, y empleos estadounidenses. Trump defendió a los saudíes cuando retiró a los espías estadounidenses, a The Washington Post, agentes de Obama, y servicios de inteligencia extranjeros unidos en una operación de información para aislar al Príncipe de la Corona Mohammad bin Salman después del asesinato del ex funcionario de la inteligencia saudí Jamal Khashoggi.
Ese fue solo el comienzo, mientras paso tras paso Trump borraba el legado de Obama en el Medio Oriente, y restauraba los pilares del orden de seguridad regional liderado por EE.UU. El respaldó al régimen militar en Cairo, y mudó la embajada estadounidense en Israel a Jerusalén. El reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golán, el Valle del Jordán y grandes partes de la Margen Occidental. Los acuerdos de normalización negociados por Trump entre Israel y otros estados regionales, conocida como los Acuerds de Abraham, reafirmó el poder regional liderado por EE.UU. vinculando entre sí a nuestros aliados—y así con Estados Unidos.
Crucialmente, los Acuerdos de Abraham también ignoraron a los palestinos. Después de todo, los palestinos nunca podrían normalizar relaciones sin perder su capacidad de proyectar poder y demandar tributo. Como Sadat, Trump y sus diplomáticos entendieron que la paz podía sólo ser hecha haciendo a un lado a los palestinos y a quien sea que los estuviera patrocinando, en este caso Irán.
Naturalmente, los Acuerdos de Abraham fueron repugnantes para la facción de Obama. Los acuerdos de normalización deshicieron el proyecto de equilibrio de poder de Obama—o sea, fortalecer a los adversarios de Estados Unidos a costa de los aliados—y empujó a los largamente queridos de la izquierda, los palestinos y la repúbica islámica a los márgenes. De forma acorde, la administración Biden descongeló dinero para llenar el cofre de guerra de Irán y debilitó la normalización regional bajo la cobertura de expandirla a Arabia Saudita. Cualquier conversación directa entre Israel y los saudíes, el custodio de los santuarios santos del Islam, tendría que involucrar, aunque sea sólo en nombre del protocolo, la causa palestina. Así, la administración Biden puso a los palestinos nuevamente en el centro de la región.
Así es como obtuvimos el 7 de octubre. Contrariamente a los puntos de conversación de la administración Biden, los iraníes no vieron las conversaciones de normalización entre israelíes y saudíes como una amenaza existencial; más bien, ellos la vieron correctamente, y como a otras medidas de Biden, como una invitación a interrumpir y desestabilizar el orden regional que Trump había reconstruido. Por consiguiente, en la forma regional tradicional, los iraníes movilizaron a su satélite palestino.
Y sin embargo para muchos observadores de buena fe, sigue siendo un misterio por qué Obama y luego Biden buscaron deshacer el orden estadounidense del Medio Oriente, un arreglo que ha mantenido relativamente estable a una región volátil y estratégicamente vital. ¿Es ego solamente que requiere que Obama y su partido deban probar que tienen razón, y que los éxitos de Trump deben ser transformados en fracasos a costa de Estados Unidos—y al precio adicional de destruir las perspectivas de un futuro relativamente esperanzado para los meso-orientales?
El hecho clave es este: El orden regional que Trump restableció ha sido durante mucho tiempo parte de la fórmula que asegura la contínua paz interna y prosperidad estadounidense. Por decirlo de otra forma, los movimientos hechos por Obama y ahora Biden no se tratan principalmente sobre desestabilizar el Medio Oriente. Más bien estan ideados para desestabilizar a Estados Unidos.
Los movimientos del equipo de Biden para proteger a Hamas son mejor entendidos en el contexto de un programa revolucionario de iniciativas locales que se proponen reconstituir la sociedad estadounidense sobre una nueva base, y que a su vez requiere el rechazo directo de la historia y cultura del país, sus acuerdos sociales existentes, y orden constitucional. El régimen actual ha usado como arma el estado de seguridad, etiquetó a sus opositores "terroristas internos," y libró una campaña estilo tercermundista contra el candidato de la oposición porque es una facción revisionista. Su manifiesto político y cultural es un programa para rehacer a Estados Unidos, ya sea a través de la presión social, o la censura, o mandato burocrático, o amenazas de violencia, o violencia real. Entre otros dispositivos para transformar a Estados Unidos, la administración Biden ha abierto la frontera a al menos 7 millones de extranjeros ilegales (y sigue la cuenta), muchos de lugares en el Medio Oriente donde Hamas es reverenciado, y para quienes la violencia política significa trabajo estable y bien pago.
No es el orden tradicional liderado por EE.UU. en el Medio Oriente en que la facción revisionista, la facción de Obama, está más determinada a desmantelar, sino más bien el orden existente en Estados Unidos. Y no es a Israel a la que está más ansiosa por moler hasta hacerla polvo, sino a Estados Unidos. Para que el partido que Obama rehizo en su imagen triunfe en casa, los palestinos deben ganar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.