EL PUEBLO DE LA ETERNIDAD NO TEME
Tras otra masacre, a los judíos se nos recuerda una verdad que nuestros enemigos nunca comprenden: La historia pertenece a los que se rehúsan a desaparecer.
Por Liel Leibovitz
Diciembre 15, 2025
Como tantos judíos, fui despertado hoy de madrugada con la noticia de la masacre en Bondi Beach, Australia. Como tantos judíos, conocía personalmente a gente que fue herida en el ataque. Y como tantos judíos, lloré por las víctimas y me enfurecí cuando los funcionarios públicos que aplaudieron las políticas que hicieron posible el ataque corrieron a publicar denuncias santurronas, como si no hubieran logrado entender que el tiroteo fue precisamente lo que significaba “Globalicen la intifada.”
Pero en medio de la profunda tristeza y la indignación correcta, no debe ser olvidada una verdad eterna: Los judíos vamos a estar bien.
Atáquennos, como hizo Hamas a Israel el 7 de octubre del 2023, y pronto descubrirán que la sangre judía ya no es más barata. Para más detalles, consulten amablemente con Yahya Sinwar, Hassan Nasrallah, o los caballeros a cargo del programa nuclear de Irán.
Si intentan asustarnos para que dejemos de ser judíos—como hicieron recientemente los merodeadores intentando un pogrom fuera de la Sinagoga Park East de Manhattan, cantando “Asústenlos” mientras ellos acosaban violentamente a los judíos que trataban de ingresar al edificio—y ustedes descubrirán que han logrado exactamente lo opuesto. Aquellos entre nosotros que antes tenían un compromiso poco firme ahora están caminando con collares con Estrellas de David enormes, y el Reto de Simjat Torah, que alienta a los judíos a reunirse y a leer juntos la porción semanal de la Torá, atrajo a decenas de miles de miembros y está creciendo exponencialmente. Estas son dos anécdotas; hay muchas más.
Nosotros lloraremos a los muertos, consolaremos a los afligidos, y seguiremos adelante. Hay pasado milenios ya; nos hemos vuelto buenos en eso. Y seguiremos haciéndonos más fuertes porque sacamos nuestro coraje y nuestra resolución de ese pacto antiguo que nos ordena, siempre y para siempre, difundir la luz de Dios y amar a un mundo sumido en la oscuridad y empapado en sangre. Nuestro gran profeta Micah capturó perfectamente la declaración de misión hace mucho tiempo: "Se sentarán cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera; y nada los hará temer: porque la boca del Señor de los Ejércitos lo ha dicho."
Y sin embargo, en cada generación, algunos claramente no logran entender la idea, creyendo en cambio que es posible hacerlos—hacernos, a los judíos, y con nosotros al mundo entero—temer por medio de la fuerza bruta. ¿Cómo funciona eso? Una breve lección de historia cuenta la historia.
Roma, el antiguo imperio que no nos mostró misericordia, es ahora una ciudad sudorosa y contaminada que depende de los dólares de los turistas para sobrevivir.
España, lugar de nacimiento de la Inquisición, ha dejado ingresar unos 600,000 inmigrantes al año desde el año 2022 y ahora enfrenta la tasa de desempleo más alta en el continente.
Inglaterra, habiendo sido la primera en expulsar a los judíos en el año 1290, ahora arresta a la gente por hacer declaraciones verdaderas en redes sociales mientras hace la vista gorda ante la violación masiva de sus propias hijas por parte de bandas de feroces inmigrantes que están devorando lentamente al país.
Francia, Alemania, Canadá, Australia—es la misma historia en todas partes donde miras. Un Occidente demasiado débil para definir, por no hablar de defender, sus propios valores, y hordas de merodeadores que se están instalando y reformando la cultura a su imagen violenta y odiosa.
Entonces no se preocupen por nosotros. Preocúpense por Sydney, Toronto, París, y las otras anteriores capitales de la cultura e innovación que ahora están ahogadas por olas de salvajes furiosos que aplauden el asesinato y siembran el caos y la violencia. Preocúpense por la gente amable en Alemania que permite ingresar a cientos de musulmanes en el nombre de la benevolencia multicultural, sólo para que se les diga que ya no pueden disfrutar más de sus mercados navideños porque sus nuevos vecinos pueden sentirse inclinados detonarlos, dispararles, o atropellarlos con coches. Preocúpense por los políticos que continúan tomando medidas simbólicas suicidas, como reconocer a "Palestina" o parlotear sin parar sobre "Islamofobia," aun cuando ellos secan a sus naciones de sus libertades y seguridades.
Casi inmediatamente despué del tiroteo en Sydney, algunos en redes sociales salieron a compartir la famosa foto de una menorá en una ventana en Kiel, Alemania, en 1931, con la bandera nazi colgando de la fachada del cuartel regional del partido cruzando la calle. La foto es digna de hecho de mil palabras: Januca nunca ha sido una festividad de fe pasiva. Conmemora un momento en que los judíos se rehusaron entregar su identidad a los que demandaban conformidad. Januca enseña que la supervivencia judía no se deriva de la negación del peligro, sino de la valentía de afirmar quienes somos a pesar de todo.
Casi un siglo más tarde, todavía encendemos menorás con alegría y convicción, mientras que la bandera nazi y los que creían en ella han desaparecido. Casi un siglo más tarde, el estado judío lidera el camino en todo, desde innovación a tasas de nacimiento pasando por felicidad, mientras que el lugar de nacimiento de Goethe y Schiller encuentra su tasa de fertilidad en caída libre, su política está en crisis, y su futuro oscurecido por invasores violentos que desprecian su cultura y no le muestran ni lealtad ni gratitud.
Los nazis de hoy pronto encontrarán un final igualmente sombrío, su bandera verde-roja-negra arrojada al mismo cesto de basura de la historia que la esvástica. Que los salvajes ululen sus libelos de sangre como siempre lo han hecho. Que acusen a los judíos de lo que quieran. El pueblo de la eternidad no tiene miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.