Xavier Batalla
La globalización topa con un cambio tectónico: tanto América Latina como África se aproximan al continente asiático
Veinte años después de la caída del Muro, la bipolaridad ha dado paso a un mundo cada vez más multipolar. Pero esta característica, que es decisiva, no es la única que define el mundo actual. El fracaso comunista aceleró la extensión de la democracia. Eso es cierto. A principios de la década de los setenta se contabilizaban ochenta democracias; dos decenios más tarde, la lista se había ampliado a casi ciento cuarenta. Pero el mundo seguía lejos, como ahora, de una convergencia feliz.
Otra característica del mundo actual es el regreso de la geopolítica. En el siglo XX, la geopolítica –la lucha por el control de los recursos naturales– condicionó los conflictos entre estados. En la Segunda Guerra Mundial, el control del petróleo no fue ajeno a la invasión de la Unión Soviética por los nazis. Y, una vez en la guerra fría, Mosadeq, primer ministro iraní, fue derrocado por nacionalizar el petróleo, aunque los británicos convencieron a Washington de que era un agente soviético. Ahora, en el arranque del siglo XXI, el estadounidense Paul Kennedy ha escrito: "Nuestro nuevo presidente tendrá que caminar en el futuro con Adam Smith y John Maynard Keynes de una mano y con Carl von Clausewitz y Halford MacKinder de la otra".
La concepción de MacKinder es la que ha tenido más fortuna desde que el sueco Rudolf Kjellen acuñó el término geopolítica, a finales del siglo XIX. MacKinder consideró que la oposición entre el poder marítimo y el poder terrestre es el tema fundamental de la historia del mundo, por lo que marcó el centro de Euroasia como el punto neurálgico del poder mundial. Esta visión puede haber sido modificada por el poder aéreo, pero la continuamos encontrando en las esferas de influencia de la guerra fría.
La globalización ha acelerado el ascenso de nuevos centros de poder, pero ahora topa con la geopolítica o, si se quiere, con un cambio tectónico. Y el cambio lo están provocando potencias emergentes asiáticas como China, India e Irán. China, en particular, está sedienta de materias primas y empeñada en demostrar que la geografía ya no es lo que era. El presidente estadounidense James Monroe no se lo creería: América Latina, como escribió el pasado verano The Economist, "se está inclinando hacia Asia y alejándose de Estados Unidos". Y esta historia se repite en África, donde sólo cuatro de los cincuenta y tres países del continente no han abierto los brazos a los dirigentes chinos. ¿Qué explica este éxito geopolítico chino? Los productos baratos que vende a los africanos, sus ayudas a los mandamases y las lecciones de estabilidad, no de democracia. Hace un año, cuando China vetó una resolución de la ONU contra Robert Mugabe, el dictador de Zimbabue, el ministro británico Jack Straw se refirió a un "nuevo colonialismo". Pekín suspendió entonces sus contactos con Londres sobre África, lejana pero casi una esfera de influencia
Fuente: La Vanguardia- España
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