domingo, 22 de noviembre de 2009

Pérfida moral de Gadafi


Quién no ha vendido el alma al petróleo y, con él, se la vende a los peores dictadores del mundo?

Escribí hace tiempo que una de las principales armas de destrucción masiva era el petróleo, y no sólo en términos de sostenibilidad, sino también en términos de derechos fundamentales. El modelo social que cimenta nuestro bienestar se basa en una dependencia energética que nos hace esclavos de tiranos brutales, cuya influencia planetaria va pareja a los petrodólares que ingresan por segundo. Algunos de estos personajes, pintorescos hasta el esperpento, pasean su palmito por los foros internacionales, blanquean su tiranía con el poder que da el oro negro, y dan lecciones de moralidad a los países democráticos. Y dichos foros, dotados de un pomposo artificio institucional, pero tocados por su debilidad estructural, no solo no sirven para defender la libertad de los pueblos, sino que se convierten en poderosos altavoces de las peores voces de la humanidad.

¿Qué diría, por ejemplo, la gran dama Eleanor Roosevelt, fundadora de la Liga de Naciones, viendo a brutales déspotas utilizando los micrófonos de la ONU para escupir sus delirios de odio? Esa ONU que nació para frenar a los Hitlers, y no para darles cobertura, es hoy un muñeco roto, donde cualquier déspota viola su esencia sin ningún escrúpulo. En términos de libertad, sencillamente no existe. Aún resuena, por ejemplo, el escándalo de invitar a un negacionista como Ahmadineyad a hablar en Ginebra en el foro sobre tolerancia, y de la misma forma que claman algunas de sus resoluciones más perversas, también gritan algunos de sus sonoros silencios. La ONU, por ejemplo, es inútil en la lucha por los derechos de las mujeres, en los países donde la ley ampara su segregación, su maltrato y su muerte. Sin embargo, dicho a favor de la ONU, ¿es más culpable el organismo internacional que los países dichos democráticos? ¿Quién no ha vendido el alma al petróleo y, con él, se la ha vendido a los peores dictadores del mundo? En un mundo energéticamente no dependiente, ¿permitiríamos, sin esbozar ni una protesta, la maldad intrínseca de gobiernos como el de Arabia Saudí? ¿Dormiríamos tan alegremente con nuestros peores enemigos?
Ahora le toca el turno del sermón perverso a Gadafi, cada día más afianzado como interlocutor. Que el dictador libio de facto desde 1969 se plante en Roma y riña a los países ricos por su falta de voluntad contra el hambre, mientras invita a 200 velinas "jóvenes, guapas y sin escote" a disfrutar de su magnanimidad, disfruta de un tren de vida cósmico, y goza de una de las fortunas más grandes del mundo, ya no es ni un escándalo. Es un escupitajo. Pero ahí está la FAO, invitándolo a que nos dé lecciones de solidaridad. Lo cual nos lleva a recordar, para nuestra desgracia, la famosa frase de Goethe, hablando de la libertad: "Nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo". No tengan duda. Se refiere a nosotros.

Fuente: La Vanguardia-España

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.