Un arco de inestabilidad
Gadafi empezó a perder en el 2008, cuando voló una fortuna que había invertido a través de Goldman Sachs
XAVIER BATALLA
La Vanguardia.com
Suez, como Yalta, evoca uno de los momentos determinantes del siglo XX. Hace cincuenta y cinco años, el canal de Suez fue escenario de un conflicto que promovió el cambio político en Oriente Medio. Ahora, las revueltas populares que arrancaron en Túnez amenazan a los regímenes que hace medio siglo derrocaron a los reyes.
La crisis de Suez comenzó a gestarse cuando Gamal Abdel Naser, una vez depuesto el rey Faruq I, accedió a la presidencia egipcia. Entre los grandes proyectos de Naser figuraba la construcción de la presa de Asuán, que iba a ser financiada por Estados Unidos, Reino Unido y el Banco Mundial. Pero Washington desconfiaba de Naser, que amenazaba con recurrir a la Unión Soviética. Y la reacción fue fulminante: Estados Unidos decidió no financiar la obra. Mohamed Heikal, hoy comentarista de Al Yazira y entonces confidente de Naser, ha escrito que la respuesta de Washington "fue un insulto" (Suez through egyptian eyes,1986). Y el canal fue nacionalizado el 26 de julio de 1956 con la compra de las acciones francesas y británicas al precio que cotizaban.
Anthony Eden, primer ministro británico, se ofuscó con Naser, a quien calificó de "Hitler del Nilo", y bendijo una confabulación con franceses e israelíes. La conspiración se fraguó en una reunión secreta celebrada en Sèvres, cerca de París, el 22 de octubre de 1956. Por parte israelí participaron David Ben Gurion, primer ministro; el general Moshe Dayan, jefe de gabinete, y Shimon Peres, ministro de Asuntos Exteriores. Por los franceses, el primer ministro, Guy Mollet, y los ministros de Defensa y Exteriores. Y los representantes británicos fueron el ministro de Exteriores, Selwyn Lloyd, y los diplomáticos Patrick Dean y Donald Logan.
Logan, fallecido en 2009, explicó en Financial Times qué se decidió en Sèvres. La operación debía empezar con un ataque de Israel contra Egipto, lo que serviría de pretexto para que británicos y franceses intervinieran con el cínico propósito de separar a los contendientes y recuperar el canal. Y así se hizo. El 29 de octubre Israel lanzó su ataque y un día después Londres y París formularon un ultimátum a los dos contendientes para que cesaran los combates. Pero la conspiración fracasó cuando Estados Unidos dijo en la ONU que la acción era ilegal. La libra esterlina cayó ante la presión de Washington, y Eden, al borde del cisma con el gran aliado, ordenó que las tropas se retiraran.
Oriente Medio cambió. Suez fue el canto del cisne del imperialismo británico, que pasó el testigo a Estados Unidos. Francia, que quiso castigar a Naser por su ayuda al argelino Frente de Liberación Nacional, tuvo que abandonar Argelia en 1962. Yel régimen nacionalista de Naser fue contagioso. En 1957, Habib Burguiba se convirtió en presidente de Túnez. En 1958 fue derrocada la monarquía que Londres instaló en Iraq. El Baas (Partido del Renacimiento Árabe) tomó el poder en Siria en 1963. Y en Libia, Gadafi depuso al rey Idris en 1969.
Los dirigentes nacionalistas de Egipto, Siria y Libia, se convirtieron en los nuevos monarcas. Aprendieron a protegerse de sus ejércitos y se hicieron con la economía. Pero ahora - ellos o sus herederos-temen perder hasta la camisa. Con las revueltas árabes, sin embargo, aún no se sabe a qué atenerse. William Hague, secretario del Foreign Office (Asuntos Exteriores), ha advertido esta semana en The Times de la "incertidumbre que se cierne sobre el arco de inestabilidad que va desde Marruecos hasta Omán". Seis meses después del inicio de las revueltas, sólo dos autócratas han sido derrocados. En Siria y Bahréin las protestas están siendo aplastadas. Y en Libia, pese a la intervención de la OTAN, el conflicto (el asesinato del jefe militar rebelde añade más incertidumbre) se ha estancado, por lo que Londres no descarta que Gadafi pueda quedarse en el país si abandona el poder.
La pieza más importante del arco es Egipto, donde Hague pronostica que "los próximos seis meses serán muy difíciles". Pero Libia también será decisiva. La desaparición de Gadafi sería grave para el presidente sirio, Bashar el Asad, y un alivio para muchos, incluidos los banqueros de Goldman Sachs, que en el 2008 ya le dieron un disgusto. Entonces, el fondo soberano libio (LIA) perdió el 98% de los mil millones de euros que había entregado a la firma de Wall Street para que los invirtiera.
La eventual caída de Gadafi aceleraría el final de El Asad, a quien Hague sólo da unos seis meses más en el poder. Pero el futuro del arco que va desde Marruecos hasta Omán continúa siendo incierto a causa de las divisiones sectarias, la pobreza y la contrarrevolución.
El cambio que comenzó en Suez
Gamal Abdel Naser, después de derrocar al rey Faruq I, nacionalizó el canal de Suez el 26 de julio de 1956. Gran Bretaña, Francia e Israel se confabularon contra Egipto, pero fracasaron. Naser salió reforzado y su régimen nacionalista fue contagioso. Las revueltas árabes pretenden cambiar ahora los regímenes que comenzaron con la caída de los reyes.
El 14 de julio de 1958, Abdel Karim Qasem,un coronel nacionalista, derrocó a la monarquía iraquí. XX La radio oficial proclamó entonces: "Aquí, la República de Iraq. El enemigo de Dios (el primer ministro Nuri Said) y su amo (el rey Faisal II) han sido ejecutados". Un grupo de oficiales libres, inspirándose en Naser, tomó el poder. Después llegó Sadam Husein.
En Siria, en 1970, Hafez el Asad encabezó un golpe protagonizado por la rama izquierdista del partido Baas, en el poder desde 1963, y se convirtió en primer ministro. Un año después se hizo elegir presidente de la República (con un 99% de los votos). Murió en el 2000 y le sucedió su hijo Bashar el Asad, que ahora reprime a sangre y fuego una revuelta popular.
Muamar el Gadafi,líder del movimiento de los oficiales unionistas libres, derrocó al rey Idris de Libia el 1 de septiembre de 1969. Cuatro decenios después sobrevive tras cuatro meses de bombardeos. Está condenado, pero la guerra está estancada y Londres, París y los rebeldes podrían aceptar que continúe en Libia si dejara el poder.
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