"En vez de insistir en que los árabes no tienen nada que tratar con Israel mientras los palestinos no hayan negociado la paz, lo inteligente sería favorecer la mejora de las relaciones árabe-israelíes, vincular a los árabes a la negociación y utilizarlos para llevar a los israelíes a unas posiciones más beneficiosas [para los palestinos]"
Por su interés, traducimos buena parte de un artículo recientemente publicado por Tony Blair, titulado “The Palestinian dilemma” (“El dilema palestino”), en el que el ex primer ministro británico, reconocido simpatizante de la causa palestina, urge al liderazgo palestino a cambiar radicalmente de estrategia, pues considera que la actual es tremendamente contraproducente si de lo que se trata verdaderamente es de la consecución de un Estado palestino independiente.
(Las negritas del artículo son nuestras).
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(…) no importa lo que ofrezca el plan, los palestinos deben cambiar de estrategia. De lo contrario, la tendencia de las últimas décadas, por la que cada oferta es peor que la anterior, persistirá.
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Puedo pensar en mil cosas que podrían hacer los israelíes para posibilitar la existencia del Estado palestino. Pero lo cierto es que sólo se creará si se produce un giro fundamental en la estrategia palestina.
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(…) [los palestinos] necesitan una estrategia para la estadidad, y su rumbo actual no les llevará a ella. Sus principales valedores internacionales han impedido asimismo el desarrollo de una estrategia seria, pues han alentado al liderazgo palestino a centrarse sólo en la justicia histórica de su causa en vez de en la realidad del ecosistema político en la que dicha justicia ha de conseguirse. Las resoluciones, gestos de apoyo y expresiones retóricas de solidaridad para con los palestinos son la moneda más barata en la arena diplomática internacional. En el mundo real, con eso no se compra nada.
La consecución de objetivos políticos requiere un análisis frío de la realidad de la propia situación. Para conseguir que dos Estados vivan en paz uno al lado del otro, y con la circunstancia de que uno de ellos ya existe y es mucho más poderoso que [el que está por nacer], el primero debe sentirse seguro ante la creación del segundo, y a éste se le debe procurar el apoyo político y diplomático necesario.
[…]
(…) los palestinos se han negado a discutir el plan, incluso a atender a una llamada de Trump.
Eso no puede funcionar. Han de implicarse. Decir por qué el plan es inaceptable. Señalar qué es lo que se ha de cambiar. Exigir reuniones. Abogar. Entrar en los detalles.
Hay tres [actores] que pueden contribuir a la consecución de la estadidad [palestina]: los israelíes, los americanos y los árabes. ¿De qué manera denunciar a los primeros, alienarse a los segundos e irritar a los terceros puede considerarse una estrategia exitosa?
[…]
(…) los árabes no son indiferentes. Se preocupan por los palestinos y, ardorosamente, por Jerusalén. Pero están hartos de verse atrapados entre los desafíos de la estabilización y la modernización de la región, que precisan de una estrecha alianza con EEUU y una creciente relación con Israel, y una causa que se espera apoyen pero de cuya gestión se les excluye.
En vez de insistir en que los árabes no tienen nada que tratar con Israel mientras los palestinos no hayan negociado la paz, lo inteligente sería favorecer la mejora de las relaciones árabe-israelíes, vincular a los árabes a la negociación y utilizarlos para llevar a los israelíes a unas posiciones más beneficiosas [para los palestinos]. El objetivo habría de ser una empresa conjunta árabe-israelí para la región de la que forme parte la resolución de la cuestión palestina.
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