viernes, 22 de mayo de 2020

EL PODER SANADOR DE LA PALABRA
Antes de que baje el telón, anímate a pronunciarte.
Mejor dicho: a mencionarte por completo.
Me refiero a expresarte sin que nada de ti quede fuera.
Es decir, a nombrarte sin guardar absolutamente nada.
Atrévete a proferir tu nombre, y el nombre de tu nombre.
Porque las palabras no fueron creadas para decir, sino para decirnos.
Sin rodeos ni vericuetos.
Porque lo que permanece dentro, se enferma.
Y nos enferma.
Porque lo que no logramos poner en palabras, nos carcome por dentro.
Nos empobrece, nos opaca y nos fosiliza.
Por eso, no lo pienses dos veces.
Dite.
Dite como sólo tú sabes y puedes decirte.
Como nunca, jamás, nadie podrá hacerlo.
Porque estar vivo, pero vivo, es superar todos los miedos y animarnos a nombrarnos.
Pero a través del nombre que únicamente nosotros conocemos.
El que nos revelaron al nacer y el que nos llevaremos al partir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.