AUSCHWITZ FUE CONSTRUIDO SOBRE MENTIRAS. ELLAS TODAVIA PERSIGUEN A ISRAEL Y A NUESTRO MUNDO HOY
¿Continuaremos dando credibilidad moral a las voces que dicen que la pequeña nación de Israel es la villana por negarse a morir?
traducida por Marcela Lubczanski<
Por Elisha Wiesel
Enero 26, 2025
Auschwitz fue liberado hace 80 años el lunes. Sus mentiras todavía nos todavía nos tienen presos hoy.
Fue con mentiras de trabajo en el exterior que los nazis persuadieron a los judíos de Europa de subir a los trenes, y fue con mentiras sobre las duchas que los judíos fueron saludados cuando se bajaron.
Están las mentiras que el mundo se contó a sí mismo mientras se desarrollaban estas atrocidades. Que estaban haciendo todo lo que podían—aun cuando las vías del ferrocarril a Auschwitz no fueron bombardeadas; cuando el barco St. Louis, lleno de refugiados judíos, fue devuelto de Florida a Europa; cuando Inglaterra congeló la inmigración judía europea al Mandato Británico para Palestina, evitando el escape de cientos de miles que podrían haber sido salvados.
Y por último están las mentiras contadas en las décadas siguientes porque eran convenientes. "Ellos fueron víctimas," dijo el Presidente Ronald Reagan en 1985 de los soldados de la Wehrmacht enterrados en el cementerio Bitburg, donde él tenía intenció de visitar, "tan seguramente como las víctimas en los campos de concentración."
Elie Wiesel confrontó a Reagan en televisión nacional
Era muy tarde para detener esta última mentira, pero mi padre, Elie Wiesel, estaba determinado a intentarlo. Su respuesta llegó a los titulares en todo el mundo.
“La cuestión aquí no es política,” dijo él a Reagan en televisión nacional, “sino el bien y el mal. Y nosotros nunca debemos confundirlos, porque yo he visto a las SS en funcionamiento, y he visto a sus víctimas."
Mi padre no tuvo éxito. Reagan rindió sus respetos en Bitburg de todas formas, y la línea entre los perpetradores del mal y sus víctimas se siguió borrando.
Hoy, apenas el 40% de la gente menor a 35 años de edad reconoce el Holocausto como históricamente exacto. Ese número es aun peor en el Medio Oriente, donde apenas el 16% de los vecinos de Israel aceptan los hechos.
Pero el problema es peor que la ignorancia. Muchos en la generación más joven, reviviendo la confusión moral de Reagan, ven a los combatientes de hoy de Hamas como víctimas tan seguramente como los israelíes que ellos secuestraro el 7 de octubre del 2023. Para ellos, Hamas es el héroe desvalido.
Mi padre se manifestó contra la indiferencia. Lo que enfrentamos ahora es otra cosa. Nadie es indiferente; todos tienen una opinión sobre el conflicto entre Israel y Hamas. ¿Es credulidad masiva? ¿Buenas intenciones que salieron mal? Seguramente muchos cristianos que masacraron judíos en la Edad Media creyeron que estaban protegiendo a sus familias, que los judíos habían envenenado de hecho las fuentes. ¿No habían visto ellos el cuerpo muerto de un niño, producido como la prueba del libelo de sangre?
Es difícil mirar al mal a la cara. Ver a los yihadistas en Gaza disparar con rifles al aire mientras 90 presos palestinos eran intercambiados por sólo 3 mujeres israelíes.
Uno de los terroristas a punto de ser liberado por Israel es Abu Warda, quien fue responsable por asesinar a 45 civiles en los bombardeos de autobús de 1996 en Jerusalén. ¿Ocupa él el mismo universo moral que estas mujeres?
Hamas quiere erradicar a Israel
Es más fácil creer que esta turba militante quiere su propio estado que escuchar, realmente escuchar, lo que ellos gritan: que su misión, como declara el estatuto de Hamas, es la erradicación de Israel. Desde este alto el fuego, Hamas ha vuelto a tomar las calles de Gaza—y los observaremos provocando más destrucción sobre el pueblo de Gaza.
Mi padre, en su discurso en Bitburg, citó al gran editor ejecutivo del New York Times, Abe Rosenthal. El había visitado Polonia y escribió un artículo en 1990 llamado “No los perdones, porque ellos sabían lo que hacían.”
El deseo cristiano de perdonar y seguir adelante es uno poderoso en la psique estadounidense, especialmente cuando el terror que está siendo perdonado recayó sobre otros. Pero los estadounidenses no debemos perdonar a Hamas. Debemos enfrentar el mal cuando y donde lo vemos. No hay tiempo que perder.
Las buenas intenciones no son suficientes.
Mi abuelo, Shlomo Wiesel, quien pereció en Buchenwald una semana después de la liberación de Auschwitz, era también el hijo de un Eliezer. Mi bisabuelo fue asesinado como médico en la Primera Guerra Mundial, convocado al servicio por el Kaiser. Y ahora yo veo que la reprimenda de mi padre a Reagan está siendo puesta al servicio de los que odian a Israel, quienes gritan que combatir la indiferencia es apoyar ciegamente la erradicación de un estado democrático.
Es aterrador enfrentar a una turba, especialmente cuando ésta contiene a los nuestros—nuestros amigos, colegas de trabajo, incluso nuestros hijos, arrastrados por esa profunda confusión moral que asola los campus universitarios. Pero en este aniversario de la liberación de Auschwitz, debemos hacernos estas preguntas:
¿Seguiremos justificando las imágenes de civiles palestinos no uniformados celebrando—y ayudando activamente a Hamas—en los ataques del 7 de octubre, muy como una generación previa buscó justificar a las SS, a la Wehrmacht y a los civiles que los mantuvieron en el poder?
¿Seguiremos confundiendo los conceptos de perpetrador y víctima, de terrorismo y una guerra justa, perdiendo la distinción entre Hamas, que se oculta detrás de escudos humanos, y las Fuerzas de Defensa de Israel, que hacen más de lo que cualquier ejército ha hecho jamás por evitar la pérdida de vidas mientras bombardea los túneles construidos para facilitar el próximo Holocausto?
¿Seguiremos dando credibilidad moral a las voces que dicen que la pequeña nación de Israel es la villana por rehusarse a morir?
Para diferenciar el bien del mal, uno debe empezar por elegir entre la verdad y las mentiras.
Hace cuarenta años, el Presidente Reagan no había aprendido esta lección. A ochenta años de la liberación de Auschwitz—¿la hemos aprendido nosotros?
Elisha Wiesel es el hijo de Marion Wiesel y el galardonado con el Premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel.
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