sábado, 12 de abril de 2025

DEL NEW YORK POST

 MIENTRAS LOS JUDIOS CELEBRAN SU LIBERTAD ESTE PESAJ, MIS COMPAÑEROS LOS REHENES DE HAMAS TODAVIA CARECEN DE LA SUYA


Por Keith Siegel
Abril 11, 2025

traducida por  Marcela Lubczanski
Mi nombre es Keith Siegel. Soy un abuelo estadounidense que sobrevivió 484 días en Gaza.
El 7 de octubre del 2023, mi esposa Aviva y yo fuimos raptados violentamente de nuestra casa por terroristas de Hamas. A mi me dispararon en la mano y me rompieron algunas costillas durante el secuestro, heridas no tratadas hasta mi regreso a Israel.
Aviva fue liberada después de 51 días. Nuestras palabras de despedida fueron una promesa de permanecer fuertes para el otro y sobrevivir. Yo fui finalmente liberado en febrero, después de soportar casi 16 meses en cautiverio.  
Estoy compartiendo mi historia porque cuando los judíos en todo el mundo se preparan paar Pesaj, la festividad de la libertad, debemos recordar a los 59 rehenes en Gaza que todavía carecen de esa libertad — y lo que están enfrentando: abuso físico, tortura psicológica, aislamiento y privación de las necesidades básicas.
Mi experiencia fue brutal: Fui retenido en el calor sofocante de los túneles a 130 pies bajo tierra. Presencié violencia extrema — rehenes esposados, golpeados y atacados sexualmente.
Una rehén fue amordazada y atada mientras sus pies eran golpeados con varas de metal, yo me paré paralizado, incapaz de ayudar.
Estos recuerdos de tortura medieval todavía me acosan hasta este día.
Contrariamente a la creencia popular, los terroristas que me retuvieron no estaban hambreados; ellos comían bien mientras nosotros pasábamos hambre. Yo haría que cuatro bocados de arroz duraran como 20 bocados, comiendo lentamente para saborear cada bocado de comida. Para el momento en que fui liberado pesaba apenas 125 libras, debajo de mis 190.

Sabía que la resistencia significaba muerte. No podía luchar o escapar. Estaba profundo dentro de Gaza; ¿dónde podría ir?
No me resistí cuando me patearon o escupieron. Tampoco cuando afeitaron mi cuerpo para humillarme.
Ni siquiera cuando uno me encerró en una habitación, apuntó una pistola en mi cabeza y dijo, “Voy a matarte ahora.”
Cuando me forzaron a hacer videos de propaganda, cumplí.
Cuando trataron de convertirme al Islam, recité sus frases.  
Yo encontré un pequeño espacio de control: me rehusé a suplicar.
Cuanto peor me trataban — las golpizas, hambre, humillación — menos quería pedir algo.
Durante seis meses de mi cautiverio, estuve completamente solo en aislamiento.
Para mantenerme mentalmente fuerte, conté los días por medio de los llamados al rezo de la mezquita, canté canciones de James Taylor en mi mente. Mantuve conversaciones diarias con mi familia en mi cabeza, incluso con mi madre de 96 años de edad en North Carolina. Tristemente, ella falleció durante mi cautiverio, y nunca tuve una posibilidad final de abrazarla para despedirme.
Después de más de un año de esta pesadilla, el Presidente Donald Trump fue electo, y todo cambió de la noche a la mañana.
Su victoria transformó mi suerte y la de otros 37 rehenes. Al cabo de días, se reanudaron las negociaciones, y fue firmado el acuerdo que me trajo a casa.
Cuando finalmente fui liberado, salí físicamente quebrado, pero había logrado mi misión: cumplir mi promesa a Aviva de sobrevivir.
Apenas semanas después de mi liberación, tuve el honor de reunirme con el Presidente Trump en persona.
A pesar de mi condición debilitada, sabía que tenía que hacer el viaje. No fue fácil abordar un avión tan pronto después de dejar esos sofocantes túneles en Gaza. Pero tuve que hacerlo, no sólo para agradecer al hombre que salvó mi vida, sino por los que quedaron atrás. 
Cuando el Presidente Trump tomó mi mano, vi en sus ojos una determinación genuina de terminar lo que empezó y traer a todos a casa.
Otros rehenes liberados durante el acuerdo, como yo, han descripto las difíciles condiciones enfrentadas por los que todavía están en cautiverio: encadenados en suciedad y miseria en pequeños túneles, sin aire, higiene, alimento, o agua — cada día, otro día de sufrimiento inimaginable.
Pienso constantemente en Matan Angrest, quien pasó semanas conmigo en cautiverio antes de ser separados. El tenía apenas 21 años cuando fue capturado.
¿Cómo está sobreviviendo ahora, tantos meses después? ¿Tiene todavía esa chispa de esperanza en sus ojos? ¿O se ha atenuado después de observar rehén tras rehén siendo liberado mientras él permanece?
Matan y los otros necesitan de la continuada presión de Estados Unidos de América para traerlos a casa.
Como estadounidense, estoy orgulloso de tener al Presidente Trump como mi presidente. Gracias a él, fui reunido con mi esposa, hijos y nietos.
Por favor, Presidente Trump, continúe el trabajo extraordinario que ha hecho. Consíganos un acuerdo para traerlos a todos de regreso — los que todavía están vivos y los que han perdido trágicamente sus vidas y merecen entierro apropiado.
No podemos abandonar a estas personas en la oscuridad de la que acabo de escapar.
Me las arregIé para sobrevivir 484 días en cautiverio, pero los que todavía están atrapados en los túneles de Hamas no podrán resistir mucho más tiempo.
Soy muy afortunado de poder recitar la historia del éxodo de Pesaj con mi familia este año. Pero aunque puedo parecer libre, ninguno de nosotros realmente lo está, hasta que todos los rehenes regresen a casa. 

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