**El Grito**
El grito intenso y desesperado me despertó de mi ligero
sueño;
sin abrir los ojos esperé en silencio que se repita o solo
había
sido una pesadilla. Volví a oír el grito de una garganta
dolorida
por el esfuerzo, gritaba el nombre de mi amada, el nombre
prohibido,
el nombre que no debía repetir por un pecado compartido.
Una y otra ves el grito retumbó en mis oídos mientras mi
corazón
extrañado reconocía el nombre que como una mordaza en mi
boca
no debía nombrar. Nuevamente el grito con su mayor potencia
como
pidiendo el auxilio, para ser socorrido, como alguien que
está herido de
muerte o es arrastrado por un río turbulento que lo conduce
a la guadaña.
Abrí los ojos intrigado por el nombre que repetía, mientras
tapaba mis
oídos, sin conseguir quitar el grito cuyo nombre lastimaba
mis recuerdos.
Consternado y con asombre comprobé que el grito salía de mi
boca; con
una bufanda amordacé mis labios. De nada sirvió, el grito
seguía en mi
cabeza, en mi cuerpo, en mi interior.
La ronquera enmudeció mi voz hasta ser un susurro para morir
con su
nombre en mis labios y su recuerdo en mi corazón.
¡El grito murió… yo también!
Mario Beer-Sheva
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