miércoles, 10 de diciembre de 2025

 En 1941, en el gueto de Białystok, en la Polonia ocupada, un recién nacido luchaba por sobrevivir. Su madre había sido asesinada por los nazis y su padre formaba parte de la resistencia. El destino del niño era prácticamente seguro.

Entonces alguien hizo una pregunta sencilla, pero peligrosa.
A una joven polaca llamada Genowefa Majcher le preguntaron si estaría dispuesta a cuidar del bebé. Ella no dudó.
Respondió: «Sí, me lo llevo».
Genowefa sacó al niño del gueto en secreto y lo acogió como propio. Era soltera y sabía perfectamente lo que significaba esconder a un niño judío: si era descubierta, la pena era la muerte. Aun así, decidió seguir adelante.
Le dio un nombre cristiano, Michael, y lo bautizó públicamente para protegerlo. Lo crió como a un hijo, proporcionándole alimento, cuidado y afecto en uno de los períodos más peligrosos de la historia europea. Cada día que pasaba era un riesgo.
En 1945, terminada la guerra, el padre biológico del niño regresó. Al reencontrarse con su hijo con vida, se arrodilló y lloró. Michael volvió con su padre, pero nunca perdió el vínculo con la mujer que le había salvado la vida. Genowefa siguió siendo su “mamá” durante el resto de su vida.
En 2003, Genowefa Majcher fue reconocida oficialmente como Justa entre las Naciones por el Estado de Israel. Falleció ese mismo año.
Su historia no es extraordinaria por grandes gestos, sino por una decisión simple tomada en el momento adecuado:
decidir proteger a un niño cuando hacerlo significaba arriesgarlo todo.
Una forma silenciosa, pero absoluta, de heroísmo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.