viernes, 29 de junio de 2012
Assad sostenido en el aire. El mundo teme
de Cidipal, el Viernes, 29 de junio de 2012 a la(s) 10:46 ·
Ron Ben Yishai
En vísperas de la convención, convocada por la ONU, en Ginebra, para el próximo sábado, pareciera, más que nunca, que la violenta crisis en Siria no tiene solución. Por un lado, los rebeldes acumulan fuerza, experiencia y armas logrando desgastar al ejército y a las fuerzas de seguridad del régimen por medio de la guerra de guerrillas y el terrorismo. Por el otro, a pesar de ser la mayoría, musulmanes- sunitas (además de kurdos), los rebeldes sufren de división política, organizativa e ideológica-religiosa. Es por ello que, la mayoría del pueblo sirio, como también los elementos internacionales, no ven aún una alternativa adecuada ni útil. A la par de la lucha intra-organizativa de los rebeldes –“el ejército libre de Siria y otros”- tiene lugar en Siria un enfrentamiento sangriento entre los sunitas (65% de la población) con los miembros de la etnia alawita (13%), de la cual es originaria la dinastía Assad. Para ser mas exactos, se trata de una serie de enfrentamientos entre grupos armados locales que actúan en aldeas y ciudades en las que residen sunitas y alawitas, unos junto a otros. El objetivo de los armados de ambas etnias es provocar, por medio de la matanza de civiles no involucrados y con sucesos de venganza sangrienta, la huida de los miembros de la otra etnia del terreno o, en pocas palabras: limpieza étnica.En general no habrá decisión próxima en las fuerzas de seguridad del régimen ( que intervienen para bien de la minoría alawita), de tal modo que esa guerra inter-étnica tiene lugar al mismo tiempo que la lucha de guerrillas por el derrocamiento del régimen. Los enfrentamientos en Siria ya hace tiempo dejaron de ser entre soldados del régimen que masacran a los civiles no armados que manifiestan contra Assad. Ahora se trata de una guerra de todos contra todos. Mientras continúe de esa manera generará más y más cuentas abiertas de venganza sangrienta que la alentaran y extenderán en el tiempo. De la nada, esos no son los últimos problemas de los rebeldes en Siria. Las principales bases de fuerza de Assad y su régimen aún le son leales y funcionan con determinación y atrocidad, lo que impide - a la oposición- obtener logros permanentes en el terreno.
La economía siria, gracias a la ayuda iraní, se sostiene a pesar de las sanciones que la ONU le impuso al país (que incluye, desde la semana en curso, la prohibición de comerciar con el Banco Central sirio).
Es bastante claro que se requiere, con urgencia, la intervención desde afuera para poner fin al derramamiento de sangre que amenaza con continuar por años, pero la comunidad internacional pasa por alto ambos ítems y no logra acordar sobre una acción efectiva. Uno de los motivos, es que Siria se convirtió, hace tiempo, en el principal ámbito de enfrentamiento entre factores e intereses mundiales y regionales. Sirios, de todos los sectores, sirven de enviados de los organismos de la fuerza extremista, regional o global.
El mayor enfrentamiento, que cobra su expresión en Siria, ocurre entre la mayoría sunita del Medio Oriente y el eje chiita, conducido por Irán. La mayoría sunita es conducida por Arabia Saudita, Qatar y Turquía y es apoyado por Estados Unidos y los países de Europa occidental (Israel no participa de ese bloque pero reza por su victoria). Con el grupo chiita, apoyado por Rusia y China, se identifican los iraníes, la minoría alawita, Hezbollah y Líbano y, en cierta medida, Irak. Arabia Saudita y Qatar, envían armas a los rebeldes sunitas en Siria a través de Turquía y Líbano y con ayuda activa del gobierno de Ankara. Esas armas, que incluyen entre otras misiles contra tanques y RPG, ayudan a los rebeldes a cobrarse no pocas víctimas en las unidades de infantería del régimen. Los estados sunitas colaboran, también, en el envío de hospitales de campo que, los rebeldes, levantan en regiones bajo su control dentro de Siria. No menos importante es la organización logística mejorada que los sauditas, qataríes y turcos levantan en la zona fronteriza con Siria. Arabia Saudita y Qatar. Incluso pagan sueldos a los rebeldes y los desertores del ejército y ese es un motivo para el aceleramiento de la ola de desertores del ejército y de la Fuerza Aérea siria.
Estados Unidos incentiva e interviene en la ayuda por medio de los agentes de las agencia de espionaje central (CIA), con la esperanza de lograr el derrocamiento de Assad. El premio será muy grande: Irán perderá un bien estratégico importante y Hezbollah deberá revelar frenar, contenerse y considerar a otras etnias en Líbano. Al mismo tiempo, Obama no se apura en armar a los rebeldes. En Washington temen que esas armas extiendan la guerra de “todos contra todos” en Siria y sirvan a factores hostiles a Occidente –por ejemplo la gente de Al Qaeda y los salafíes- en el caos que se generará.
Otro enfrentamiento más es entre Rusia y Estados Unidos por la hegemonía y las anclas en el Medio Oriente. El puerto de Tartus (Siria) es el único en la cuenca oriental del Mar Mediterráneo en el que la flota rusa tiene base. Siria (con financiamiento iraní) es gran comprador de armas rusas y el régimen de Assad es el aliado político de Moscú y es quien otorga a Vladimir Putin la posibilidad de influir en las tendencias del Medio Oriente y, lo más importante: poner palos en la rueda de Estados Unidos en la región. Ese es el contexto para la negativa de Rusia a permitir, a Occidente, involucrarse en Siria tal como lo hizo en Libia y Moscú.
Y surge otro enfrentamiento que aporta a los combates en Siria: el enfrentamiento del gobierno de Turquía con la minoría kurda en ese país. Turquía apoya a los rebeldes y les brinda cobertura y ayuda con la intención de ser el principal factor influyente en Siria, el día después de Assad. El objetivo es impedir la independencia o la autonomía kurda en Siria que se sume al “cuasi estado” existente en el norte de Irak y que incentive – entre los kurdos turcos- demandas de independencia y unidad con sus hermanos.
Con todo ello, el principal obstáculo ante la intervención militar occidental en Siria no es la oposición de Rusia y China en el Consejo de Seguridad, a pesar de ser lo que se desprende de los titulares en el mundo. El motivo son cálculos independientes; temores de las potencias occidentales y, en particular, Estados Unidos. Si no fuera por esos recelos, Occidente hubiera podido decidir hace tiempo- sin permiso oficial del Consejo de Seguridad- activar las fuerzas de la OTAN en Siria “apelando a la estabilidad y el peligro de una guerra civil”.
Cuatro razones de peso impiden la acción occidental para el freno a la matanza mutua en Siria:
1- El temor que una acción militar contra Siria arroje pérdidas humanas y tenga un alto costo económico, sin ninguna seguridad que ello llevará al resultado deseado. Los organismos de inteligencia occidentales advierten que, un intento por abordar una región prohibida en el ámbito aéreo sirio, puede costar caro a la fuerza aérea que tomase parte en el operativo (a esa evaluación llega la fuerza aérea israelí). La OTAN no tiene experiencia ni planificación operativa para reprimir el fuego sirio, al que está acostumbrada – desde hace años- la fuerza aérea israelí.
El desafío sirio no es simple. Siria cuenta con uno de los sistemas de defensa aérea más grandes y densos del mundo. Hace poco, Damasco recibió sistemas de misiles tierra-aire del modelo SA-17 y SA-22 móviles, morteros y cohetes. El temor es que la OTAN pierda algunos aviones antes de lograr sobreponerse a ellos y la caída del Phantom turco, hace algunos días, reforzó el temor. El avión turco estaba, según parece, en misión de evaluar la preparación y capacidad de defensa aérea siria. Es por ello que volaba a una altura muy baja, a una distancia no lejana de la costa siria y, al ser descubierto por escasos minutos soportó fuego de mortero. Las evidencias sobre el suceso difieren pero algo es seguro: el sistema de defensa sirio se encuentra dispuesto y con capacidad record.
2- Si los países de Occidente y Turquía quieren crear una región humanitaria libre en la frontera entre Turquía-Siria (o en la frontera Jordania-Siria o un corredor humanitario para las zonas de combate) requerirá, según parece, de un operativo terrestre para la ocupación del terreno. Tras el intento en Irak, los miembros de la OTAN carecen de apetito o ganas por concretar ese operativo. Incluso los resultados pueden llegar a ser iguales a los alcanzados en las guerras de Afganistán e Irak: derramamiento de sangre interno, terror y guerra civil lo que condujo al control de elementos islamistas extremos u hostiles a Occidente e Israel.
3- Las próximas elecciones a la presidencia en Estados Unidos. La evaluación clara es que no existe ninguna posibilidad que el Presidente Obama permita la participación de un solo soldado o piloto norteamericano en un operativo militar en Siria antes de las elecciones. Sabe que la imagen de un fracaso o un operativo inacabado pueden costarle el cargo, incluso si se trata del establecimiento de una fuerza para el cuidado de la paz que, en algo, complique. Eso no quiere decir que, tras las elecciones, Washington promueva y participe de un operativo en Siria pero, antes de ello, no hay de qué hablar, a excepción de algo: si existe peligro que, las armas químicas y biológicas sirias pasen a manos irresponsables. Para esa situación hay en el Pentágono un programa dispuesto y, en apariencia, la intención de llevarlo a la práctica. Así los indican los funcionarios del gobierno norteamericano que hablaron, abiertamente, con los periodistas para “The Washington Post”.
4- Irán. Estados Unidos y las potencias occidentales consideran que ahora cabe focalizarse en la disposición y las acciones de eliminación de la amenaza nuclear y, por ello, no deben dejarse arrastrar a una confrontación innecesaria con Rusia y China. Occidente requiere, de ambos, de toda la buena voluntad en el contexto iraní dado que, en Siria, no existe aún ningún elemento que pueda (como en Libia o Kosovo) tomar el poder en sus manos, asegurar que no ocurrirá una guerra civil y Siria no se convertirá en un estado frustrado que constituya un invernadero para la Jihad Mundial.
Ante la ausencia de voluntad o intención de intervenir militarmente en Siria, todos los elementos buscan un orden diplomático. El programa del enviado de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan quedó eliminado y no tiene sentido referirse a ello, como la fuerza de observadores enviada a Siria en ese marco. Esa fuerza ya no es activa aunque, en pocos días, el Consejo de Seguridad tomaría la decisión formal sobre la continuidad de la acción para la materialización del programa de Annan.
Estados Unidos intentó proponer a Assad- como lo hizo con el líder de Yemen - la inmunidad ante el juicio internacional para que acepte renunciar. Obama intentó sumar a Putin pero Rusia no se propuso a ayudar dado que, Assad, se negó a tomar en cuenta ese arreglo. A su entender: Basta de justicia! En Washington se olvidaron que, a diferencia de Yemen, en Siria lo que aparece en la balanza no es solo la suerte del líder y su bienestar sino la suerte de la comunidad alawita en su totalidad. Si Assad y su régimen desaparecen es probable una masacre de los alawitas. El Secretario General de la ONU, Ban kee Moon y Kofi Annan intentan encontrar una salida, que sea aceptada, en la Convención del sábado, en Ginebra. De hecho, adoptaron una iniciativa rusa según la cual todas las partes serán convocadas a cristalizar un nuevo programa de cese al fuego con cobertura de la ONU. Estados Unidos logro una pequeña victoria al impedir la participación de Irán en la cumbre.
Lo que se esconde detrás de esa discusión es de hecho, una nueva etapa en el enfrentamiento entre el eje sunita-occidental y el eje chiita-ruso, comenzado en el momento que quedó claro, para todos los intervinientes (incluidos rusos e iraníes) que el régimen de Assad caerá, más tarde o más temprano. Ello ocurrirá como resultado de la traición del ejército, o el pedido de la clase media urbana por la situación económica o la decisión de la comunidad alawita de sacrificar a la familia Assad a cambio de un acuerdo que brinde seguridad ante un gobierno sunita hostil. El acuerdo esperado cristalizará una coalición nueva y democrática de etnias y partidos con una fuerza internacional que supervise el cese al fuego orientado a la guerra civil. Una fuerza similar, con participación de Rusia, impidió la masacre de albanos y serbios en Kosovo tras la rendición de Serbia (solo que no les ocurrirá lo que les sucedió a los musulmanes en Srebrenica, cuando el pelotón holandés - enviado a protegerlos- decidió por una encuesta ente su gente, no intervenir en la masacre).
El reconocimiento que el régimen de Assad caerá lleva, ahora, a todos los elementos a buscar un camino para asegurar sus intereses en Siria. Ese será, de hecho, el tema principal que ocupará la convención en Ginebra. Rusia quiere proteger su base marítima en Tartus y la influencia en el nuevo gobierno en Siria. Para ello, propone ser convocado por el Consejo de Seguridad a emplazar una fuerza importante de su ejército, en el marco de la fuerza de paz de la ONU a fin de supervisar el cese al fuego. En el Kremlin ya preparan la fuerza, compuesta por lo menos por una unidad de paracaidistas y algunas unidades de fuerzas especiales. Según el proyecto los especialistas rusos, que colaboran con el ejército sirio, permanecerán y continuarán reforzando el sistema de armas existente y los nuevos que adquirirán a fin de reconstruir el ejército.
Si se le otorga a Rusia esa iniciativa, podría sumarse a los esfuerzos de convencimiento a Assad para que renuncie, en el marco de un acuerdo que le brinde protección a la comunidad alawita. Eso es exactamente lo que pretende Irán. Los ayatolás quieren que su gente continúe estando presente físicamente en Siria para defender a los alawitas y continuar influyendo en el nuevo régimen.
Según parece, Estados Unidos logró evitarlo con el impedimento a la participación de Irán en la cumbre de Ginebra, también con la presión de Arabia Saudita y Qatar que no están dispuestas a un acuerdo de aceptación inter-étnico. Los países del Golfo quieren que los sunitas sostengan las riendas del poder en Siria, igual que los chiitas lo hicieron en Irak, con ayuda de los norteamericanos.
Es difícil predecir cómo terminará esa batalla entre los intereses contrarios de quienes mezclan el plato. Lo seguro, es que la crisis en Siria no se encuentra ante un rápido final.
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