"El hecho de que Israel no permitiera el ingreso a la congresista Omar y sólo dejara entrar a Tlaib por cuestiones humanitarias nada tiene que ver con el racismo, como muchos expresan, sino por su promoción de leyes para boicotear a Israel y por su defensa del terrorismo islámico. A Jerusalén le da igual si estas mujeres que se distinguen públicamente por su odio a Israel son musulmanas, judías, cristianas, hindúes o budistas"
Muchos se escandalizan por el hecho de que Israel negó el ingreso a dos congresistas estadounidenses que suelen promover leyes contra el Estado judío: las demócratas Ilhan Omar y Rashida Tlaib. A pesar de la prohibición, las autoridades israelíes autorizaron la entrada a Tlaib, que tiene familiares en los Territorios palestinos, para que pudiera visitar a su abuela. No obstante, la norteamericana optó por no viajar debido a las “condiciones opresivas” impuestas por Jerusalén.
Uno puede estar o no de acuerdo con la decisión del Gobierno Netanyahu. Según el presidente de Estado Unidos, Donald Trump, haberles permitido la entrada hubiera sido una “muestra de debilidad”. Esta posición es discutible, ya que uno podría argüir también que el hecho de dejarlas pasar demostraría que el Estado judío se comporta de forma completamente distinta a la de ellas, personalidades que odian a Israel, y seguramente a los judíos también.
Por otro lado, existía la posibilidad concreta de que esas señoras incitaran al odio a Israel desde el mero Israel. En tal caso, el daño sería para su propia imagen, no para la de Israel. El hecho de haberles negado la entrada tal vez les confiera una condición de víctimas que no merecen.
Dicho esto, es necesario enumerar también los países donde los israelíes tienen prohibido el ingreso; países donde incluso se niega la entrada a aquellos que simplemente visitaron el Estado judío en calidad de turistas.
Argelia, Bahréin, Bangladesh, Brunéi, Yibuti, Irán, Kuwait, Líbano, Libia, Pakistán, Arabia Saudí, Somalia, Sudán, Siria y Yemen no permiten el ingreso a israelíes. Por otro lado, cualquier turista que quiera visitar países como Irán, Kuwait, Líbano, Libia, Arabia Saudí, Sudán, Siria o Yemen, si estuvo anteriormente de visita en Israel, tiene prohibida la entrada. (Con el fin de ayudar a los extranjeros que lo visitan, Israel no sella los pasaportes y entrega el permiso de estancia en un papel aparte). Emiratos, Qatar, Malasia e Indonesia sí autorizan el ingreso a los portadores de pasaporte israelí, siempre y cuando cumplan unas condiciones muy estrictas. Por cierto, uno de estos últimos países, Malasia, iba a acoger un torneo paralímpico de natación el mes pasado, pero el Comité Paralímpico Internacional decidió mudar la sede a Londres porque el país islámico negaba el ingreso a deportistas israelíes. Y en otro, Indonesia, la comunidad judía debe practicar su fe en secreto. “Es peligroso admitir que somos judíos, porque es ilegal. No podemos casarnos, es difícil”, declaró Tikva, un miembro de la colectividad de ese país, al periódico israelí Ynet.
Más allá de los acercamientos entre las autoridades israelíes y las de los de algunos países del Golfo Pérsico para luchar contra los iraníes, esos vetos siguen vigentes.
Por otro lado, no sé si hace falta aclarar que, para un judío israelí, es ilegal y prácticamente una sentencia de muerte pasar a los Territorios palestinos, donde en las escuelas y en los programas de televisión infantiles continúan adoctrinando en el odio a los judíos y se sigue glorificando a los mártires que los asesinan.
Las autoridades de Israel –al igual que las de cualquier otro país– tienen sus propias políticas en lo relacionado con permitir o restringir el ingreso de personas a su territorio. Las medidas tomadas por el Gobierno Netanyahu pueden ser discutibles, por supuesto. Pero es necesario entender, además, que los israelíes no son bienvenidos en numerosos países por el simple hecho de ser israelíes, y casi ni se oyen voces de repudio al respecto. El Estado judío es, de lejos, el más cosmopolita y multicultural de la región; en él todos los ciudadanos, sin distinción de ningún tipo, tienen derecho a trabajar en lo que quieran, a estudiar lo que puedan; a ocupar cargos públicos, profesar la fe que deseen, etc. Lamentablemente, en el vecindario del Medio Oriente no es algo que suela ocurrir.
El hecho de que Israel no permitiera el ingreso a la congresista Omar y sólo dejara entrar a Tlaib por cuestiones humanitarias nada tiene que ver con el racismo, como muchos expresan, sino por su promoción de leyes para boicotear a Israel y por su defensa del terrorismo islámico. A Jerusalén le da igual si estas mujeres que se distinguen públicamente por su odio a Israel son musulmanas, judías, cristianas, hindúes o budistas. Uno puede estar a favor o en contra de la decisión, pero el motivo de la misma debe tenerlo claro todo el mundo.
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