jueves, 1 de febrero de 2024

Del Wall Street Journal

 EL MEDIO ORIENTE ES LA PEOR CRISIS DE BIDEN

TRADUCIDO POR Marcela Lubczanski
El Medio Oriente está en llamas debido a que la puja estadounidense por la distensión con Irán ha fracasado absolutamente.
Por Walter Russell Mead
Enero 29, 2024
Mientras la Casa Blanca pondera su respuesta al ataque contra Tower 22, el enclave militar de EE.UU. en Jordania, las noticias del Medio Oriente difícilmente podrían ser peores. Desde Gaza al Mar Rojo y desde Jordania a Irak, una serie de ataques no provocados por parte de Irán y sus satélites están llevando al Presidente Biden dentro de la crisis más grande de su presidencia.
Esto no es lo que el presidente o sus principales asistentes esperaban o creían. En enero del 2021, el Equipo Biden anticipó un acuerdo rápido con Irán que congelaría las tensiones meso-orientales mientras EE.UU. se enfocaba en contrarrestar el creciente poder de China en el Indo-Pacifico. Pero eso no era lo que querían los mulahs, e Irán, no Estados Unidos, ha controlado el ritmo y dirección de la política del Medio Oriente desde que el Sr. Biden asumió el cargo.
Muchos estadounidenses encuentran nuestro involucramiento en el Medio Oriente tanto frustrante como confuso. Es frustrante porque la paz y la estabilidad parecen imposibles y porque los esfuerzos estadounidenses por promover la democracia o de lo contrario perseguir una agenda basada en valores en la región no producen nada más que decepción. Es confuso porque muchos estadounidenses simplemente no entienden por qué nuestro país sigue invirtiendo tan fuertemente en un lugar lejano cuando enfrentamos muchos problemas urgentes en casa y en otras partes del mundo.
No obstante, 10 presidentes estadounidenses sucesivos aprendieron repetidamente, a menudo para su desazón, que el Medio Oriente no puede ser ignorado. En 1973, Richard Nixon enfrentó un embargo petrolero y el surgimiento de la Organización de Países Exportadores de Petróleo. La corta presidencia de Gerald Ford fue eclipsada por la inflación impulsada en gran parte por los altos precios del petróleo. La toma de la Embajada de EE.UU. durante la revolucion iraní destripó las esperanzas de reelección de Jimmy Carter. Entre el bombardeo de Beirut en 1983 que mató a 241 soldados estadounidenses y el escándalo de los Irán-Contra, el Medio Oriente dio a Ronald Reagan los peores momentos de su presidencia. George H.W. Bush combatió la guerra del Golfo Pérsico. "Soy un fracaso y usted ha hecho uno de mi," dijo Bill Clinton a Yasser Arafat después que el líder palestino rechazó la solución propuesta por el Sr. Clinton para el conflicto israelí-palestino.
El Medio Oriente siguió acosando a los presidentes estadounidenses durante el siglo XXI. La guerra de Irak definió la presidencia de George W. Bush. Barack Obama quería evitar desesperadamente los enredos del Medio Oriente, pero se encontró bombardeando Libia y combatiendo al ISIS en Siria e Irak aun cuando la batalla por el acuerdo nuclear iraní se cernía sobre su segundo mandato. Los Acuerdos de Abraham y su lucha con Irán ayudaron a definir la política exterior del Presidente Trump, y ahora el Sr. Biden, muy contra sus deseos, enfrenta la posibilidad de involucramiento estadounidense en una guerra regional.
Como aprendieron estos 10 presidentes, lo que sucede en el Medio Oriente a menudo no se queda allí. El rol dominante de la región en los mercados globales de energía significa que incluso países como EE.UU. que no dependen del petróleo meso-oriental no pueden escapar a las consecuencias si la inestabilidad regional interrumpe el flujo de petróleo y gas a lugares como Europa, India, China y Japón. Los amargos conflictos étnicos, ideológicos y sectarios, guerras civiles, insurgencias de largo tiempo e inestabilidad política crean crisis mundiales y, como en el caso de los ataques del 11/S, amenazan la seguridad estadounidense en casa.
Cinco décadas de experiencia a menudo dolorosa deberían enseñar a los estadounidenses que no podemos ni "arreglar" el Medio Oriente ni ignorarlo. No vamos a convertir a los países meso-orientales en una colección de democracias pacíficas. No vamos a eliminar los conflictos étnicos, sociales y religiosos que mantienen a la región al borde. Y no vamos a poder simplemente alejarnos.
Dados los limites en los recursos estadounidenses y el alcance de nuestros intereses globales, las políticas para Medio Oriente de Estados Unidos deben enfocarse en lo esencial. Tenemos que prevenir que las aspirantes a hegemonías como Irán, Rusia y China adquieran el poder para dominar la región o interrumpir el flujo de energía a las economías cruciales. También tenemos que limitar el efecto de los conflictos regionales, movimientos terroristas e ideologías radicales del Medio Oriente en el mundo más amplio. 
El Medio Oriente está en llamas hoy porque la estrategia regional central de la administración Biden—alcanzar algún tipo de distensión con Irán—ha fracasado catastróficamente. Irán, más cerca cada día de las armas nucleares, está en el momento de terminar el equilibrio regional de poder aun cuando sus satélites huzíes han bloqueado en gran parte el comercio a través del Mar Rojo. Mientras tanto, la humillación de los talibanes a EE.UU. en Afganistán, la conmoción del ataque de Hamas del 7 de octubre contra Israel, y el éxito de los movimientos yihadistas a lo largo de mucho de África se han combinado para inspirar nueva energía dentro de las redes terroristas globales. 
Los últimos 50 años enseñan que ese fracaso estratégico en el Medio Oriente destruye presidencias. Mientras la Casa Blanca se apresura a responder al último ataque de Irán contra las fuerzas estadounidenses, esperemos que reconozca cuan altas se han vuelto las apuestas.

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