TRES NO NEGOCIABLES PARA ISRAEL EN LA SEGUNDA FASE DEL ACUERDO DE REHENES
Comentario: Los mediadores deben garantizar que Gaza sea desmilitarizada, Hamas ceda el control y que las liberaciones futuras de rehenes eviten convertirse en espectáculos públicos; mientras el acuerdo marca un avance, Israel no puede tolerar milicias yihadistas junto a sus fronteras.
Por Ron Ben-Yishai
Enero 19, 2025
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La alegría desbordante que inundó a Israel el domingo, cuando Doron Steinbrecher, Emily Damari y Romi Gonen fueron liberadas del cautiverio de Hamas, envía un mensaje claro al gobierno y funcionarios de seguridad: todo rehén debe ser traído a casa, especialmente los vivos.
No lograr esto dejaría una herida abierta con consecuencias devastadoras para la cohesión social y moral colectiva de Israel. Ninguna victoria militar será completa, y la seguridad de la nación seguirá estando comprometida hasta que todos los rehenes sean devueltos. Esto sigue siendo cierto a pesar de los riesgos ampliamente admitidos, incluida la fuerte cuenta que puede conllevar liberar a grandes números de terroristas condenados.
Deben hacerse preparativos serios para la siguiente fase de las negociaciones, sabiendo que podría llevar a un cese del fuego de largo tiempo. Israel no puede permitir que organizaciones yihadistas armadas mantengan una presencia militar en Gaza. También es crucial reconocer que Hamas no es una fuerza religiosa fanática externa impuesta sobre la población de Gaza; más bien, es una expresión organizacional auténtica de las aspiraciones sostenidas por la mayoría de los más de dos millones de residentes de Gaza. Culturalmente, ideológicamente y políticamente, Hamas y Gaza están entrelazados profundamente.
Para garantizar la seguridad de los ciudadanos israelíes, en particular aquellos en el Neguev occidental, deben ser articuladas demandas prácticas y claras para el cese de las hostilidades. Términos vagos como "derrocar a Hamas" o "victoria total" son consignas abstractas ajustadas para la literatura y peosía, no objetivos realistas para un gobierno responsable que está confrontando a un adversario ideológico brutal.
Si bien es improbable que Israel pueda eliminar a todo agente de Hamas o expulsar por la fuerza al liderazgo de la organización, puede y debe demandar la desmilitarización de Gaza. Esto incluye el desmantelamiento de toda infraestructura terrorista—túneles, lanzadores de cohetes, morteros y dispositivos explosivos. Si ningún organismo internacional puede aplicar esto, las FDI tendrán que emprender esta tarea, aun si lleva más de un año.
La segunda demanda debería ser la remoción de Hamas del poder en Gaza. Esto puede no requerir esfuerzo significativo por parte de Israel. Hamas ha indicado repetidamente, incluso hace poco, que no desea cargarse al hombro las responsabilidades del gobierno civil en Gaza, prefiriendo en cambio operar como una entidad política armada parecida a Hezbola en Líbano. En virtud de tal modelo, Hamas continuaría sus actividades como un movimiento de “resistencia” mientras evita las cargas de satisfacer las necesidades de la población. Israel debería recibir bien la renuncia por parte de Hamas a su rol de gobierno, pero debe oponerse a cualquier acuerdo que permita al grupo retener las armas bajo la aprobación internacional tácita.
Estas dos demandas centrales—Hamas renunciando a su rol de gobierno y la desmilitarización de Gaza—deberían formar la piedra angular del enfoque de Israel en la segunda fase de las negociaciones. Estas condiciones probablemente obtendrán el apoyo de la administración de Estados Unidos bajo el mando del presidente electo Donald Trump y la comunidad internacional más amplia. Ninguna parte podría oponerse razonablemente al pedido de Israel de una Gaza desmilitarizada.
Por último, después de las horas intensas y emotivas de espera para que sean liberadas Steinbrecher, Damari y Gonen, Israel debe insistir en que las futuras liberaciones de rehenes sean conducidas lejos de los espectáculos públicos. Hamas explotó la liberación de las tres mujeres como una oportunidad para una exhibición pública de fuerza—un evento mal organizado y poco impresionante en Ciudad Gaza mostrando apenas a una docena de hombres armados. La escena caótica presentó riesgos innecesarios para la seguridad de las rehenes israelíes. Israel debe demandar que los mediadores, incluida la Cruz Roja, garanticen que las entregas futuras ocurran en lugares seguros y discretos, lejos de turbas indisciplinadas.
En estas horas alegres de regreso a casa, es esencial expresar gratitud a los individuos cuyos esfuerzos trajeron a las rehenes de regreso a suelo israelí. Gracias al combate determinado y bravura de los soldados de las FDI, Hamas fue obligado a aceptar el marco de compromiso.
Igualmente significativas son las contribuciones de aquellos que están trabajando detrás de escena—los agentes del Shin Bet y Mossad y sus líderes, incluido el director del Mossad, David Barnea, quien persuadió exitosamente al liderazgo político de adoptar el compromiso. El director del Shin Bet, Ronen Bar, cuyo equipo proporcionó información crucial; y el Mayor General Nitzan Alon, cuyo trabajo dedicado garantizó no sólo la liberación de los rehenes sino también evitó la pérdida de muchas vidas durante el combate. Estos individuos humildes pero heroicos merecen la gratitud más profunda de la nación.
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