domingo, 28 de diciembre de 2025

 “Yo soy el que le dijo a tu padre (Isaac): ‘No desciendas a Egipto’. Y Yo soy el que ahora te dice a ti: ‘No temas descender a Egipto’, porque allí te convertiré en una gran nación. Pues, en verdad, si tus hijos se quedaran aquí (en Israel), se casarían con los cananeos y se mezclarían con ellos. Pero en Egipto esto no sucederá, ya que los egipcios no pueden comer pan con los hebreos, como dijeron nuestros sabios. ‘Y allí se convirtió en una nación’: esto enseña que allí vivieron como un pueblo distinguido y diferenciado.”

רב עובדיה ספורנו
Génesis 46:3
¿CONSUELO O SABIDURÍA?
En la parashá de esta semana, Vayiggash, Yosef finalmente revela su identidad a sus hermanos:
—«Yo soy Yosef». Los hermanos no pueden creerlo. Están en estado de shock. Tomados por sorpresa, no pueden responder. Permanecen en silencio, asustados, y de pronto se les despierta la culpa: hace veintidós años vendieron a Yosef como esclavo y fingieron su muerte ante su padre, causándoles a ambos un sufrimiento inimaginable.
Ahora Yosef, consciente del remordimiento de sus hermanos y en una muestra inigualable de nobleza y altruismo, los consuela y les dice:
—«Quiero que sepan que no fueron ustedes los que me vendieron a Egipto: fue Dios quien me hizo llegar aquí». Uno podría pensar que Yosef les está diciendo una “mentira piadosa” para aliviar su culpa. Pero sus palabras son mucho más profundas que una farsa diplomática o superficial. Yosef, cuya vida fue una verdadera montaña rusa de eventos impredecibles —aunque con un final feliz— comprendió que los seres humanos somos simples piezas de un juego de ajedrez.
Fragmento de la parasha del Rab Yosef Bitton

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