viernes, 20 de octubre de 2017

Noaj (Génesis 6:9-11:32) 
Profundidad y superficialidad 
por  
Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

La parashá de esta semana concluye con un breve relato de los inicios de la vida de Abraham. En este se describe a su familia, incluyendo a su hermano Harán, quien murió de forma prematura.
La Torá nos relata solamente que Harán murió frente a su padre. El midrash nos brinda los detalles del contexto de esta tragedia, detallando cómo Abraham rechazó la rampante idolatría de su época y llegó a creer en un solo Dios. Destruyó los ídolos de la tienda de su padre y como resultado este lo entregó al Rey Nimrod. Nimrod intentó obligarlo a adorar ídolos, pero cuando Abraham se negó, hizo que fuera arrojado al fuego.
Harán estaba observando todo esto, y sabía que sería forzado a parcializar con Abraham o con Nimrod. Antes de que Abraham fuera arrojado al fuego, Harán tuvo una idea muy práctica: si Abraham sobrevivía, entonces se le uniría, pero si moría, entonces parcializaría con Nimrod. Cuando Abraham salió ileso del fuego, Harán declaró su apoyo a Abraham. Como resultado, él también fue arrojado al fuego, donde finalmente murió (1).
El midrash señala que su muerte fue un hecho inusual, ya que sólo sus órganos internos fueron destruidos, dejando intacto el exterior de su cuerpo. ¿Qué significa esta muerte inusual?
La respuesta es que en un nivel exterior Harán era recto porque declaró ser similar a Abraham; sin embargo internamente no lo creía con absoluta sinceridad (2). Consecuentemente, su interior fue destruido por falta de mérito, mientras que su exterior permaneció intacto porque aparentaba ser recto (3).
Esta explicación nos brinda un ejemplo del principio de que es posible observar la Torá en dos niveles diferentes: interna o externamente. La observancia desde el interior implica que una persona absorbe las actitudes adoptadas por la Torá (su punto de vista y sus objetivos son definidos solamente por la Torá). La observancia exterior implica que incluso si la persona observa todas las mitzvot, sus deseos y aspiraciones no están en sintonía con la voluntad de Dios, sino que es motivado por otros factores.
Harán demostró ser una persona cuyo apego a la creencia en un solo Dios era algo meramente superficial; consecuentemente, fue protegido sólo en un nivel superficial. Abraham, por otro lado, tenía un profundo compromiso con cumplir la voluntad de Dios en todos los niveles de su ser, y como resultado fue completamente protegido del fuego de Nimrod.
El rasgo de externalidad de Harán fue emulado por su hijo, Lot. A nivel superficial, Lot observaba la Torá. Sin embargo, muchas de sus ambiciones demostraron que en su interior carecía de un deseo real de seguir el camino de Abraham. Estaba más interesado en satisfacer su deseo de éxito económico e inmortalidad (4).
El grado en que Lot representa una dicotomía entre su naturaleza interior y la exterior es corroborado por las fuentes rabínicas en la porción de Torá Lej Lejá. Habiéndose asentado en la tierra de Israel, los pastores de Lot comenzaron a justificar pastorear sus animales en las tierras particulares de los habitantes (5). Los pastores de Abraham se quejaron, argumentando correctamente que eso era robar y, como resultado, comenzó una disputa. En ese punto, Abraham pidió que se separaran, argumentando que eran hermanos”.
Las palabras de Abraham presentan un problema obvio: él y Lot no eran hermanos, sino que Abraham era el tío de Lot. ¿Por qué Abraham dijo que eran hermanos? El midrash explica que su intención era indicar que eran como hermanos, ya que su apariencia era extremadamente similar. Por esta razón, a Abraham le preocupaba que la gente viera a Lot pastoreando sus animales en tierras privadas y pensara que era él mismo (7). Vemos de aquí que, en un nivel superficial, Lot era muy similar a Abraham, y probablemente también aparentaba ser una persona sumamente recta. Sin embargo, en su interior, se parecía a su padre, Harán.
Harán también tuvo una hija, Sará (8). Aparentemente ella logró exitosamente evitar tener las limitaciones de su padre y de su hermano, convirtiéndose en una persona cuya apariencia externa coincidía con su rectitud interior. En la parashá de esta semana, Sará es llamada por un segundo nombre: Iská (9). La Guemará ofrece dos razones para este nombre. Una es que ella veía con rúaj hakódesh (10), y la otra es que todos observaban su belleza (11). Estas dos explicaciones se complementan: la belleza que poseía no era meramente una naturaleza física, sino que era una belleza que emanaba de su elevado nivel espiritual, demostrado por el hecho de que poseía rúaj hakódesh. Por lo tanto, su belleza exterior era resultado de su rectitud interior. Vemos por lo tanto que logró emular a Abraham equiparando su apariencia exterior con sinceridad interna.
Pueden derivarse muchas enseñanzas de las limitaciones de Harán y Lot, así como de la grandeza de Abraham y Sará. Como demostró Harán, es muy fácil ser una persona superficialmente recta: no es difícil vestirse de una cierta forma y realizar ciertas acciones que hacen a la persona parecer recta. Sin embargo, esa externalidad es muy peligrosa porque, puede generar que la persona sea solamente una costra de alguien que le sirve a Dios, mientras que en su interior es todo lo contrario. El profeta Isaías nos informa la gravedad de este defecto, describiendo la manera en que Dios castigará al pueblo judío “porque se acercaron [a Mí] con la boca y Me honraron con sus labios, pero su corazón estaba lejos de Mí…” (12).
Más aún, el énfasis en lo externo puede dificultar el crecimiento interior. Uno de los métodos del iétzer hará (la inclinación negativa) es hacer que una persona que quiere crecer se enfoque en los cambios externos, distrayéndose del crecimiento interior. Esta trampa puede afectar a todo el que intente mejorar su servicio a Dios, y consiste en enfatizar en demasía los cambios externos en desmedro del crecimiento verdadero (13). Es esencial que una persona haga un jeshvón hanéfesh (14) del balance entre su servicio a Dios externo y su servicio interno. Que todos ameritemos emular a Abraham y Sará e internalicemos aquello en lo cual creemos.

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