En una reciente carta a The New York Times, el actual conde de Balfour, Roderick Balfour, sostenía que es culpa de Israel que haya un “creciente antisemitismo en todo el mundo”. Roderick Balfour, descendiente de Arthur Balfour, el secretario de Exteriores británico que redactó la Declaración Balfour hace cien años, escribió lo siguiente: “La creciente incapacidad de Israel para abordar [la situación de los palestinos], así como la expansión hacia territorio árabe de los asentamientos judíos, son factores de peso en el creciente antisemitismo en todo el mundo”. Añadía después que el primer ministro Netanyahu “debe a los millones de judíos de todo el mundo” que sufren el antisemitismo la resolución del conflicto israelo-palestino.
Este punto de vista bienintencionado pero ignorante resulta particularmente irónico si se tiene en cuenta que la Declaración Balfour tenía entre sus propósitos acabar con el antisemitismo en el mundo creando un hogar nacional para el pueblo judío. Pero ahora el vástago de Lord Balfour está diciendo que es Israel lo que causa el antisemitismo.
Los puntos de vista de Roderick Balfour son simplemente errados en términos fácticos y también morales. Cualquiera que odie a los judíos “de todo el mundo” porque discrepe de la política de Israel estará dispuesto a odiar a los judíos con cualquier otro pretexto. A diferencia de sus antepasados, los antisemitas de hoy en día necesitan encontrar excusas para su odio, y el antisionismo se ha convertido en la excusa de iure.
Para demostrarlo, veamos lo que pasa con otros países. ¿Ha crecido el sentimiento antichino en todo el mundo como consecuencia de la ocupación china del Tíbet? ¿Hay un creciente odio hacia los estadounidenses de origen turco por la falta de voluntad de Turquía para poner fin al conflicto en Chipre? ¿Son víctimas de la intolerancia los europeos de origen ruso por la invasión rusa de Crimea? La respuesta a todas estas preguntas es un rotundo no. Si los judíos son el único grupo que sufre por las controvertidas políticas de Israel, entonces la responsabilidad recae sobre los antisemitas en vez de sobre el único Estado-nación del pueblo judío.
Por otra parte, de lo que es responsable Benjamín Netanyahu es de la seguridad de los israelíes. Aun si fuese cierto que el antisemitismo está creciendo como consecuencia de las políticas israelíes, no se debería decidir jamás una política israelí en función de la reacción de los intolerantes del mundo. El antisemitismo, la más vieja de las intolerancias, persistirá siempre que parezca quedar justificada por apologetas como Roderick Balfour. Aunque Balfour no justifica explícitamente el antisemitismo, lo esencial de su carta es que el odio hacia los judíos es como mínimo comprensible a la luz de las políticas de Israel.
Balfour no dice ni una palabra sobre la falta de voluntad de los líderes palestinos para aceptar las repetidas ofertas de estadidad que Israel ha hecho a los palestinos. Desde 1938 hasta 2008, a los palestinos se les han ofrecido acuerdos —repetidamente rechazados— que les habrían dado la estadidad. Aún hoy, los líderes palestinos se niegan a aceptar la oferta de Netanyahu para sentarse a negociar un acuerdo de estatus final sin condiciones previas. Balfour tampoco menciona a Hamás, Hezbolá y demás organizaciones terroristas que amenazan constantemente a Israel, ni la determinación declarada de Irán de destruir el Estado que Lord Balfour ayudó a crear. Todo es culpa de Israel, según Balfour, y el aumento del antisemitismo resultante es también culpa de Israel.
Roderick Balfour termina su carta uniéndose al movimiento de boicot contra Israel. Ha anunciado que no tiene intención de participar en la celebración del centenario de la Declaración Balfour hasta que Israel no emprenda acciones unilaterales para terminar con el conflicto. Pues que así sea. Estoy seguro de que el autor de la Declaración Balfour sí habría querido participar, reconociendo que ningún país ha aportado más al mundo —en ámbitos como el de la medicina, la tecnología o el medioambiente— en un periodo tan breve (69 años) como lo ha hecho Israel. Ni ningún otro país, enfrentado a amenazas comparables, ha sido jamás tan generoso en sus ofertas de paz, estado tan comprometido con el imperio de la ley y protegido tanto a los civiles que son utilizados como escudos humanos por los que atacan a sus civiles.
Así que dejemos que la conmemoración de la Declaración Balfour siga adelante sin la participación de Roderick Balfour. Dejemos que Israel siga ofreciendo una solución pacífica al conflicto con los palestinos. Y dejemos que los palestinos se sienten finalmente a la mesa de negociaciones y reconozcan a el Estado-nación del pueblo judío como pretendía la Declaración Balfour.
Versión original (en inglés): Gatestone Institute
Versión en español: Revista El Medio
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