AHOGADO POLÍTICO
Netanyahu y los líderes opositores comienzan a mover ficha para explorar coaliciones, casi imposibles, a falta de mayorías para formar ejecutivo y con el fantasma de unas quintas elecciones.
Las posibilidades de que Bibi sumara el apoyo externo del partido islamista Ra'am para seguir gobernando se alejaron cuando su socio de extremaderecha, el kahanista Partido Sionista Religioso, descartó sin titubeos esta opción.
Su líder, Bezalel Smotrich, publicó en Twitter que no se formará un gobierno de derecha basado en Ra'am de Mansour Abbás. No desde dentro, no desde afuera y no por abstención.
Netanyahu se mantiene en silencio y comenzaron los contactos entre los partidos del heterogéneo bloque anti-Bibi que, también sin mayoría, hace cábalas entre escaños y candidatos para imaginar un gobierno.
Los resultados no trajeron sorpresas sobre lo que mostró el total de los votos del escrutinio: el bloque Netanyahu se quedaría en 52 escaños; el anti-Bibi en 57; el derechista Iemina con 7 y el islamista Ra'am con 4 emergen como las llaves del gobierno.
Si bien Bibi necesita las dos llaves - Iemina y Ra'am - para formar su ejecutivo, el bloque opositor solo tiene que seducir a uno de los dos para alcanzar la mayoría de 61 diputados de los 120 de la Knéset.
La formación más votada de este bloque, también llamado 'del cambio', es la centrista Yesh Atid, de Yair Lapid. En teoría, quien debería ocupar la jefatura del gobierno de coalición, pero esta opción está fuera de la mesa para una potencial unión de Iemina, que les llevaría a la mayoría.
Su líder, Naftalí Bennett, dijo y firmó en un documento el día antes de las elecciones del martes durante una entrevista televisada que no permitirá que Yair Lapid sea primer ministro, ni siquiera en un acuerdo de rotación.
Lapid intentó en una reunión con la dirigente del Partido Laborista, Merav Mijaeli, idear fórmulas posibilistas. Mijaeli declaró en Galei Tzáhal estar buscando todas las formas de armar un gobierno de cambio.
La líder laborista aseguró que ya había mediado con Guideón Saar, un exmiembro del Likud y a la derecha de Netanyahu, que creó la formación Tikvá Jadashá, parte del bloque, para impedir su reelección.
Meretz, pese a ser el partido de la izquierda, no descartó apoyar un ejecutivo liderado por Saar o Bennett, diametralmente opuesto en cuestiones como la ocupación de los territorios palestinos.
Pero, Saar y Bennett son opciones más aceptables para otro de los partidos que conforman este bloque, Israel Beiteinu, de Avigdor Lieberman, exministro de Seguridad de Netanyahu.
El juicio de Bibi por corrupción influyó con cierta pérdida de votos pero no impidió que el Likud siga siendo con diferencia el partido más votado, con 30 escaños.
Antes de los comicios, tenía comprometido el apoyo del Partido Sionista Religioso (6), de corte racista y homófobo, y el de los ultraortodoxos, Shas (9) y Iahadut Hatorá (7). Solo necesitaba el apoyo de Iemina que, como socio natural, previsiblemente se habría unido si hubieran salido las cuentas.
Así y todo, con los 59 escaños, solo necesitarían dos diputados más que, por la habilidad política de Netanyahu, se especula puedan ser dos desertores de partidos de derecha del bloque de cambio.
Netanyahu tiene fama de guardarse ases en la manga que le permitieron desde 2009 mantenerse ininterrumpidamente en el poder con ejecutivos más o menos estables o, un tiempo considerable, en funciones.
En un discurso que pronunció Netanyahu en el Centro Internacional de Convenciones de Jerusalén declaró que el Likud había ganado, prometió evitar una quinta elección y pidió a los políticos de todo el espectro que ingresen en un gobierno que tenía la intención de construir de inmediato. Horas antes, Netanyahu declaró en Twitter que había logrado “una victoria gigante”.
El líder de la oposición, Yair Lapid, se jactó de que Bibi no tenía 61 escaños, pero el bloque de cambio sí. En un discurso a los activistas de su partido Yesh Atid. Llamó a los partidos del bloque anti-Bibi y prometió coordinar juntos sus próximos pasos.
La participación del 67,2% fue una caída del 4,3% desde las elecciones de marzo pasado en las que la participación fue del 71,5% y la más baja de las cuatro elecciones de los últimos dos años.
El fantasma de las quintas elecciones volvió hoy a Israel, un país ahogado políticamente con la sensación de que antes de que Netanyahu pierda el poder, habrá una nueva vuelta electoral.
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