jueves, 25 de marzo de 2021

 

El Gobierno del 80%

 

Por Yair Lapid 

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"Las grandes guerras ideológicas han quedado atrás. El objetivo de Yesh Atid es traer de vuelta lo que nos conecta y permite trabajar juntos"

Benjamín Netanyahu me ha puesto en carteles y colgado en puentes, y habla de mí constantemente. Para avivar las llamas, no ha trepidado en proferir mentiras flagrantes como que “Lapid apoya el acuerdo nuclear” con Irán (él y yo colaboramos en la lucha contra el mismo) y en pintarme como un izquierdista, cuando todo el mundo sabe perfectamente que soy un centrista nacional-liberal. Durante todas estas semanas, me he negado a entrar al trapo. No voy a pelear la batalla que quiere librar Netanyahu. ¿Por qué? Porque sé por qué lo hace.

Netanyahu ha optado por la difamación personal para ocultar ante la opinión pública su mayor vulnerabilidad: el Gobierno que está tratando de conformar. Un Gobierno con Judaísmo Unificado de la Torá, el Shas, el Partido Nacional Religioso y Otzma Yehudit. Él sabe que incluso sus más fervientes partidarios están preocupados ante tal posibilidad.

Saben que en ese tipo de coalición el Likud se verá preso de elementos radicales y sujeto a una incesante extorsión política. Su target electoral más importante, los votantes de derechas indecisos, miran a ese grupo y con toda la razón se preguntan: en ese Gobierno, ¿quién representa a la clase trabajadora, a quienes sirven en el Ejército y a quienes pagan impuestos? ¿Cómo reaccionará la comunidad internacional ante un Gobierno cuyos miembros apoyan abiertamente la liberación de Yigal Amir, el asesino del primer ministro Isaac Rabín? 

La opinión pública israelí se indignó por la extorsión de los partidos ultraortodoxos durante la pandemia del coronavirus, y por la capitulación del Gobierno ante ellos. Ahora ven a Netanyahu correr raudo hacia un Gobierno en el que la extorsión y la sumisión serán aún mayores.

En este punto acostumbran a decirme: “¡Deja de hablar de Netanyahu y dinos qué nos ofreces!”. Que no suceda lo antedicho. En vez de ese grupo turbio y racista, forjaremos un Gobierno que trabajará para el común; un Gobierno honesto, liberal-nacional, cuyos miembros no estén implicados en causas penales, libre de fuerzas radicales y centrado en la sanidad, la clase media y las soluciones reales a los problemas reales. Un Gobierno que recupere la confianza ciudadana porque le diga a la ciudadanía la verdad y demuestre que está trabajando duro y con sentido del deber.

Una de las grandes claves de este periodo es que la mayoría de los israelíes están de acuerdo en la mayoría de las cosas. Las grandes guerras ideológicas han quedado atrás. El objetivo de Yesh Atid es traer de vuelta lo que nos conecta y permite trabajar juntos.

Un Yesh Atid fuerte será capaz de formar una coalición de consenso nacional que abordará ese 80% de cosas en las que estamos de acuerdo, no el 20% en el que disentimos. No se verá inmerso en trifulcas políticas sino que mejorará la vida de los israelíes y velará por el futuro de nuestros hijos, lo cual me parece mucho más importante que cualquier querella política estéril.

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