El mérito para abandonar Egipto
La Torá dice: “Los hijos de Israel estaban armados (jamushim) cuando salieron de la tierra de Egipto” (Shemot 13:8).
Rashi explica, basado en el Midrash, que la palabra jamushim significa ‘divididos por cinco’ (jamishá). En otras palabras, uno de cada cinco judíos abandonó Egipto, mientras que cuatro quintos murieron durante los tres días de oscuridad. Antes, en Parashat Bo, en el versículo “y hubo una densa oscuridad en toda la tierra de Egipto durante tres días” (Shemot 10:22), Rashi nota: “Entre el pueblo judío de esa generación había gente malvada, que no quería irse. Ellos murieron durante los tres días de oscuridad, para que los egipcios no vieran su caída y dijeran: ‘Ellos también están siendo golpeados, como nosotros’”.
Esta es una afirmación increíble. Cuatro quintos del pueblo judío querían quedarse en Egipto. Cuatro quintos del pueblo judío se habían asimilado tanto que, incluso sabiendo que Hashem había enviado a Moshé para sacarlos de Egipto, preferían quedarse en la tierra que los oprimía. Esto fue después de ocho plagas que incluso Paró y sus consejeros reconocieron que venían de Dios, como dijeron: “Etzva Elokim hi”, ‘es el dedo de Dios’.
Los egipcios los despreciaban e, igualmente, la mayoría de los judíos se veían a sí mismos como parte integral de la cultura egipcia. Adoraban a sus ídolos, asistían a sus teatros, visitaban sus museos; estaban completamente inmersos en su cultura.
Esto nos hace pausar y preguntarnos: si el Mesías viniera hoy, ¿cuántos judíos en la diáspora empacarían sus cosas y dejarían sus hogares y empresas para venir a Éretz Israel, incluso si supiéramos que Dios Mismo nos está diciendo que volvamos a casa? La asimilación llega muy profundo. Atonta el alma, permea nuestros huesos y nos hace perder nuestro rumbo.
¿Cuál fue el mérito del quinto del pueblo judío que sí abandonó Egipto? Nuestros sabios nos dicen que, en el mérito de tres cosas, nuestros antepasados fueron liberados de Egipto: no cambiaron sus prendas, sus nombres ni su lenguaje. Jojmat Adam (89:1) explica:
“La tierra se llenó de ellos” (Shemot 1:7): la persecución comenzó cuando los judíos se convirtieron en parte de la nación, yendo a teatros y circos (ver ensayo de parashá Shemot: Despierta antes que sea demasiado tarde). Sin embargo, no cambiaron ni sus nombres ni sus ropas y hablaron hebreo.
Nuestros sabios nos dicen que eso fue lo que los salvó. El ochenta por ciento de los judíos murió en Egipto. El quinto que salió se salvó por un pelo, por haber conservado la identidad judía. ¿Cómo pudieron asimilarse a tal punto, pero al mismo tiempo conservar sus nombres, lenguaje y vestimenta? ¿Qué los hizo aferrarse a eso?
Los israelíes obviamente estaban pegados a sus televisores viendo el partido decisivo, pero lo más increíble de todo es que los judíos de la Unión Soviética, que jamás habían estado en Israel y no sabían nada sobre judaísmo, alentaron también al equipo israelí. No sabían leer el alef-bet, pero se identificaron con el equipo israelí como ‘nuestro equipo’.
Imagina a Macabi Tel Aviv jugando contra el campeón de América, o a la selección de Israel jugando de visitante contra la de tu país. ¿Alentarían los judíos locales en el estadio por el equipo israelí, frente a sus amigos y a miríadas de espectadores, o alentarían por el equipo local? No es tan claro. Pero, en la Unión Soviética, en donde los disidentes debían arriesgar sus vidas para estudiar Torá y hebreo, los judíos rusos se identificaron con los israelíes que representaban a su pueblo, a pesar de que sólo fuera en el contexto de un evento deportivo no judío (de paso, Macabi Tel Aviv venció al poderoso y claro favorito equipo soviético 91 a 79).
¿Acaso tenían los judíos rusos educación suficiente como para entender lo que significa realmente ser judío? No. Pero sabían que eran judíos, sabían que los judíos habían regresado a su tierra patria y construido un país en contra de todos los pronósticos, y estaban orgullosos de eso. La mayoría de ellos, en ese momento, ni siquiera podía articular de qué se enorgullecían, pero aferrarse a ese débil orgullo fue lo que los salvó. Por cuanto que estaban orgullosos de ser judíos, querían saber qué significaba ser judío. Su vestigio de identidad judía los impulsó a estudiar Torá y hablar hebreo.
Nuestros sabios nos dicen (Zóhar, parashá Itró) que los Bnei Israel en Egipto estaban en el nivel cuarenta y nueve de tumá, ‘impureza’, al borde de la aniquilación espiritual. La razón por la que sólo un quinto salió de Egipto fue que, si bien estaban completamente asimilados, estaban orgullosos de identificarse como judíos. Mantuvieron el nombre, la vestimenta y el lenguaje. Vestidos con sus kipot y shtreimels, Shmulik y Zelig conversaban en hebreo mientras miraban las olimpíadas egipcias.
La misma pregunta surge en conexión a la descripción del Rambam de la historia de la idolatría, con la revolucionaria enseñanza de Abraham Avinu sobre el monoteísmo. El entendimiento de ‘un solo Dios’, como explica el Rambam, estaba a punto de extinguirse con el debilitamiento del pueblo judío en Egipto. Él escribe:
Vemos claramente que, cuando Hashem juzga al pueblo judío, mira a la nación como un todo. No es suficiente con que una parte singular del klal, de la ‘nación’, se aferre fielmente a su compromiso con la Torá y las mitzvot. A pesar de que la tribu de Leví fue un bastión de estudio de Torá, no podían salvar al pueblo judío en Egipto cuando la nación, como un todo, estaba al borde de la asimilación definitiva. Fue por el mérito de la nación, que se aferró muy débilmente a su identidad judía por medio de sus nombres, vestimenta y lenguaje, que fueron redimidos.
El Olam HaTorá, la vibrante comunidad de Torá, es el motor de nuestra nación; sin esa fuerza de vida no podríamos sobrevivir. Pero todos los judíos estamos conectados, formando partes de un todo integrado, y Hashem evalúa la salud espiritual del pueblo judío como un todo. Ninguna parte puede separarse.
Nunca, en toda la historia judía, ha habido más personas estudiando Torá tiempo completo que hoy en día, pero al mismo tiempo, la asimilación está haciendo estragos en nuestro pueblo. Estamos perdiendo cantidades inmensas de judíos. No podemos ser optimistas y refugiarnos en las casas de estudio, en donde, gracias a Dios, el kol la ‘voz’ de la Torá reverbera. Hashem ve al pueblo judío como un todo y ve millones de judíos, la gran mayoría de nuestro pueblo, al borde de la extinción.
Toda neshamá ‘alma’ judía es preciosa para Hashem. Todo matrimonio mixto es una tragedia que lo lastima, como un padre que pierde a un hijo. Hashem desea salvar a su pueblo. Está esperando que nosotros, quienes apreciamos su Torá y sus mitzvot, nos acerquemos a nuestros hermanos y hermanas. Hashem considera necesario que enderecemos a su pueblo. Si el amor por los judíos arde intensamente en nuestro corazón, entonces, podremos derrotar la marea de la asimilación. Dios, y toda la humanidad, cuenta con nosotros.
Rashi explica, basado en el Midrash, que la palabra jamushim significa ‘divididos por cinco’ (jamishá). En otras palabras, uno de cada cinco judíos abandonó Egipto, mientras que cuatro quintos murieron durante los tres días de oscuridad. Antes, en Parashat Bo, en el versículo “y hubo una densa oscuridad en toda la tierra de Egipto durante tres días” (Shemot 10:22), Rashi nota: “Entre el pueblo judío de esa generación había gente malvada, que no quería irse. Ellos murieron durante los tres días de oscuridad, para que los egipcios no vieran su caída y dijeran: ‘Ellos también están siendo golpeados, como nosotros’”.
Esta es una afirmación increíble. Cuatro quintos del pueblo judío querían quedarse en Egipto. Cuatro quintos del pueblo judío se habían asimilado tanto que, incluso sabiendo que Hashem había enviado a Moshé para sacarlos de Egipto, preferían quedarse en la tierra que los oprimía. Esto fue después de ocho plagas que incluso Paró y sus consejeros reconocieron que venían de Dios, como dijeron: “Etzva Elokim hi”, ‘es el dedo de Dios’.
Los egipcios los despreciaban e, igualmente, la mayoría de los judíos se veían a sí mismos como parte integral de la cultura egipcia. Adoraban a sus ídolos, asistían a sus teatros, visitaban sus museos; estaban completamente inmersos en su cultura.
Esto nos hace pausar y preguntarnos: si el Mesías viniera hoy, ¿cuántos judíos en la diáspora empacarían sus cosas y dejarían sus hogares y empresas para venir a Éretz Israel, incluso si supiéramos que Dios Mismo nos está diciendo que volvamos a casa? La asimilación llega muy profundo. Atonta el alma, permea nuestros huesos y nos hace perder nuestro rumbo.
¿Cuál fue el mérito del quinto del pueblo judío que sí abandonó Egipto? Nuestros sabios nos dicen que, en el mérito de tres cosas, nuestros antepasados fueron liberados de Egipto: no cambiaron sus prendas, sus nombres ni su lenguaje. Jojmat Adam (89:1) explica:
Ser cercanos [a las naciones] nos hace aprender de sus acciones, como está escrito: “Pero se mezclaron con las naciones y aprendieron de sus acciones” (Tehilim 106:35). Por lo tanto, nuestro Creador nos ordenó separarnos, como está escrito: “Y los he separado de los pueblos (Vaikrá 20:27).
[Ver también Vaikrá Rabá 32:5]
Los judíos, en Egipto, usaron sus nombres hebreos. Usaron prendas que los identificaban claramente como judíos, quizás kipá o tzitzit. Y no cambiaron su lenguaje, hablaban hebreo. Pero estaban completamente asimilados, como dice Jazal: “Halalu ovdei avodá zará vehalalu ovdei avodá zará” ‘Aquellos [los egipcios] son idólatras, y aquellos [los judíos] son idólatras’ (Zóhar 2, 170b). Eran incircuncisos.“La tierra se llenó de ellos” (Shemot 1:7): la persecución comenzó cuando los judíos se convirtieron en parte de la nación, yendo a teatros y circos (ver ensayo de parashá Shemot: Despierta antes que sea demasiado tarde). Sin embargo, no cambiaron ni sus nombres ni sus ropas y hablaron hebreo.
Nuestros sabios nos dicen que eso fue lo que los salvó. El ochenta por ciento de los judíos murió en Egipto. El quinto que salió se salvó por un pelo, por haber conservado la identidad judía. ¿Cómo pudieron asimilarse a tal punto, pero al mismo tiempo conservar sus nombres, lenguaje y vestimenta? ¿Qué los hizo aferrarse a eso?
Alentando a tu equipo
En 1977, durante el apogeo de la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética estaba boicoteando a Israel, el equipo de básquetbol Macabi Tel Aviv jugaba frente al CSKA Moscú, el equipo del Ejército Rojo, en las semifinales de la Copa de Europa. Los rusos se rehusaron a jugar en Tel Aviv, y también a darles visas a los israelíes para que jugaran en Moscú. Al final, los rusos se resignaron a jugar en una pequeña ciudad de Bélgica. Fue un partido cargado de emociones, con un fuerte sentido simbólico.Los israelíes obviamente estaban pegados a sus televisores viendo el partido decisivo, pero lo más increíble de todo es que los judíos de la Unión Soviética, que jamás habían estado en Israel y no sabían nada sobre judaísmo, alentaron también al equipo israelí. No sabían leer el alef-bet, pero se identificaron con el equipo israelí como ‘nuestro equipo’.
Imagina a Macabi Tel Aviv jugando contra el campeón de América, o a la selección de Israel jugando de visitante contra la de tu país. ¿Alentarían los judíos locales en el estadio por el equipo israelí, frente a sus amigos y a miríadas de espectadores, o alentarían por el equipo local? No es tan claro. Pero, en la Unión Soviética, en donde los disidentes debían arriesgar sus vidas para estudiar Torá y hebreo, los judíos rusos se identificaron con los israelíes que representaban a su pueblo, a pesar de que sólo fuera en el contexto de un evento deportivo no judío (de paso, Macabi Tel Aviv venció al poderoso y claro favorito equipo soviético 91 a 79).
¿Acaso tenían los judíos rusos educación suficiente como para entender lo que significa realmente ser judío? No. Pero sabían que eran judíos, sabían que los judíos habían regresado a su tierra patria y construido un país en contra de todos los pronósticos, y estaban orgullosos de eso. La mayoría de ellos, en ese momento, ni siquiera podía articular de qué se enorgullecían, pero aferrarse a ese débil orgullo fue lo que los salvó. Por cuanto que estaban orgullosos de ser judíos, querían saber qué significaba ser judío. Su vestigio de identidad judía los impulsó a estudiar Torá y hablar hebreo.
Nuestros sabios nos dicen (Zóhar, parashá Itró) que los Bnei Israel en Egipto estaban en el nivel cuarenta y nueve de tumá, ‘impureza’, al borde de la aniquilación espiritual. La razón por la que sólo un quinto salió de Egipto fue que, si bien estaban completamente asimilados, estaban orgullosos de identificarse como judíos. Mantuvieron el nombre, la vestimenta y el lenguaje. Vestidos con sus kipot y shtreimels, Shmulik y Zelig conversaban en hebreo mientras miraban las olimpíadas egipcias.
El mérito de la tribu de Levi no fue suficiente
De acuerdo al Midrash, los judíos de Egipto fueron redimidos en mérito de no cambiar sus nombres, vestimentas ni lenguaje. ¿Por qué fue necesario este mérito? Durante toda la estadía del pueblo judío en Egipto, la tribu de Levi pasó sus días inmersa en el estudio de Torá. Observaron lealmente las mitzvot que habían recibido, incluyendo el brit milá. ¿No debería el mérito acumulado por la tribu de Leví haber sido suficiente para salvar al resto del pueblo judío?La misma pregunta surge en conexión a la descripción del Rambam de la historia de la idolatría, con la revolucionaria enseñanza de Abraham Avinu sobre el monoteísmo. El entendimiento de ‘un solo Dios’, como explica el Rambam, estaba a punto de extinguirse con el debilitamiento del pueblo judío en Egipto. Él escribe:
Sin embargo, cuando los judíos extendieron su estadía en Egipto, aprendieron de las acciones [de los egipcios] y comenzaron a adorar a las estrellas como ellos, con la excepción de la tribu de Leví, que se aferró a las mitzvot de los patriarcas; la tribu de Leví nunca sirvió a dioses falsos.
En poco tiempo, el principio fundamental que Abraham había plantado habría sido desarraigado, y los descendientes de Yaakov habrían vuelto a los errores del mundo y a su corrupción. Gracias al amor de Dios por nosotros, respetando el juramento que le había hecho a nuestro patriarca Abraham, Dios llamó a Moshé, nuestro maestro, el maestro de todos los profetas, y lo envió [para redimir a los judíos]. Después de que Moshé, nuestro maestro, profetizó, y Dios eligió a Israel como su legado, los coronó con las mitzvot y les informó el camino para servirle, [enseñándoles] el juicio prescrito para la idolatría y para todos los que se desvían detrás de ella (Hiljot Avodá Zará 1:3).
El Rambam declara que, a pesar de que la tribu de Leví se aferró a las mitzvot y nunca sirvió a ídolos extraños, la claridad del monoteísmo estaba a punto de ser desarraigada del mundo, si los judíos no hubieran sido redimidos de inmediato.Vemos claramente que, cuando Hashem juzga al pueblo judío, mira a la nación como un todo. No es suficiente con que una parte singular del klal, de la ‘nación’, se aferre fielmente a su compromiso con la Torá y las mitzvot. A pesar de que la tribu de Leví fue un bastión de estudio de Torá, no podían salvar al pueblo judío en Egipto cuando la nación, como un todo, estaba al borde de la asimilación definitiva. Fue por el mérito de la nación, que se aferró muy débilmente a su identidad judía por medio de sus nombres, vestimenta y lenguaje, que fueron redimidos.
El Olam HaTorá, la vibrante comunidad de Torá, es el motor de nuestra nación; sin esa fuerza de vida no podríamos sobrevivir. Pero todos los judíos estamos conectados, formando partes de un todo integrado, y Hashem evalúa la salud espiritual del pueblo judío como un todo. Ninguna parte puede separarse.
Nunca, en toda la historia judía, ha habido más personas estudiando Torá tiempo completo que hoy en día, pero al mismo tiempo, la asimilación está haciendo estragos en nuestro pueblo. Estamos perdiendo cantidades inmensas de judíos. No podemos ser optimistas y refugiarnos en las casas de estudio, en donde, gracias a Dios, el kol la ‘voz’ de la Torá reverbera. Hashem ve al pueblo judío como un todo y ve millones de judíos, la gran mayoría de nuestro pueblo, al borde de la extinción.
Toda neshamá ‘alma’ judía es preciosa para Hashem. Todo matrimonio mixto es una tragedia que lo lastima, como un padre que pierde a un hijo. Hashem desea salvar a su pueblo. Está esperando que nosotros, quienes apreciamos su Torá y sus mitzvot, nos acerquemos a nuestros hermanos y hermanas. Hashem considera necesario que enderecemos a su pueblo. Si el amor por los judíos arde intensamente en nuestro corazón, entonces, podremos derrotar la marea de la asimilación. Dios, y toda la humanidad, cuenta con nosotros.
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