Diplomáticos justos y piadosos de 21 países arriesgaron sus vidas para salvar a miles de judíos durante el Holocausto.
Créditos de las imagenes: Wikimedia.
Diplomáticos justos y piadosos de 21 países arriesgaron sus vidas para salvar a miles de judíos durante el Holocausto. Entre ellos encontramos valientes hombres de Brasil, Peru, Chile y España.
Israel honra a estos héroes con una escultura artística erigida en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Jerusalem.
Estas son sus historias:
Uno de los mas famosos sue Raoul Gustav Wallenberg, un diplomático sueco miembro de una prestigiosa e influyente familia Wallenberg.
En las últimas etapas de la Segunda Guerra Mundial, trabajó incansablemente y corrió grandes riesgos para salvar a miles de judíos húngaros del Holocausto.
Fue arrestado por los soviéticos tras la entrada del Ejército Rojo en Budapest, alegando que era un espía estadounidense.
Falleció estando aún bajo su custodia y su muerte es hasta el día de hoy motivo de controversia.
La campaña nazi, durante el Holocausto, inquietó profundamente a Wallenberg. El 9 de julio de 1944 fue asignado como primer secretario de la delegación sueca en Budapest (Hungría).
Usó su estatus diplomático para salvar a muchos judíos húngaros entregándoles pasaportes protegidos (SchutzPass), que los identificaba como suecos en espera de repatriación.
Aunque estos documentos no eran legalmente válidos, lucían impresionantemente como oficiales y por lo general eran aceptados por las autoridades alemanas y húngaras.
No obstante, en algunos casos se necesitó también la ayuda de sobornos.
Asimismo, Wallenberg alquiló algunas casas para los refugiados judíos con fondos de la embajada y les puso en la entrada letreros falsos en los que se leía “Biblioteca de Suecia” o “Instituto Sueco de Investigaciones”.
Albergó también a otros refugiados en las delegaciones suecas de Budapest.
Wallenberg negoció hábilmente con oficiales nazis como Adolf Eichmann y el comandante de las fuerzas armadas alemanas en Hungría, el general Gerhard Schmidhuber, y consiguió que cancelaran las deportaciones a los campos de concentración alemanes, entregándoles una nota de su amigo fascista Pal Szalay en la que los amenazaba de ser procesados por crímenes de guerra.
Esto fue sólo dos días antes de la llegada del Ejército Rojo a Budapest.
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