martes, 28 de agosto de 2018

Revista de Prensa

Israel debe prepararse para un liderazgo americano hostil

 

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En esta pieza para el Begin-Sadat Center for Estrategic Studies (BESA), el doctorando Doron Feldman, de la Universidad de Tel Aviv, advierte a los líderes de su país de que el excelente momento que viven las relaciones israelo-americanas puede dar paso a otro signado por la tensión y aun la hostilidad, por lo que les insta a estar preparados para el más desagradable de los escenarios.
Quienes elaboran las políticas israelíes deben reconocer qué está pasando en la sociedad y la política americanas y prepararse estratégicamente para el peor escenario posible. Si los demócratas consiguen acabar con la mayoría republicana en el Congreso en las elecciones de mitad de mandato [del próximo otoño], Washington podría reducir significativamente su implicación militar y diplomática en Oriente Medio, al punto incluso de dejar de funcionar como una superpotencia en la región y en el mundo, lo cual beneficiaría a Rusia y a China.
(…)
Varios individuos del ala izquierdista-socialista-progresista del Partido Demócrata están pensando en presentarse a las presidenciales de 2020. Entre ellos se cuentan Bernie Sanders, que consiguió el 43,1% de los votos en las primarias demócratas de 2016, y Elizabeth Warren (…) Ambos (…) han expresado posiciones antiisraelíes. Si son elegidos, es de esperar que se mantengan en ellas (…)
Si, por el contrario, el partido se decanta por demócratas de la vieja escuela como Joe Biden o Hillary Clinton, puede asimismo esperarse que ejerzan presión directa sobre Israel en la cuestión palestina (…) para ser vistos como continuadores (…) de la Administración Obama y mostrar [deferencia] hacia los miembros del partido más jóvenes y estridentemente antiisraelíes.
(…)
Aunque la Administración Trump es claramente proisraelí, Jerusalén no debería dormirse en los laureles. Debe prepararse para la posibilidad de que llegue a la Casa Blanca un presidente perteneciente al ala extrema del Partido Demócrata (…) que sostenga posiciones antiisraelíes.
En el New York Times, Peter S. Goodman recuerda que el autócrata islamista fue visto no hace tanto con muy buenos ojos en las cancillerías occidentales, como un referente para un mundo musulmán con graves problemas con la Modernidad. Hoy, la percepción que se tiene de él es bien distinta y crece la inquietud por sus políticas domésticas y las que despliega en la arena internacional.
Hace una década, en las capitales occidentales el ahora líder supremo de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, lucía como un potencial referente democrático en una región saturada de conflicto religioso.
Turquía era un fiel aliado de la OTAN que comunicaba Europa con el volátil Oriente Medio. Mientras buscaba asegurar un lugar para su país en la UE, Erdogan se presentaba como un líder musulmán moderado y modernizador en la era post 11-S. Erdogan satisfacía la percepción de que Turquía se estaba convirtiendo en una sociedad liberal regida por la tolerancia y el imperio de la ley.
Pero eso era antes de que Erdogan empezara a amasar poderes supremos, antes de su brutal represión contra la disidencia luego de un intento de golpe de Estado perpetrado hace dos años. Antes de que Turquía se sumiera en una crisis financiera producto, en no poca medida, de sus inclinaciones autoritarias y de su manejo poco ortodoxo de la economía. Toda idea de que Erdogan era una fuerza liberalizadora ha quedado completamente desechada.
(…)
“Para nosotros, la democracia es un medio para un fin”, declaró una vez Erdogan.
La Historia está repleta de ejemplos de naciones occidentales –especialmente EEUU– que proyectan sus aspiraciones y valores sobre líderes extranjeros con sus propios objetivos.
Adnan Husein, jefe del Sindicato Nacional de Periodistas iraquíes, advierte de que la organización terrorista islamista que llegó a controlar un tercio de su país sigue siendo capaz de causar estragos tanto en el propio Irak como en la vecina Siria.
La ONU ha emitido una alerta sobre la persistente amenaza que sigue representando el ISIS. En su último informe, estima que el número de miembros que la organización terrorista mantiene en Siria e Irak está entre los 20.000 y los 30.000 (…), repartidos prácticamente a partes iguales en ambos países.
El informe (…) indica que la mayoría de [esos] miembros del ISIS son nacionales de Irak y Siria, y sólo un puñado proceden de otros países.
(…)
Esos 10.000-15.000 miembros [presentes en Irak] y la fuerza que representan no pueden ser subestimados como hace cuatro años, cuando el ISIS consiguió invadir y controlar Mosul con menos efectivos de los que tiene ahora.
(…)
La victoria final sobre el ISIS aún no se ha conseguido, y no se conseguirá mientras no se afronten los problemas de los habitantes de las zonas liberadas del ISIS y las autoridades no se interesen en restaurar la normalidad.

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