Una reciente investigación muestra, en tiempo real, cómo las partículas atmosféricas afectan a la formación de las nubes.
Comprender cómo las nubes afectan al clima ha sido una tarea muy difícil.
¿Qué controla la composición de las nubes bajas que enfrían la atmósfera o que controla a la formación de las altas que atrapan el calor debajo de ellas?
¿De qué manera la actividad humana afecta a los patrones de formación de nubes?
La investigación del Profesor Ilan Koren, del Instituto Weizmann, sugiere que la actividad humana puede estar promoviendo la formación de nubes cada vez más grandes y altas.
Él y su equipo han analizado un tipo único de formación de las nubes.
Sus hallazgos, que fueron publicados recientemente en Science, indican que en la era pre-industrial las nubes cubrían un área menor del océano pristino que en la actualidad.
La formación de nubes requiere que unas pequeñas partículas llamadas aerosoles se eleven en la atmósfera.
Estos aerosoles, ya sean naturales como la sal del mar o el polvo, u originados debido a la actividad humana, tales como el hollín forman núcleos alrededor de los cuales las gotas de las nubes se condensan.
En ambientes relativamente limpios, las nubes sólo pueden crecer tanto como la cantidad de aerosoles en la atmósfera permite.
Ellos son el factor limitante de la formación de nubes.
La pregunta es: la carga actual de los aerosoles en la atmósfera superan ya ese límite?
En este caso, la adición de partículas extras no debería afectar en gran medida a la formación de las nubes.
O por el contrario ellos siguen siendo un factor limitante, y a medida que aumente la contaminación, los aerosoles agregados podrían seguir influyendo en las nubes?
Un modelo desarrollado por Koren y su equipo demostró que un incremento en los aerosoles, incluso en condiciones relativamente contaminadas, debe dar lugar a nubes más altas y grandes.
Estas son tales que provocan lluvias más violentas.
Pero probar que este modelo es correcto era otra historia.
La experimentación en la formación de las nubes, o encontrar formas de aislar los diferentes factores en su formación, en tiempo real, es una empresa muy difícil.
Koren, el estudiante de investigación Guy Dagan y la Doctora Orit Altaratz, utilizaron un lugar poco común para poner a prueba su modelo.
Buscaron regiones sub-tropicales lejanas en los océanos que en el pasado eran consideradas negativamente por los marineros.
En estas regiones los vientos que impulsaban sus velas dejaban de soplar durante semanas.
Esta región es un laboratorio ideal para poner a prueba la física básica de su modelo.
Una región atmosférica controlada por condiciones meteorológicas bien definidas, a veces puras y a veces con un contenido bajo de aerosoles.
Si el modelo es correcto, las transiciones de una a la otra deberían ser dramáticas.
Ellos querían probar su teoría en la formación de las nubes que son formadas en esta región.
Es decir, la formación de las nubes convectivas y cálidas alimentadas por la humedad del océano.
Con otros factores potenciales como el viento, las grandes oscilaciones de temperatura o formaciones de tierra, fuera del camino, el equipo pudo concentrarse en los aerosoles.
De este modo comparar las imágenes satelitales diarias de la cobertura de nubes con las mediciones de los niveles de aerosol y las predicciones del modelo.
Utilizando muchos tipos diferentes de análisis, encontraron que su modelo coincide estrechamente con las observaciones satelitales.
Entonces, observaron otra fuente de datos: el sistema de energía radiante de la tierra y de las nubes (CERES, por sus siglas en inglés).
CERES es un grupo de satélites que miden los flujos de radiación reflejada y emitida por la Tierra hacia el espacio.
De este modo ayuda a los científicos a entender cómo el clima varía con el tiempo.
Cuando se compararon estos datos con los niveles de aerosoles de la misma zona y tiempo, el resultado, dice Koren, fue una “demostración de libros de texto del efecto amplificador” en las nubes producido por los aerosoles extras.
En otras palabras, los datos de radiación reflejan de forma única el hecho de que las nubes formadas eran más grandes y se encontraban más alto.
Estas nubes muestran un fuerte incremento en el enfriamiento debido a las ondas cortas reflejadas. Pero ese efecto es en parte anulado por el incremento de radiación de onda larga proveniente de la tierra que es atrapada.
Por lo menos en los océanos, las condiciones de nubosidad pre-industriales fueron considerablemente diferentes a las de hoy en día.
Esto implica que los aerosoles que hemos ido añadiendo a la atmósfera pueden haber tenido un efecto significativo en los patrones globales de formación de nubes y lluvia.
“Hemos demostrado que las nubes convectivas no necesariamente dejan de ser controladas por los niveles de aerosol?
En condiciones relativamente contaminadas, el aumento de los niveles de aerosoles hará que las nubes sean más altas, más grandes y su tasa de lluvia más fuerte.
A medida que el área de esta capa de nubes crece, refleja más radiación de onda corta?
Pero a medida que la formación de las nubes se vuelve más alta, el efecto invernadero se hace más significativo, contrarrestando casi la mitad de su efecto de enfriamiento total”.
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