"El servicio militar obligatorio –de 12 meses de duración, y tanto para hombres como para mujeres de entre 19 y 25 años– podría estar siendo concebido como instrumento para la cohesión social y, como rezaba el comunicado leído por el portavoz del Palacio Real, Abdelhak Lamrini, para 'reforzar el sentido de ciudadanía entre los jóvenes'"
El rey Mohamed VI ha aprobado un proyecto de ley por el que se restablece el servicio militar obligatorio. No se conocen muchos más detalles, pero el anuncio ha suscitado preocupación por las circunstancias y consecuencias de tal decisión.
Es imposible comprender el Marruecos posterior a la independencia sin reparar en el papel del Ejército. Mohamed V, abuelo del actual monarca, puso las Fuerzas Armadas, creadas en 1956, bajo el control del príncipe Hasán, que después llegaría a rey. Una de sus primeras operaciones fue la desarticulación del Ejército de Liberación de Marruecos y el sometimiento de las fuerzas políticas que lo apoyaban. Una vez conseguido el monopolio de la fuerza, el rey fue afianzando su poder gracias a un grupo de generales –entre los que se contaban Ufkir y Dimli, por ejemplo– con fama de despiadados.
Sin embargo, sería un error pensar que el rey estaba en manos de los generales. Hasán II tenía su propia autoridad y su propio ascendiente sobre las tropas, como se demostró en el intento de golpe de Estado del 10 de julio de 1971 en Sjirat. Fue el monarca quien se dirigió a los cadetes –hay quien dice que haciendo valer su condición de Comendador de los Creyentes– y neutralizó lo que podía haber acabado en su propio asesinato. A pesar de que no han faltado conspiradores –ahí están los condenados en Tazmamart o las sombras sobre el caso Ufkir y las circunstancias de su muerte–, lo cierto es que la figura del rey ha sido siempre muy popular entre la tropa y la oficialidad.
Por otro lado, el Ejército ha brindado oportunidades notables de enriquecimiento. Se cuenta que fue el propio Hasán II quien dijo a sus generales: “Haced dinero y alejaos de la política”. Garante de la unidad nacional –recuérdese la importancia de la cuestión del Sáhara en el relato marroquí–, la corrupción en el Ejército es uno de los temas denunciados recurrentemente por los opositores al rey. Baste recordar aquí el libro de Mahyub Tobyi Los oficiales de Su Majestad (Fayard, 2006), que lleva el elocuente subtítulo de “Las derivas de los generales marroquíes, 1956-2006”.
Las revueltas en el Rif, el desempleo, la sequía y el riesgo de radicalización de los jóvenes son algunas de las razones subyacentes a la reinstauración del servicio militar obligatorio. En una alocución del 14 de marzo de 1957, el entonces príncipe Hasán, padre del actual rey, ya daba alguna clave del papel del Ejército en el Marruecos independiente: “La divisa del Ejército Real marroquí es ‘El que juega con fuego se quema’. En su seno encontramos al hijo del campesino junto al pariente del rey. Así, el Ejército Real es el más democrático que pueda imaginarse, pero ese Ejército democrático debe mantenerse al margen de la política, porque la neutralidad política tiene que ser el dogma de la neutralidad militar”. Claro está que, en este caso, neutralidad política significa lealtad al Rey.
El servicio militar obligatorio –de 12 meses de duración, y tanto para hombres como para mujeres de entre 19 y 25 años– podría estar siendo concebido como instrumento para la cohesión socialy, como rezaba el comunicado leído por el portavoz del Palacio Real, Abdelhak Lamrini, para “reforzar el sentido de ciudadanía entre los jóvenes”. El comunicado menciona otro aspecto interesante: la integración de los conscriptos a la vida social y profesional.
No parece, pues, que se trate de competir con Argelia –cuyo Ejército es el mayor del Magreb–, sino de cohesionar la sociedad marroquí a través de un servicio que, como resaltaba Hasán II, reúna en su seno “al hijo del campesino junto al pariente del rey”. Esto indica una necesidad que el Palacio ha detectado: la de dar a los jóvenes una salida que los capacite para el mercado laboral y la incorporación a la vida ciudadana. No debe olvidarse que el desempleo juvenil es el principal motor de la emigración marroquí a Europa.
Por otra parte, se trata de una medida coherente con la política de defensa que Rabat viene desplegando a través de su participación en varias misiones internacionales, la compra de armamento –desde 12 cazas F-16 a 200 tanques M1A1 Abrams, y con apoyo financiero de las monarquías del Golfo– y, sobre todo, la alianza con los Estados Unidos.
Hay, no obstante, ciertas dudas sobre el proyecto. Por una parte está la impopularidad que puede tener en una juventud que ya no es la del año 56, politizada por la aspiración a la independencia nacional y movilizada por el partido Istiqlal. De momento, en Facebook ya se ha organizado una Agrupación Marroquí contra el Servicio Militar Obligatorio que tiene más de diez mil seguidores. De todos modos, el ciberactivismo no ha logrado detener nunca una iniciativa real. Por otro lado, el servicio militar ya fue obligatorio entre 1965 y 2007 y se suprimió porque no se lo veía necesario para la defensa y era muy costoso para las arcas públicas. En 2017, un informe de The Strategic Defense Intelligence anunciaba que Marruecos planeaba incrementar su presupuesto de defensa en los próximos cinco años, pero se centraba en la compra de material militar (aviones de combate, helicópteros, submarinos, sistemas de radar, buques de guerra). ¿Podría soportar el reino ese gasto?
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