Contextos
EEUU: el 'Estado Profundo' luchó contra Israel y contra Trump... y perdió
Por Jonathan S. Tobin
"Trump luchó contra el 'Estado profundo' en lo relacionado con Israel y ganó. Si hubiesen vencido los burócratas, no habría sido una victoria para la democracia. Habría sido un triunfo para la casta que lleva generaciones equivocándose sobre Oriente Medio. Al margen de lo que se piense sobre Trump, permitirles vetar a un presidente es una invitación al desastre"
La publicación de las memorias de Nikki Haley, exembajadora de EEUU ante las Naciones Unidas, ha resultado muy oportuna. El libro de Haley, With All Due Respect (“Con el debido respeto”), ha copado los titulares por sus revelaciones sobre las luchas intestinas en la Administración Trump.
Según Haley, el exjefe de gabinete de la Casa Blanca John Kelly y el exsecretario de Estado Rex Tillerson intentaron involucrarla en lo que parece una conspiración contra Trump. La esencia de las acusaciones de Haley es que ambos consideraban que su deber no era tanto asesorar al presidente y después ejecutar sus decisiones como manipularlo y sabotearlo para sustituir su criterio por el de ellos, el de la burocracia federal y el del establishment de la política exterior.
Aunque las denuncias del servicio exterior de que Trump seguía su propia agenda en lo relacionado con Ucrania parecen haber calado entre muchos estadounidenses ya predispuestos contra el presidente, Haley nos brinda un ejemplo concreto de una disputa similar que pone este problema en perspectiva.
Haley dedica un capítulo de su libro, “Changing the Culture” (“Cambiando la cultura”), a la relación entre EEUU e Israel. En él explica lo mucho que se resistieron los profesionales de la política exterior a las estrategias de Trump, con las que quería acabar con la política de distanciamiento entre EEUU y el Estado judío del presidente Barack Obama.
Un motivo fundamental de controversia fue la determinación de Trump de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel y trasladar allí la embajada estadounidense, radicada en Tel Aviv. La resistencia del Departamento de Estado y de funcionarios veteranos como Kelly fue feroz. Los únicos que apoyaron a Trump fueron Haley, el vicepresidente Pence y el embajador estadounidense en Israel, David Friedman.
Los críticos pensaban que podrían paralizar, marear y torpedear a Trump con retrasos burocráticos. Pero él mantuvo obstinadamente el rumbo e insistió en llevar a cabo el traslado. Aunque el establishment predijo que el mundo entero ardería, lo cierto es que las protestas fueron mínimas, lo que reforzó a Trump y sus defensores.
Lo mismo ocurrió con la decisión de Trump de retirar a EEUU del acuerdo nuclear con Irán de 2015.
Haley vio maniobrar a lo que parte de la derecha ha dado en denominar “el Estado Profundo”. Se trata de una expresión siniestra, conspiratoria, que han acabado abrazando aquellos que desde la izquierda sostienen que el funcionariado está ahí, precisamente, para que gente como Trump no gobierne como le venga en gana.
Quienes jalean a los “resistentes” empotrados en el Gobierno y a los sedicentes “adultos” de la Administración por hacer todo lo que está en mano para impedir que Trump lleve a término sus programas piensan que, cuando se trata de frenar al presidente, el fin justifica cualquier medio. La cuestión ucraniana –y la posibilidad de que pueda hundir a Trump– ha acercado a la burocracia y a los progresistas, que habrían considerado ilegítimo que un grupo de empleados del Gobierno hubiese tratado de impedir al presidente Obama entablar negociaciones secretas con Irán, por poner un ejemplo.
Al margen de lo que se pueda pensar sobre su presidencia, Trump llevaba razón y los adultos se equivocaron respecto a Jerusalén y otros asuntos relacionados con Israel. Lo mismo se puede decir respecto a Irán.
Esto debería recordar incluso a aquellos a los que no les gusta el presidente que las decisiones políticas deberían quedar en manos del comandante en jefe elegido por los votantes estadounidenses. Cualquier otra cosa es ilegítima y antidemocrática.
Trump luchó contra el Estado Profundo en lo relacionado con Israel y ganó. Si hubiesen vencido los burócratas, no habría sido una victoria para la democracia. Habría sido un triunfo para la casta que lleva generaciones equivocándose sobre Oriente Medio. Al margen de lo que se piense sobre Trump, permitirles vetar a un presidente es una invitación al desastre.
© Versión original (en inglés): JNS© Versión en español: Revista El Medio
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.