NEWSWEEK EN ESPAÑOL, POR: EMILY FELDMAN-COMITE CENTRAL ISRAELITA-URUGUAY
Borrar el rastro judío
UNA SOLEADA MAÑANA de febrero de 2016, el kurdo Sami Solmaz, cineasta de Turquía, hizo un recorrido con fuerzas kurdas de la ciudad iraquí de Sinjar hacia el frente de batalla. Pasó todo el día filmando combates a fuego abierto entre los combatientes kurdos y el Estado Islámico (EI) para un documental que estaba realizando sobre los ataques de este grupo militarista contra minorías religiosas. Esa tarde, mientras volvía al poblado, escuchó la voz de un soldado a través del radio de su conductor: “¡Tengan cuidado! El EI está arrojando bombas de cloro en Sinjar”.
Los militaristas habían estado arrojando cohetes hechos en casa llenos de químicos hacia Sinjar desde que las fuerzas kurdas los expulsaron del poblado, a finales de 2015. A principios de febrero, un ataque químico en Sinjar había hecho enfermar a varios combatientes kurdos, por lo que Solmaz supo que era mejor mantenerse alejado. El único problema: el auto de su conductor estaba en el poblado, por lo que decidieron apresurarse y recuperarlo. “Estábamos tan solo a diez minutos, pero era posible oler [el gas]”, declaró a Newsweek.
Mientras salía de Sinjar, el rostro de Solmaz comenzó a hincharse y su garganta empezó a arderle mientras conducía hacia la ciudad iraquí de Duhok, donde entró en un profundo sueño en el departamento de su hermana y despertó más de veinte horas después. Cuando se sintió mejor, mandó un mensaje de correo electrónico a Jason Guberman, director de Digital Heritage Mapping, una organización no gubernamental a la que había estado ayudando en Nueva York, para disculparse por haber perdido el contacto.
Guberman recibía el apoyo de Solmaz, un ateo proveniente de una familia musulmana, para documentar los sitios de patrimonio judío, desde sinagogas y cementerios hasta ruinas de centros comunitarios que los judíos utilizaron en Oriente Medio y el norte de África. Durante años, su personal, junto con internistas y voluntarios, se han apresurado a crear registros digitales de sitios judíos. El proyecto se denomina Diarna, que significa “nuestro hogar” en idioma judeoárabe. Conforme las guerras en esa región destruyen esos sitios, el equipo de Guberman se va quedando sin tiempo.
En su oficina cerca de Union Square en Manhattan, Guberman ha creado una “sala de situaciones” a la que se han quitado todos los cubículos y se ha tapizado con mapas de Yemen, Irak, Siria, Alepo y Damasco. Esto permite que el equipo ordene las áreas en riesgo según su prioridad y envíe al campo a investigadores, como Solmaz, cuando los momentos de paz produzcan una oportunidad. Para desarrollar representaciones de los sitios, Diarna ha reclutado una red de fotógrafos voluntarios e investigadores pagados a través de las redes sociales y de la comunicación de boca en boca en países como Yemen, Siria e Irán. La mayoría de ellos viven en la región y pueden tener acceso a áreas peligrosas con mayor facilidad que los estadounidenses o los no musulmanes.
En Nueva York, su personal utiliza SketchUp, una herramienta de modelado en 3-D, para transformar las fotografías tomadas en el campo en modelos digitales de los antiguos edificios y trazarlos, de acuerdo con sus coordenadas, en Google Earth. También buscan personas familiarizadas con esos sitios, como arquitectos que renovaron sinagogas o antiguos fieles que puedan recordar detalles acerca de su apariencia. Sus recuerdos acerca de cualquier cosa, desde si el piso estaba cubierto de baldosas, madera o alfombra, hasta si los edificios estaban iluminados con vitrales, claraboyas o candelabros, ayudan a los investigadores de Diarna a crear descripciones e imágenes en 3-D más precisas de esos sitios. Con frecuencia, Diarna comparte los testimonios sin procesar de los testigos para traer a la vida exhibiciones en línea. A diferencia de otras organizaciones que hacen trabajos similares, Diarna ha hecho que los modelos en 3-D estén al alcance del público.
Inicialmente, Guberman calculó que su equipo identificaría entre 500 y 1000 sitios para trazarlos en Google Earth; actualmente, esta cifra es de más de 1600.
Solmaz, que estaba en Irak para tomar escenas para su película sobre el Estado Islámico, se ofreció para visitar poblados judíos abandonados para Guberman. Ambos se habían reunido en el verano de 2014 en el Centro para la Historia Judía de Nueva York; Solmaz estaba ahí para preguntar si podía usar los archivos del edificio para investigar y realizar un documental sobre los judíos kurdos, a los que filmaría en Siria e Irak. Terminó en la oficina de Diarna, donde él y Guberman charlaron acerca de su interés mutuo en la cultura judía. Solmaz creció en el sureste de Turquía y sus abuelos le habían contado historias sobre las minorías que ya no vivían ahí: judíos, armenios, griegos y asirios. Cuando Solmas nació, en 1963, las autoridades otomana y turca habían masacrado o deportado a la mayoría de ellos en campañas para “turquizar” la nación en sus violentos primeros días, una parte de la historia de su país en la que reflexiona con frecuencia en su trabajo como corresponsal de guerra y cineasta independiente.
Mientras Guberman escuchaba se dio cuenta de que podría lograr que Solmaz ayudara a Diarna. Pero hacerlo sería peligroso. La guerra civil en Siria entraba en su tercer año, y el EI tomaba ciudades y poblados importantes en Irak. A Guberman lo preocupaba que Solmaz pudiera ser capturado, secuestrado o asesinado, especialmente si el EI o el régimen sirio descubrían su relación con una organización estadounidense sin fines de lucro a favor de una causa judía. “En realidad, tratamos de desanimarlo, pero él deseaba ir”, dice Guberman. Ambos acordaron mantenerse en contacto.
Lo que comenzó como una reunión fortuita en un silencioso museo pronto se convirtió en una sociedad vital que atraviesa océanos y zonas de guerra, para preservar la historia antigua antes de que se desvanezca.
MERODEADORES DE MEDIANOCHE
Un mes después de su primera reunión, Solmaz regresó a la oficina de Guberman con un archivo fotográfico. Las imágenes mostraban las ruinas de un poblado judío en las montañas que separan a Irak de Turquía, cerca de las oficinas generales del Partido de los Trabajadores de Kurdistán —este grupo insurgente está en guerra con Turquía y es el objetivo de frecuentes campañas de bombardeos por parte de ese país—. Guberman no le había pedido que fuera ahí, suponiendo que era demasiado peligroso. “Jason estaba muy sorprendido”, recuerda Solmaz. “Dijo: ‘¿Cómo pudiste lograr esto?’”.
Durante los siguientes dos años y medio, Solmaz planeó varios viajes a Irak, el norte de Siria, Turquía, Israel y Grecia, siempre aplacando las preocupaciones de Guberman sobre la seguridad. “Jason, puedo ir ahí, soy kurdo”, le decía. O bien: “Soy corresponsal de guerra, no te preocupes”.
El acuerdo ha sido mutuamente beneficioso. Solmaz camina por las montañas, convence a los habitantes locales y viaja a zonas de guerra para localizar los sitios en peligro que Diarna desea preservar en internet. A cambio, Diarna le paga por las fotografías, videos e informes, que Solmaz suele encontrar útiles para sus proyectos.
Cuando Diarna se puso en marcha en 2008, la mayoría de las sinagogas, escuelas y cementerios judíos de Oriente Medio y el norte de África habían estado sin usar durante décadas, y muchos de estos sitios se encontraban en muy mal estado. La mayor parte del millón de judíos que se calcula que vivían en Marruecos y el Mar Arábigo abandonaron su patria para escapar a la violencia antisemita de las décadas de 1950 y 1960. Ahora, las guerras en Yemen, Irak y Siria, junto con el surgimiento del Estado Islámico, que ha atacado sitios antiguos con zapapicos y dinamita, constituyen una verdadera amenaza para la preservación de la historia antigua de Oriente Medio.
Dado que la destrucción de sitios sagrados se ha vuelto cada vez más común en Oriente Medio, analistas, países e incluso algunos militantes se han dado cuenta del costo que representa su destrucción. En septiembre, un militante islamista se convirtió en la primera persona en ser condenada por un crimen de guerra consistente en destruir sitios culturales y religiosos en Mali. En su juicio, realizado en La Haya, Países Bajos, Ahmad al-Faqi al-Mahdi, que fue sentenciado a nueve años en prisión, instó a los combatientes a abstenerse de destruir sitios culturales, diciendo que tales actos “no producirán ningún bien para la humanidad”.
Expertos en culturas antiguas afirman que la preservación de patrimonios sagrados de cualquier religión conlleva un valor universal. “Todas las culturas y sociedades tienen sitios sagrados, y estos sitios sagrados se relacionan con conceptos de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos”, dice Richard Leventhal, director del Centro del Patrimonio Cultural del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pennsylvania. La metódica destrucción de sitios sagrados perpetrada por el EI sirve a un propósito muy importante para el grupo. “El Estado Islámico no solo trata de borrar a las personas de la faz de la tierra al asesinarlas. También destruye su historia”, dice Leventhal.
Bajo la presión de varios enemigos en distintos frentes, el EI ha ido perdiendo territorio en Siria e Irak. Su retirada revela lentamente la magnitud de su destrucción. El grupo ha atacado sitios religiosos de todas las denominaciones en los sitios que ha ocupado. Durante la destrucción, cometida por la organización en 2014 y 2015, de símbolos de “idolatría” según su versión radical del islam, los militantes hicieron volar la mezquita del profeta Jonás en Mosul, Irak. La mezquita era uno de los varios sitios que supuestamente albergaban la tumba de Jonás, un monumento importante para musulmanes, cristianos y judíos. “Aparentemente debió haber estado protegida porque se encontraba dentro de una mezquita suní, pero la hicieron volar de todos modos. Así que, en ese momento, supimos que ningún lugar estaba seguro”, señala Guberman.
Pero los judíos tienen un nivel inusualmente profundo de experiencia con enemigos violentos que hacen todo lo que pueden para borrar su historia. Guberman no quería que lo que ocurrió en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis destruyeron cientos de sinagogas, volviera a ocurrir en Oriente Medio. Sin pruebas físicas de la cultura judía, la comprensión de las comunidades judías en el mundo árabe por parte del mundo en general desaparecería con la muerte de la última generación que pudiera recordarlas.
HIJOS DE ABRAHAM
Guberman da un significado especial en su trabajo para los judíos del mundo, cuyo patrimonio comienza en Irak. “Quiero decir, es aquí de donde proviene toda la historia judía”, dice. De acuerdo con la tradición judía, el linaje de todos los judíos proviene de Abraham, el padre del monoteísmo, que nació en la ciudad babilonia de Ur, la cual se cree que se encuentra en el actual Irak. Estudiosos de las religiones señalan que Abraham y sus descendientes comenzaron a dispersarse por todo Oriente Medio en el siglo XIX a. C. Según cálculos poblacionales, la mayoría de los judíos del mundo permanecieron en esa región durante toda la Edad Media. En fechas tan recientes como el inicio del siglo XX, alrededor de un millón de los 15 millones de judíos en todo el mundo vivían en Oriente Medio y el norte de África, algunos de ellos en comunidades con antiguas raíces.
Sin embargo, la fundación de Israel en 1948 provocó la violencia por parte de pandillas musulmanas y políticas discriminatorias implementadas por gobiernos locales dirigidas contra los judíos en el mundo árabe, haciendo que casi todos ellos abandonaran la región. La mayoría viajó inicialmente a Israel, que fue la punta de lanza en su migración masiva a través de una serie de famosas misiones como el puente aéreo de 1949 denominado “Alfombra Mágica”, en el que 50,000 judíos yemeníes viajaron a Israel, y una operación posterior que casi dejó a Irak sin ningún miembro de su población judía. Los judíos dejaron esas tierras, pero su sinagogas permanecieron.
En 2008, mientras Guberman concluía su licenciatura en ciencia política en la Universidad del Sagrado Corazón de Fairfield, Connecticut, y se preguntaba qué hacer a continuación, quedaban tan solo 5000 judíos en el norte de África y Oriente Medio, fuera de Israel. Sin una comunidad judía que los cuidara, cientos de sitios sagrados fueron convertidos en mezquitas, viviendas y otras estructuras, o ignorados mientras sus techos se venían abajo y sus grabados se desvanecían.
Guberman consideró la posibilidad de inscribirse en la Facultad de Derecho, pero cambió de opinión tras hablar con un amigo que había vuelto recientemente de un viaje a Marruecos. “Su esposa es, en parte, judía marroquí... y acababan de tener una hija. A él lo preocupaba mucho la forma en que su hija habría de relacionarse con su herencia judía marroquí cuando creciera”, debido a que tanta historia ya había desaparecido, señala Guberman.
La preocupación de su amigo despertó su interés. Guberman siempre se había sentido atraído por la historia judía Mizrahi (u “occidental”), y lo sorprendió la poca atención que recibía en comparación con la de los judíos en Europa: tan solo un párrafo en un libro de texto de la Universidad, recuerda. Guberman y un pequeño grupo de amigos decidieron dedicarse a su preservación.
La “abuelita” de Guberman daba comida e internet gratis a su nieto y sus colegas en Connecticut cuando empezaron. Pronto, el grupo obtuvo financiación suficiente por parte de Karin Douglas, filántropa y compañera de estudios en el Sagrado Corazón, para mudarse de la casa de la “abuelita” y poner en marcha Digital Heritage Mapping, que alimentaría el proyecto Diarna.
A finales de 2008, el pequeño grupo de Guberman comenzaba a realizar representaciones de sitios en el precario mundo físico para preservarlos para siempre en la internet. Guberman y su pequeño equipo de investigadores utilizaban Google Earth para realizar mapas de las ruinas de poblados judíos que abundaban en el norte de Irak desde la antigüedad hasta principios del siglo XX; un cementerio de 800 años en las afueras de Marrakesh, Marruecos, que casi se perdió debido a un proyecto de desarrollo se convirtió en una exhibición virtual en línea; en el sitio web de Diarna se publicaron fotografías de la tumba del místico judío marroquí, el rabino Ya’akov Abuhatzera en el delta del Nilo, antes de que el gobierno egipcio prohibiera una peregrinación anual al sitio en 2014, debido a las tensiones entre los habitantes locales y los visitantes judíos.
Muchos lugares estaban aún fuera de los límites cuando Diarna comenzó su proyecto, unos tres años antes del levantamiento de la Primavera Árabe que derrocó a los dictadores de Egipto, Libia y Túnez. Muchos de estos autócratas se aferraban a políticas antisemitas. Libia, durante el régimen de Muamar el Gadafi, era particularmente difícil de acceder para los investigadores que trabajaban en una organización judía sin fines de lucro. Gadafi era famosamente antisemita: canceló todos los créditos adeudados a los judíos, entre otras cosas, y los esfuerzos de Diarna para reclutar investigadores locales fracasaron. Los libios se mostraron demasiado nerviosos como para asociarse con una organización judía, explicó Guberman.
Pero cuando comenzó la Primavera Árabe en Túnez, en 2010, Diarna vio una oportunidad única.
UNA SINAGOGA LLENA DE BASURA
Cuando la lucha comenzó en Libia, por ejemplo, muchos reporteros viajaron al país; una de ellas, familiarizada con el trabajo de Diarna, se puso en contacto con Guberman y le ofreció su ayuda. Su única condición fue el anonimato.
En mayo de 2011, Guberman le envió un mapa del Hara Kabira, el antiguo barrio judío de Trípoli, para ayudarle a localizar la sinagoga de Dar Bishi, la más hermosa de la ciudad cuando fue inaugurada en 1928. Cuando Gadafi asumió el poder, a finales de la década de 1960, el gobierno expropió y cerró todas las propiedades judías en Libia. Guberman esperaba que la reportera pudiera encontrar la manera de explorarla sin despertar las sospechas del gobierno, que mantenía vigilados a los periodistas extranjeros en la ciudad. De alguna manera, ella logró salir a hurtadillas de su hotel y llegar al sitio. Entró en la frágil estructura a través de un agujero en la pared posterior y tomó fotografías de su destrozado interior soportado por columnas, lleno de basura y vandalizado con grafiti. Envió las fotos a Guberman tras encontrarse segura fuera del país.
Guberman se mostraba cautelosamente optimista de que los rebeldes que derrocaron a Gadafi en 2011 pudieran hacer que fuera más fácil acceder a los sitios judíos. Un judío libio llamado David Gerbi puso a prueba esas expectativas unos cuantos meses después al regresar a Trípoli del exilio en Italia y para restaurar la sinagoga de Dar Bishi. Desde Nueva York, Guberman siguió de cerca las noticias de la dramática entrada de Gerbi al sitio sagrado mientras los libios utilizaban un mazo.
Guberman se preguntaba cómo reaccionarían los habitantes de la localidad. Pronto pudo averiguarlo. Un grupo de manifestantes que se oponían a la restauración de la sinagoga se reunieron en el centro de Trípoli con carteles en los que denunciaban el sionismo, y en algunos, declarando que “no hay lugar para los judíos en Libia”. Temiendo por su seguridad, Gerbi abandonó su proyecto y volvió a Italia, diciéndole a Guberman que, muy probablemente, los obstáculos que había enfrentado al investigar los sitios judíos durante el régimen de Gadafi permanecerían sin cambios. En sus propias palabras: “Nos dimos cuenta de que probablemente no saldrá nada bueno de nuestro trabajo en Libia”.
El equipo de Guberman publicó un modelo en 3-D de la otrora majestuosa estructura en Google Earth, utilizando fotografías y las coordenadas que la reportera había tomado. También utilizaron sus fotografías para realizar un recorrido en video del modelo.
Esto último podría acabar siendo la única prueba de que el sitio existió alguna vez.
MONTÓN DE ESCOMBROS
Las amenazas a los edificios se multiplicaron mientras caían los gobiernos de toda la región. Uno de los sitios del patrimonio judío de más alto perfil que se perdieron durante la lucha en Siria fue la antiquísima sinagoga Eliyahu Hanavi, ubicada en un suburbio de Damasco. La sinagoga recibe su nombre del profeta Elías, cuya aparición, según creencias judías, anunciará la llegada del Mesías. Según la tradición local, Elías ungió a su sucesor en el sitio donde se construyó la sinagoga. A pesar de que aún se encontraba en buen estado cuando comenzó la guerra en Siria, apareció en fotos publicadas por The Daily Beast en 2014 como un montón de escombros: sus finas alfombras, candelabros y una biblioteca de textos religiosos aparentemente ya no estaban.
Eddie Ashkenazie, investigador de Diarna originario de Brooklyn con raíces en Siria, ha seguido de cerca la destrucción. Sintió una nueva determinación en su trabajo tras ver escenas aéreas tomadas en la antigua ciudad siria de Homs en 2015 en las que se mostraba una calle tras otra de edificios bombardeados.
Ashkenazie ha estado explorando sinagogas en Brooklyn con fieles cuyos recuerdos de los sitios judíos podrían estar aún frescos. “Les digo lo que hago y me dicen: ‘Oh, tráenos tus fotografías mañana, tráenos tus mapas’”, dice. “Apenas ayer, después de los servicios religiosos, un grupo de hombres me ayudó a [localizar] sinagogas en Damasco”. Tras la reunión, volvió a su oficina y añadió las sinagogas a la creciente base de datos de sitios de Diarna.
Un pequeño número de judíos vive aún en Damasco, la capital de Siria, algunos de los cuales ayudaron a Diarna a documentar varios sitios. Sin embargo, el material no ha sido publicado aún debido a la preocupación de atraer atención no deseada hacia la agonizante comunidad y a sus sitios sagrados menos conocidos. “Dondequiera que haya una comunidad, sus vidas son más importantes que nuestra misión de documentar”, dice Guberman.
EL FUTURO DEL PASADO
En años recientes, los últimos judíos de Siria, y de gran parte de toda la región, se habían marchado. En 2015, en una controvertida operación, el empresario israelí-estadounidense Moti Kahana introdujo de contrabando en Israel a los últimos residentes judíos que quedaban en Alepo a través de Turquía. En 2016, la Agencia Judía para Israel trasladó a este país a una familia compuesta por 19 de los aproximadamente 85 judíos de Yemen. También los judíos tunecinos han migrado recientemente debido a que los ataques han hecho que el país sea menos seguro. “Cuando las últimas personas se vayan será solo cuestión de tiempo para que los sitios sean reacondicionados o destruidos", señala Guberman.
En una estancia reciente en su nativa Turquía, Solmaz revisó imágenes en su computadora, cada una de las cuales ilustraba la precariedad del patrimonio judío en Irak. En una sinagoga de piedra en Gondik, un pequeño poblado en la norteña región kurda de Irak, el heno cubría el piso para alimentar el ganado que ahora la ocupaba. En otra imagen, tomada en Kirkuk, pueden verse perforaciones recientes de disparos en las paredes de la casa de una familia musulmana cuya característica central revela su pasado judío: un elaborado nicho construido en el muro para alojar la Torá.
Solmaz planea volver a Irak una vez que las fuerzas kurdas e iraquíes expulsen al Estado Islámico de Mosul, otra de las ciudades que alguna vez fue el hogar de miles de judíos. Más recientemente, Mosul alojó a decenas de miles de cristianos y miembros de otras minorías religiosas que abandonaron sus hogares previendo el avance del EI. Para su propio trabajo, Solmaz documentará el daño que los yihadistas han provocado a los no musulmanes de la ciudad y la arquitectura que dejaron atrás. Para Diarna, él viajará mucho más lejos en el pasado en busca de pruebas de una pequeña comunidad judía que prevaleció durante siglos antes de huir de la persecución a principios del siglo XX.
“Para comprender el presente —dice Solmaz— es necesario comprender el pasado".
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